Enrique Andrés Ruiz ![]() El caso es que Damián Flores, que estudió Bellas Artes en Sevilla (en correspondencia con un compañero de aquella Facultad le decía ya de una "poesía partida por el recuerdo, por la nostalgia, pero inevitablemente poesía" como uno de los elementos determinantes de su trabajo) y en Madrid, tras algún tiempo de aprendizaje en telares realistas, de los que probablemente le quedó una indudable sabiduría técnica, apareció en la escena con una obra ya muy marcada y trabada estilísticamente a través de dos exposiciones individuales, celebradas en la galería El Caballo de Troya en 1992 y 1994, y en la segunda edición delproyecto expositivo que capitaneado por Dis Berlin agrupó bajo el rótulo.El Retorno del Hijo Pródigo a muchos de los pintores que en clave figurativa parecen dispuestos a rescatar y reactualizar para estas postrimerías del siglo de las vanguardias nombres y obras individuales que habitualmente no han poblado más que unos dudosos márgenes de la monolítica tradición moderna y que hoy nos ayudan a ver el pasado, más que como la tradición, como las tradiciones. Este ensanchamiento del panorama de las referencias -sin lectura referencias, sin visión y revisión de lo pintado, apenas resulta ya concebible la pintura- hubiera sido imposible sin el acontecer de algunas exposiciones como la citada, a la que hay que añadir Regreso al Futuro (Casa de Cultura, Tenerife. 1990) o la fundamental Muelle de Levante (Circuito de arte Cruzcampo, 1994), a partir de las que hablar de Hopper, de Morandi, de Chirico o de Balthus, se va convirtiendo ya entre algunos pintores en lugar común aunque, en realidad, cierta cerrazón cuasifilosófica, las siga haciendo defendibles por las inevitables exigencias de la estrategia de los gustos. Y precisamente a las estrategias, esos enredados manojos de algas intelectuales interesadas que una y otra vez oscurecen el limpio fluir acuático de la pintura, es a lo que me gustaría referirme a cuento de la pintura de Damián Flores. Y es que si la repristinación de la veta más representacional del surrealismo -Tanguy, Domínguez,... - o de algunas de sus orillas novecentistas y futuristas -Savinio...... la de la figuración norteamericana de Wyeth, la del último Derain, la del pop frío y distante de Hockney o de Alex Katz, la de, entre nosotros, Ramón Gaya, y, sobre todo, la de esa mezcla de futuro y pasado que constituyen los tanto tiempo postergados metafísicos italianos, está presente en la mayoría de los pintores de los que hablamos - y a veces un poco abrumadoramente-, también lo está en la cabeza y en el corazón de Damián Flores, cuyas pequeñas, minuciosas y lentas telas a la fuerza deben estar cercanas de las de un Marcelo Fuentes, un Calo Carratalá, un Félix de la Concha, un Rafael Cidoncha, un José Manuel Calzada (tan ausente) o un -pintora tan desconocida y valiosa, desde su casa lagunera- Lola del Castillo. Pero, al igual que en estos casos de indudable autenticidad y sin embargo de manera especialmente transparente, la pintura de Damián Flores sitúa ante los ojos con un fuerte cuño personal algo que no sólo tácticamente es pintura...La pintura de D.F. comparte, pues, determinados rasgos de las tradiciones queridas, por ejemplo, la sensación de extrañamiento propia de las pinturas surrealistas y metafísicas, de misterio, de separación de la realidad con respecto a nuestra conciencia, pero se aparta de aquellas vanguardias su marcado desdén por las operaciones artísticas de carácter táctico. Individualidad, intimidad, poesía son componentes que construyen espiritualmente esas imágenes de cúpulas berlinesas, de fábricas nocturnas, de chimeneas londinenses o de cines madrileños, cuya construcción plástica es impensable sin la revisión vanguardista, la de la geometría y la del retorno al orden, y poco tiene que ver, a decir verdad, con los realismos, al menos conceptualmente ...
Roma-Medinaceli, bifronte mirada la de estas últimas pinturas de D. F., pintor literario cuyas anécdotas narrativas -sus cuadros cantan a la pintura y a la vez cuentan una ficción en germen- se nos muestran sin embargo plásticamente escuetas, esquemáticas, reducidas al mínimo asunto que de una imagen precisa la imaginación para viajar a la irrealidad de los más reales parajes del mundo. © Enrique Andrés Ruiz, Madrid 30-XI-1996 (del prólogo del catálogo para la exposición en Arco Romano de 1997)
1992. El viaje de la pintura Galería El Caballo de Troya, Madrid. 1994. Paseos y ensueños Galería El Caballo de Troya, Madrid. 1995. Paisajes Galería My Name's Lolita Art, Valencia. Luz del Norte Galería Siboney, Santander. 1996. El taller de los sueños Sala El Broncese, Diputación de Cáceres. Roma-Medinaceli Galería Arco Romano de Medinaceli (Soria). 1997. El viaje a Italia Galería Estampa, Madrid. 1998. Nostalgia de la pintura, nostalgia de la modernidad Galería DV, San Sebastián. Color del alma Galería Siboney, Santander. 1999. Once domicilios distintos Galería My Name's Lolita Art, Valencia. 16 itinerarios en un café Café Sojo, Córdoba. 2000. A través del Canal Galería Arco Romano de Medinaceli. Nuestro hombre en La Habana Galería My Name's Lolita Art, Madrid. Oh Lisboa, meu lar Galería María Llanos, Cáceres.
Galería El Caballo de Troya de Madrid. ARCO'94 Galería Siboney de Santander. Sala El Brocense de la Diputación de Cáceres. Galería My name's Lolita Art de Valencia. Galería Columela de Madrid. Galerie L'Homme qui rit de Bruselas. ARCO'95 y 98 Galería Estampa de Madrid. Galería Seiquer de Madrid. Círculo de BBAA de Madrid. Galería Marlborough de Madrid. II Bienal Artes Plásticas Rafael Botí de Córdoba. Juego de Bodegones Galería Guillermo de Osma, Madrid. 2002. XXV Aniversario Galería Arco Romano de Medinaceli (Soria).
- 1992, Certamen Aduana (Cádiz)
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