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ABANCO/Cosas de Soria

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La misteriosa piedra andadera de Covaleda

La "Piedra Andadera", boceto del natural de Antonio Ruiz VegaEn los bosques sorianos de Pinares aún perdura el Grito de Merlín, que sólo es escuchado por algunos privilegiados. Yo estoy convencido de que si hubiera venido por estos pagos el ensayista, periodista y gran viajero de los trasmundos que fue Alvaro Cuqueiro, habría podido oir el lamento de Merlín colocando el oído en la Piedra Andadera e, inmediatamente después, habría gritado de júbilo y recordado al rey Arturo, el rey que fue y que volverá a ser, en cuya tropa, como en las Wildes Heer de Wotan-Odín, me gustaría estar junto a todos los Cunqueiro del mundo el día mítico de la Última Batalla que ganará quien sea el último Avatara, y que traerá consigo la nueva Edad de Oro, en el Eterno Retorno de las cosas cantado por Nietzsche y Miguel Serrano desde Suiza, esa tierra desde la que Jung escuchó una y otra vez el Grito de Merlín, según nos ha desvelado su mejor discípula, Marie Louise von Franz.

La primera referencia bibliográfica que he encontrado sobre la Piedra Andadera se encuentra en el libro "De Covaleda y para Covaleda" (1912) escrito por Angel Terrel y Cuevas: "En medio de "Los pajareros" y la "Majada de la Juana", en la mojonera de la raya de Salduero, hay una piedra grande, de más de 10.000 arrobas de peso, que se apoya sobre la cuerda sosteniendo un equilibrio inestable y que tiene la particularidad de que cuando se ejerce una presión por cualquiera de sus lados se mueve, por lo que a esta piedra se la ha dado el nombre de Piedra Andadera, peña que anda".

Pocos años después volvería a hablar el abad de la colegiata de San Pedro de Soria, Santiago Gómez de Santacruz, en su obra inédita "La meseta numantina en la historia", enmarcando a nuestra piedra mágica en los cultos céltico-celtibéricos a los númenes del bosque. El abad, archienemigo de aquel sabio que se llamó Adolf-Schulten, la situaba en la cumbre del "Paso Marañón", y la describía de esta forma: "...enorme mole de más de 10 metros cúbicos que a modo de campana, a muy poco esfuerzo de la mano del hombre y a ligero empuje del viento, se balancea".

Tendrían que pasar varias décadas hasta que Antonio Ruiz Vega, en enero de 1989, y dentro de su serie "La Soria Mágica" publicada en SORIA SEMANAL, la rescatase del olvido, hiciera alguna mención de ella ("...es una enorme masa de roca en equilibrio semiinestable que cabecea con muy poco esfuerzo") y encontrara cierta relación con la primitiva "Mesa de la Virgen del Almuerzo", en Narros, esa misma localidad en la que los hermanos Alfredo e Isaac Sanquirico, canteros de Covaleda, han dejado muestras de su buen hacer en la casona de la Media Naranja.

Bretos

Pero retornemos a Cunqueiro y sus mundos-trasmundos sentidos-presentidos, en que se confunde el país gallego con el de las dos Bretañas, la francesa y la de la pérfida Albión.
Alvaro Cunqueiro se hubiera sentido en su casa si hubiera estado en Covaleda, sobre todo cuando se hubiera enterado de esa leyenda que hace a los covaledenses descendientes de una familia o una tribu bretona, por lo que aún se les llama bretos...

Incluso Angel Terrel y Cuevas parecía creer en ello cuando señalaba que así parecía sugerirlo la fisonomía de la mujer covaledense (que no la del hombre): "(...) son generalmente pálidas, blancas en cuanto pueda serlo un cutis que sufre las inclemencias del cielo, de ojos rasgados, negros cabellos y rostro oval y descarnado. su nariz aguileña, sus labios delgados y cierta severidad melancólica dan a su fisonomía un carácter igual al de las razas del Norte, origen de sus primeros moradores".

Había, asimismo, una costumbre fúnebre a principios de siglo que impresionó a Angel Terrel y Cuevas, ritual que podría derivarse de ese hipotético origen bretón: "Entre las costumbres de Covaleda hay una muy rara y que parece llevarnos a los tiempos antiguos, me refiero a los enterramientos. Cuando en Covaleda muere una persona es costumbre que sus deudos le acompañen hasta el cementerio demostrando su dolor con acompañamiento de gritos, lamentos y llantos. Esto llama mucho la atención, sobre todo en muchos en que los gritos y llantos son exagerados".

