LA SORIA MAGICA Y LEGENDARIA

La Pinochada de Vinuesa

 

El origen de la villa de Vinuesa por fuerza ha de ser muy antiguo. Citada por varios autores entre las ciudades de los Pelendones, tiene en la actual Beçançon francesa su ciudad hermana. El nombre remoto de Vinuesa fue "Visontium" del que no hay ni un paso al de "Vesontio" que fue el de Beçançon. No olvidemos que de la Aquitania provenían los "belendi" o pelendones, los que sin duda dieron su nombre a Vinuesa. Quizá provenían de la actual Beçançon y, con la costumbre clásica de todo invasor, dieron a sus nuevos hogares el nombre de la ciudad de donde provenían. ¿Fueron acaso en el pasado tanto Vinuesa como Beçançon ciudades totémicas del "Bisontium" o bisonte europeo?. Extinguido en la actualidad, pero sin duda abundante poblador de los bosques célticos, en compañía del mítico "Auroch" o Uro, lejano antecesor fósil del toro de lidia. O, ¿Tal vez Vesontio y Visontium pertenecieron a tribus o clanes fundados bajo la advocación de este animal?. Probablemente, nunca lo sabremos.

Quizá tampoco nunca sepamos a ciencia cierta el verdadero origen de la fiesta de Vinuesa que se realiza en agosto: LA PINOCHADA. Sobre ella se han tejido más de una hipótesis; sin olvidar las explicaciones historicistas que son, al menos, dos. Como en otros casos, la fiesta va evolucionando con los años y es conveniente ceñirse a documentos o testimonios cuanto más antiguos mejor.

No es excesiva la bibliografía que sobre estas interesantes fiestas puede consultarse. Hay unos párrafos de Rabal, un trabajo de E. de Ontañón, que conocemos a través de Julio Caro Baroja y una crónica de Mariano Granados. El más antiguo es el de Rabal, pero el más completo es el de Ontañón, al que nos ceñiremos principalmente.

En aquel tiempo (1934) existían dos cofradías que aún duran, la de San Roque y la de la Virgen del Pino, pero que entonces tenían un carácter marcadamente militar. Enlazaban por tanto con las otras soldadescas que hubo y aún hay en Soria: la de San Saturio, la de Medinaceli, la de Morón de Almazán y la de Romanillos.Sin olvidar, quizá, la más importante de todas: la de Iruecha. Como allí, en Vinuesa también se bandeaban o corrían unas banderas que algún parecido guardan entre sí. "Capitanes", "Alfereces", "Sargentos" y "alabarderos" eran los cargos que se repartían los cofrades. Tras una misa solemne salían las "Huestes armadas con pinochos, aunque algunos enarbolaban también las espadas, rodelas, sables de Carlos tercero, espadines enmohecidos y antiguas alabardas adornadas con cintas de colores, a las que hoy llaman "Bengalas". Todo esto no lo vemos ya hoy.

Imagen de San Roque Casadas y solteras toman posiciones en la plaza, presidida por el descollante Mayo. Las cónyuges se afiliaban en masa a la cofradía de La Virgen del Pino, mientras que las núbiles lo hacían a la de San Roque. Santo este último milagrero y equívoco: patrón de leprosos y apestados, pero también santo "iniciático" que suele mostrar en cuantas imágenes lo representan su rodilla desnuda, símbolo esotérico por excelencia, mientras que su mano señala un bubón, estigma pestífero, sí, pero también clave alquímica del saber oculto.

