JOAQUÍN PACHECO

PEATÓN DE MUCHAS CIUDADES

Juan Manuel Bonet

Siempre me gustó el título de un célebre libro de Léon-Paul Fargue: Le piéton de Paris. También aquel otro de Guillaume Apollinaire: Le flâneur des deux rives. Y un tercero, de Louis Aragon: Le paysan de Paris. Joaquín Pacheco ha vivido durante buena parte de los años sesenta y setenta en la capital francesa, la ciudad objeto de esos tres volúmenes mágicos, y allá nos hemos visto en más de una ocasión, en su alto apartamento de la rue des Ecoles, allá lejos y hace tiempo. Sin embargo, y aunque ese paisaje siga haciendo ocasionalmente acto de presencia en su pintura, a este creador que siempre ha ido por libre no lo veo sólo como peatón de París, sino de muchas ciudades, como ese paseante solitario - solitario entre muchos - que retrata en tantos de sus cuadros, muchos de los cuales, en el fondo, pueden ser contemplados como autorretratos sobre fondo urbano, como páginas del diario íntimo de un pintor errante, peatón también de Nueva York, y de Londres, y de Tokio, y de Amsterdam - un cuadro inspirado en esa ciudad, y de atmósfera simbolista, brillaba en su última individual, celebrada en 1995 en la Galería El Coleccionista -, y de Munich, y de Lisboa, y del propio Madrid, una de cuyas verbenas suburbiales le inspiró, en 1954, uno de sus primeros cuadros, de clima, en el fondo, muy 27.

Francis Bacon, Richard Lindner, Edward Hopper. Tres de los dioses tutelares, desde hace mucho tiempo, de Joaquín Pacheco, siempre atento a la historia de la disciplina que practica. Tres de los pintores que más admira, y de los que más ha aprendido. Del primero, referencia básica para él, como para otros expresionistas o neo-figurativos españoles, le impresionó siempre su voluntad de transgresión. Del segundo, un nombre más secreto, dividido entre su cultura natal alemana y la adoptiva norteamericana, su capacidad para convertir en pintura ciertos iconos eróticos. En cuanto al tercero, que supo decir Nueva York como nadie, lo tiene por su maestro en recorridos urbanos, en metafísica, en extrañeza: le enseñó un camino para ir más allá del expresionismo y de la negrura.

Entre las ciudades recorridas por Joaquín Pacheco ocupa hoy un lugar muy destacado Lisboa, donde en 1960 expuso en compañía de Juan Manuel Díaz-Caneja y de Luís García Ochoa, y de la que es tan devoto como lo fue en los años diez y veinte nuestro admirado Ramón Gómez de la Serna, cuya obra ha ido rescatando allá, o en el suelo del Rastro, el lugar del Madrid actual donde más fácil resulta recordar a quien lo cantó en uno de sus grandes libros. Lisboa son, lo comprobamos en esta nueva remesa de cuadros, el plata, el azul y el ocre de su estuario - al último de estos colores hace explícita referencia la expresión con la que los lisboetas designan aquel tramo final del Tajo: "o mar da palla" -, la luz y las nubes atlánticas, las calles trazadas a cordel de la Baixa pombalina, las tiendas antañonas, las paredes de colores leves, una cierta ligereza, una cierta mezcla de felicidad y melancolía, de la que da testimonio el fado.

En la obra de Joaquín Pacheco constituyen motivos recurrentes - para comprobarlo basta con repasar los catálogos de sus individuales o la monografía que en 1976 le dedicó Víctor Nieto Alcaide - los pasajes, las puertas giratorias - o no -, las terrazas de los cafés, los acuarios y muy especialmente los escaparates -aquí mismo encontramos algunos especialmente interesantes, uno de ellos de Munich, con fondo gótico -, en los cuales se reflejan, caleidoscópicamente, los transeúntes, mezclados con los maniquíes, cuando los hay, y con los productos que se ofrecen. Subrayando ese comercio del pintor con tal clase de realidades, a las que se refiere también Nieto, el filósofo italiano Giorgio Agamben lo ve, en el texto que le dedicó en 1971, en el catálogo de su individual en la Galería Fauna's de Madrid, yendo, "como Alicia (...), más allá del espejo". Escaparates con maniquíes: siempre nos hacen pensar en una de las obras maestras solanescas, y también en aquello de Ramón, nuevamente, en una de sus bellísimas cartas a los caballeros pombianos de mediados de los años diez: "la Europa de los muñecos de cera".

Un ámbito aparte, en las ciudades, lo constituyen los museos. Ámbito, en principio - más antes que hoy -, de silencio, de recogimiento, de delectación ante el arte. Joaquín Pacheco elige las estancias museales como motivo de algunos de sus cuadros recientes. Museos imaginarios, compuestos a partir de fragmentos de ciertos museos reales, y muy especialmente del Louvre, y de museos romanos, aunque le falta por descubrir la casa della vita de Mario Praz. Estancias neoclásicas, amplias como plazas chiriquianas, en las cuales las estatuas, figuras de a pie en unos casos, y ecuestres en otros, están colocadas sin demasiado orden y cobran proporciones casi monstruosas, aplastantes, algo que ya sucedía en un lienzo de 1973, Estatuas en la playa. Estancias laberínticas, con puertas lacadas de motivos decorativos dieciochescos y recorridas, ellas también, como la ciudad toda, por peatones desocupados.