Turdetanos, duracos, bretos o pelendones son las posibles tribus fundadoras de Covaleda. Para el arqueólogo será importante saber con exactitud a cuál de ellas atenerse. A mí me es igual. El fondo céltico es lo que subyace en ellos. Y eso es lo que puede conmover mi alma. Además, parafraseando a Cunqueiro: "Reclamo para la libre fantasía de Dios la Creación, y para la humana imaginación el derecho a inventar Bretaña en Covaleda, caminos, países, vientos y canciones. Y todo es lo mismo, salvo que el hombre añade nostalgia.

Piedra Andadera que no habla

Es una pena que Alvaro Cunqueiro no conociese la Piedra Andadera porque seguro que le habría dedicado un artículo tan nostálgico y céltico como el titulado "La piedra que habla", publicado en EL FARO DE VIGO el 3 de junio de 1962, y recogido en su libro "Los otros caminos".

"Piedra Andadera" en Covaleda Sus primeras líneas nos acercan al misterio de nuestra Piedra Andadera que, por desgracia, no habla, como lo hizo la más famosa de las piedras andaderas de Europa.
Leemos, pues, a Cunqueiro: "Estos días estaba yo escribiendo de la piedra oscilante del santuario de Nosa Señora de Barca, en Muxia, y manejaba dos testimonios de que el ruido de la piedra al bailar es una "fala", y hay memoria de que alguno lo haya entendido, especialmente en la Edad Media, cuando fue utilizada en pruebas judiciales. La piedra decía sí y no, como Cristo nos enseña, y estuvo siempre del lado de los inocentes, bailando bajo los pies de éstos, y dejando oír su ronca voz. Pero de todas las piedras oscilantes de Occidente, la que mejor hablaba, como una persona y en galéico literario, era la piedra de Croclaugh, en el Donnegal de Irlanda. Estaba también vecina de la mar, y la mojaba muchas veces la ola atlántica. Tenía forma de caballo, pero no se dejaba cabalgar más que por perfectos y osados campeones. Fueron sus más célebres jinetes Finn MacCumhail, Conan, Mannahan hijo del mar, Ossian, y el gran constructor y herrero Goban Saor, quien le puso a la piedra riendas de hierro. Cuchulain no la pudo cabalgar, que la piedra se encabritó...".

El relato continúa, pero no seré yo quien desvele el resto de la narración y su final romántico y trágico. Léalo el lector, de primera mano, en el citado libro de Cunqueiro.
¿Habrá alguna leyenda guerrera, brujeril, caballeresca o de otro tipo, sobre nuestra Piedra Andadera soriana, la de Covaleda, en algún pergamino aún sin descifrar o transcribir?. Mucho me placería que así fuera, y si los dioses me benefician con el privilegio periodístico de dar tal noticia, con mucho gusto aprendería - ¡yo que soy tan torpe para la danza y el baile! - los pasos de la "Jota de Covaleda" y de la "Rueda" pinariega para bailarlas en torno a esta mágica roca, cual druida céltico.

Tal vez entonces la Piedra Andadera bailara a mi lado, con lobos aullando y ciervos berreando, mirándonos sorprendidos. Y algún oso pardo quizá retornaría y podría volverse a escribir, como se hizo en el libro de montería de Alfonso XI, que "La garganta de Covalleda es buen monte de oso et de puerco en verano". Con suerte hasta quizá me acompañaran en tan chamánica danza los menhires del "Raso de la Nava", que irían hasta allá arriba volando, como lo hicieron hace milenios los de Stonehenge.

Y que tú, lector escéptico, fueras testigo de todo ello, porque luego, entre todos, compartiríamos una caldereta como la comunal de San Lorenzo, en el bosque o en ese hotel pionero de los Pinares sorianos que rememora a la montaña mágica de la zona, el Urbión, en cuya falda nace el Duero, con cuya agua cristalina y fresca se realizaría guiso y caldo. Y entonces tal vez tú también escucharías el Grito de Merlín.
Que así sea.

En memoria de Alvaro Cunqueiro
El Burgo de Osma, 4 de marzo de 1995

© Ángel Almazán de Gracia
publicado en este número

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