En 1934 las célibes solían ser abrumadora mayoría y sus marciales escuadras llenaban casi toda la plaza de Vinuesa. Pero las casadas tenían la ventaja de contar con la mágica protección de la Virgen del Pino, a la cual visitaban poco antes de comenzar la batalla, y cuyo costén impetraban. A la salida de la parroquia volteaban los abanderados sus vistosas banderas multicolores. De inmediato, las respectivas bandas, que acompañaban en todo momento a las cofradías, atacaban con ímpetu himnos guerreros, llamando a la batalla sin cuartel. Iniciaban entonces ambos bandos movimientos de ritual, simulando atacarse, pero limitándose en la práctica a "asestarse unos cacharrazos sobre la rodela que sirve de tapadera a cada grupo". Ontañón veía en esta pantomima "una especie de danza guerrera, que sugestiona a los ejércitos femeniles que esperan la orden de batalla". Hoy podríamos aventuar que quizá aquello fuera un conato de "brokel-dantza", similar tanto a las euskérikas como a las danzas celtíberas de San Leonardo. Tras estas carantoñas entre casadas y solteras, ambas rompen sorpresivamente filas y se arrojan, pinocho en ristre, sobre los hasta ahora expectantes hombres. Los cuales, lejos de plantar cara a la agresión, fingen huír a la carrera, con lo que los "pinochazos" van cayendo sobre sus respectivas retaguardias. Era y es tradición que al recibir el castigo, la dama dijera al caballero: "¡De hoy en un año!", a lo cual éste respondía "¡Gracias!", en lo que podríamos ver una alusión al carácter excepcional de esta supremacía femenil, Sólo concebible en una fecha aislada del año y que sólo volverá a darse de nuevo dentro de un año. De lo que da gracias el varón.

Había un matiz libertario y, pese a la fecha, carnavalesco en el hecho de que las visontinas la emprendieran a pinochadas con el primero que pillaban pues, nos dice Ontañón, que de tales zurriagazos no libraban "autoridades, ni uniformes, ni eclesiásticos".

Abuelo y pequeña piñorra visontina con un "pinocho" Es opinión generalizada que los cofrades de San Roque representan en la primera escaramuza a los enemigos de Covaleda mientras que en la segunda batalla, quizá más importante, se prescinde de las cofradías y los bandos se dividen ateniéndose únicamente al sexo. También a propósito de esta segunda batalla, se ha hablado de un renacer temporal y episódico del matriarcado, primitiva forma de gobierno de la humanidad prehistórica que suele ser objeto de fiestas y tradiciones, como la de Zamarramala.

El origen histórico de estas batallas se remonta a la Edad Media y hace mención a una disputa entre Vinuesa y Covaleda. El origen puedo estar en la posesión de una imagen sagrada de la Virgen María aparecida sobre un pino sito en terreno visontino, pero cuyas ramas se adentraban en tierra de los "bretos", que así se llama, con matiz a veces cariñoso y otras veces despectivo, a los habitantes del vecino Covaleda. Otros autores, más prosaicos ellos, dan como motivo de esta vieja rencilla una falta de acuerdo en las mojoneras que limitaban los respectivos términos. Fuera una u otra la causa, hemos de imaginar que esta reyerta entre sorianos y hermanos pinariegos no hubo de ser en exceso cruenta y muy posiblemente se librara con las mismas armas con que actualmente se celebra La Pinochada: ramas de pino.

Fue el caso que los "bretos", más numerosos entonces y aún ahora, que los visontinos, iban ganando terreno y parecía que la Virgen habría de caer en sus manos. Mas no sucedió tal cosa, pues en medio del fragor de la lid, y de los recios verdascazos propinados por tirios y troyanos, acudieron mesnadas de refresco. Eran las mujeres de Vinuesa que, arremangadas las sayas, atravesaban los brezales a la carrera, sujetando en sus blancas manos los verdes pinochos, prestas a reforzar las enflaquecidas líneas de sus hijos, maridos y hermanos. Con esta nueva tropa, los de Vinuesa dieron unas cargas y batieron a los "bretos" en toda la línea, quedando en breve dueños del campo de batalla y tomando solemnemente posesión de la pequeña pero valiosa imagen de la Virgen que, desde aquel día, se llamaría "del Pino" y que hoy se conserva y se venera en la parroquia de la villa.

A causa de estos hechos cuasi-mitológicos o quizá a otras riñas ya olvidadas, lo cierto es que una añeja hostilidad ha quedado latente entre Vinuesa y Covaleda, que aún se consideran rivales y pugnan ambas en alzarse con el liderato de la zona pinariega.

© Antonio Ruiz Vega
La Soria Mágica. Fiestas y Tradiciones Populares

 

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