Playas, por último. Siempre se ha sentido atraído Joaquín Pacheco por esos espacios de sociabilidad, en torno a los cuales, gran amateur de imágenes fotográficas de todo tipo, y fotógrafo él mismo, ha reunido una asombrosa colección de postales, que ha crecido paralela a otra de curiosa. Si ayer eran San Sebastián o ciertas localidades gallegas, hoy las que pinta son playas lusitanas, con acantilados. Escenarios, por lo tanto, de fondos oscuros. Escenarios, y recortándose sobre ellos construcciones efímeras, sombrillas decó de motivos geométricos y vivos colores, casetas, toallas, que contribuyen a acentuar la sensación de que estamos asistiendo a una representación teatral o a un ballet. ¿Sus protagonistas? Los cuerpos casi desnudos, preferentemente femeninos, que bailan en la luz, sombras chinescas a contraluz, caravaggiescas, frente al espejo del agua, a mediodía, o bajo el último sol rojo del crepúsculo.

He mencionado a Francis Bacon, a Richard Lindner, a Edward Hopper. Ante estos vigorosos cuadros de la playa, sin embargo, ante el baile luminoso de los cuerpos, baile del que también existen bellísimas versiones a la acuarela, pienso más bien en otra tradición, una tradición solar y sureña, uno de cuyos mejores representantes sería Pierre Bonnard, aquel "nabi japonnard" nacido en el Norte, con el que Joaquín Pacheco comparte el amor por el arte, sutil en grado sumo, de las estampas niponas en madera, algunas de las cuales adornan su ático madrileño, mezcladas, en abigarrado desorden, con máscaras africanas, con libros antiguos, con dedicatorias de José Bergamín o de Claudio Rodríguez, con cuadros propios y ajenos, entre los que brilla uno de Caneja, del período final, con monografías sobre pintores ya mencionados en las líneas precedentes, y sobre otros como Edvard Munch, Albert Marquet, Félix Vallotton, Mario Sironi o Giorgio Morandi, con álbumes de postales, con objetos cotidianos e insólitos.

© Juan Manuel Bonet
(Texto del catálogo para la exposición en Sala de Verónicas, Murcia de 1998)

Joaquín Pacheco Reina nació en Madrid en 1934.

Exposiciones individuales:

1956. Galería Abril, Madrid. 1957, Galería Velázquez, Buenos Aires. Galería Abril, Madrid. 1958, Galería Alfil, Madrid. 1962. Galería Montmorency, París. 1964. Galería Katia Granoff, Honfler. 1967. Dirección General de Bellas Artes Biblioteca Nacional, Madrid. 1968. Waldorf Astoria, New York. Escuela de Bellas Artes del Museo de Boston. 1970. Galería Biosca, Madrid. 1971. Galería Fauna's, Madrid. 1974. Galería Biosca, Madrid. 1976. Galería Layetana, Barcelona. Galería Castilla, Valladolid. Galería El Pez, San Sebastián. 1977. Galería Biosca, Madrid. 1978. Galería Bohême, Salamanca. Caja de Ahorros Municipal de Vigo. 1981. Galería Bohême, Salamanca. Casa del Siglo XV, Segovia. 1984. Galería El Coleccionista, Madrid. Galería Fauna's, Madrid. 1986. ARCO'86 Galería El Coleccionista, Madrid. 1989. Galería Siena, Burgos. Galería Fauna's, Madrid. Galería El Coleccionista, Madrid. 1990. Caja de Ahorros de Salamanca, Exposición Itinerante por Salamanca, Valladolid, Ávila, Palencia y Zamora. 1992. Galería El Coleccionista, Madrid. 1995. Galería El Coleccionista, Madrid. 1997. Galería Stadtturm, Innsbruck. 2001. Galería Arco Romano de Medinaceli (Soria).

Ha expuesto colectivamente en diversas galerías, entre ellas:

XXIX Bienal Venecia, II Bienal de París Museo de Arte Moderno de la Ville (París), Bienal del Grabado (Maastrich), Galería María Salvat (Barcelona). 2002. XXV Aniversario Galería Arco Romano de Medinaceli (Soria).

Tienen obras suyas los siguientes Museos y entidades:

Colección del Senado. Colección Comunidad de Madrid. Centro de Arte Moderno Reina Sofía. Colección Banco de España. Museo de Bellas Artes de Alava. Fundación Fundesco. Fundación Juan Manuel Caneja. Fundación Empresa Pública. Colección Argentaria. Colección Banco Santander Investment. Colección Telefónica Publicidad. Colección Unión Fenosa.

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