El Paso del Fuego de San Pedro Manrique

 

Quizá a causa del secular aislamiento que ha sufrido esta villa de Tierras Altas no encontramos apenas ningún testimonio de alguna antigüedad que nos hable de sus fiestas. Ni Pérez Rioja ni Nicolás Rabal mientan en sus obras históricas el Paso del Fuego. Tampoco otros autores parecen conocerlo y no es hasta bien entrado el siglo presente que aparecen los primeros trabajos divulgatorios por parte de autores locales, no siendo sino hasta pasado el ecuador de los 50 cuando autores de renombre nacional e internacional se interesen por el tema, entre ellos Caro Baroja.

Por sus circunstancias geográficas, San Pedro Manrique es, a su modo, un Finisterre de secano, donde Soria no sólo linda con otras provincias, sino con otros mundos.

Es sobre las diez de la noche de la víspera de San Juan, cuando se prende fuego a una pira cuadrada de leña de roble mercada por el Ayuntamiento. Antaño era tradición que la leña se trajera del cercano pueblo de Sarnago.

El lugar es el anfiteatro o plaza anexo a la ermita de la Virgen de la Peña. Su imagen apareció sobre un espino que jamás se secaba y pertenece, por ello, y pese a su posterior advocación, al grupo de las Vírgenes del Espino, tan frecuentemente unidas a lugares con presencia templaria. Es muy milagrera y se conservan testimonios escritos de algunas curaciones suyas de gran renombre. Precisamente muchos de los que pasarán el fuego lo hacen debido a promesas realizadas a esta imagen.

Cuando la leña se ha consumido uniformemente, al cabo de hora u hora y media, se comienza a extender con cuidado la alfombra de ascuas. Antes de poner la leña se habrá inspeccionado el terreno para evitar la presencia de piedras u objetos metálicos. La causa de esta precaución es que tales objetos son susceptibles de acumular el calor y quemar los pies de los "pasadores".

El fuego lo pasan sólo los del pueblo. No porque ninguna ley, escrita o no, lo prohiba, ni tampoco porque a nadie se le impida el probar suerte sino porque no abundan los voluntarios foráneos. Los de fuera se queman, suele ser la frase con que acaban todas las discusiones sobre el tema.

Un cura de los de antes de la guerra, quiso pasarlo para demostrar a sus fieles que no había milagro ni prodigio alguno en ello, sino truco o especial artimaña que él había descubierto. Había que pisar, peroraba, de cierta y especial manera que había aprendido de ver pasar a los demás. Y allá fue el Mosén, probando suerte y siendo tenido que llevar a escape al dispensario más próximo donde se le apreciaron quemaduras de tercer grado en los caireles. Una mocita francesa, quizá por aquello de que en su país también la pasaban en tiempos, volvió sola al lugar de autos cuando ya todos habían marchado y trató de pasar la hoguera. A sus gritos de dolor regresaron los sampedranos que hubieron de facturarla a la capital hecha un cristo.

paso del fuegoTambién dicen que no puede pasar la hoguera un sampedrano si está enfermo o hace poco que lo estuvo.

Respecto a la dichosa "técnica", no ha sido el cura-broqueta, el único que ha creído descubrir su truco. Son legión quienes mantienen que basta con pisar fuerte y con los pies bien extendidos pues así, explican, córtase momentáneamente la combustión del cisco y la candente superficie no quema. Todo lo antedicho está bien y tienen incluso sus visos de autoridad científica, pero deja de convencer cuando se está a unos dos metros de la hoguera, más cerca no se aguanta, y se siente su más que sofocante calor.

Ahora bien, los sampedranos pasan: solos, con sus mujeres o con sus amigos a hombros, pero pasan. También las mozas, si bien son rara excepción. Dase también en la actualidad una fea costumbre, que nada tiene de ancestral, que consiste en pasar a lomos de sampedrano al gobernador y jefe provincial. Sería muy distinta cosa si el mandamás pasara él mismo a pie desnudo la hoguera, cosa que suele hacer el alcalde de la villa. Sería entonces cuando el prefecto habríase ganado a pulso el derecho a gobernar a todos los sorianos.

© Antonio Ruiz Vega

 

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