Guía de La Soria Mágica

 

El 11 de noviembre de 1987 participé en la mesa redonda sobre Soria Mágica, Románica y Templaria que organizó la Casa de Soria en Madrid, creo interesante, dado el tiempo transcurrido, publicar el texto de mi intervención, para porticar un trabajo más amplio sobre este tema, la Guía de la Soria Mágica, que apareció en la prensa soriana de los 80/90 del siglo pasado y que quizá vea la luz algún día en forma de libro.

Aunque he de asumir la parte que me toca en la génesis de lo que luego se ha llamado SORIA MAGICA, no pretendo por ello convertirme en su cronista. A pesar de lo cual, mucho me temo, sea inevitable aportar algún dato histórico al respecto. Antes de la Soria Mágica hubo, desde luego, la España Mágica, y sería difícil dirimir quien fue el primero que acuñó el término, aunque el concepto no estaba en absoluto por descubrir ya que lo mágico ha sido un elemento consustancial de lo español mucho antes de que el propio nombre de España (según Americo Castro, un epíteto que nos endosaron los provenzales) existiera.

Pero el redescubrimiento de esa España arcana está, por fortuna, íntimamente unido a Soria. Tanto Fernando Sánchez Dragó como Juan García Atienza han tenido, y tuvieron todavía más en el pasado, una gran relación con Soria.

Los santos imposibles, de Atienza, aparecido en el año 1976, descubría ya muchos aspectos insólitos de la Tierra de Soria, aunque, en verdad, estos habían sido ya descubiertos y destacados por Juan años antes en una serie de artículos escritos para la prensa soriana, que permanecieron inéditos.

Fernando Sánchez DragóMás tarde Fernando Sánchez Dragó, con su Historia Mágica de España profundizaba en lo soriano de un modo muy especial, y hay que decir aquí que el Gárgoris fue concebido, y en buena medida redactado y escrito en el piso que Fernando tenía y tiene en el Collado soriano. Recuerdo el verano del 74, cuando pude leer los primeros borradores de este libro y de cómo me di cuenta entonces que algo se cocía allí, algo nuevo y a la vez profundamente hundido en la más arcana tradición.

En cuanto al florecimiento en sí de la Soria Mágica hay que retrotraerse a los primeros 80. Hitos importantes son la edición de La meta secreta de los templarios, libro de Juan García Atienza que trata extensamente de las posesiones templarias en Tierras de Soria y que provoca en una serie de jóvenes sorianos una verdadera pasión por lo templario que se plasmó en la aparición por las calles de Soria de una serie de pintadas que reivindicaban una SORIA MAGICA Y TEMPLARIA. Obras posteriores de Atienza ahondarán en este camino.

A principios del año 1981 obtengo el premio Numancia en su categoría de periodismo otorgado por la Diputación Provincial por un largo artículo publicado en la desaparecida revista MUNDO DESCONOCIDO. Se titulaba La sierra de los Siete Infantes, una ruta mágica y en él, partiendo de investigaciones previas de Juan García Atienza en la burgalesa y riojana sierra de la Demanda, recorría los lugares que la leyenda señala como hitos del paso de los siete infantes de Lara en su viaje hacia la muerte. Así la sierra del Almuerzo y su dólmen, la sierra del Madero con sus ruinas templarias de San Adrián, los despoblados "malditos" de Masegoso y Castellanos, Trévago, Suellacabras (con su insólito San Caprasio), etc.

De esta época es también la edición del mapa titulado LA SORIA MAGICA Y LEGENDARIA (el que surve de fondo y portada en estas páginas), en el que se recogían los puntos más descollantes de esta geografía insólita. Otro hito histórico es la edición de un número especial de la revista VIAJAR dedicado a Soria (también un suplemento de PUEBLO apareció por aquel tiempo), titulado A Soria por todas partes, y en el que se incluían artículos de Dámaso Santos Amestoy, Fernando Sánchez Dragó, Nestor Luján y otros, entre los que se encontraba quien firma estas líneas. Creo, y se me perdonará la relativa inmodestia, que aquel número hizo más por el turismo soriano que todas las mesas redondas, charlas, patronatos o mancomunidades que han intentado algo en este sentido. Es una opinión.

De esta época es también la famosa polémica Variante Sur-Variante Norte, en la que, curiosamente, muchos de los artífices de la Soria Mágica hicimos causa común contra toda la clase política en bloque. Apostando por la Norte, desde luego, que venció. Ahí están los artículos de Dragó en El País, (¡Qué horror, qué inmenso error!) y que atacaba duramente al entonces ministro de Cultura, De la Cierva. También Atienza, Santos Amestoy, yo mismo, y desde luego un buen montón de sorianos. Por cierto que luego esta polémica trató de adjudicársela el PSOE, el cual, partidario de la Variante Sur, sólo tuvo un cambio de postura tardío y oportunista.

Otros hitos de este devenir fueron las visitas a Soria de José María de Areilza de Ernesto Giménez Caballero.

Areilza vino a conocer algunos aspectos insólitos de Soria y yo le serví de guía. Así la ascensión a la sierra del Almuerzo, para conocer la famosa losa de los Siete Infantes, donde la tradición quiere que se distingan las huellas de platos y cucharas de los infantes, y que era uno de los puntos fuertes de la ruta mágica que yo describía en mi artículo de Mundo Desconocido, motivó otro de Areilza en la tercera de ABC, verdaderamente notable y en el que se concedía carta de existencia a eso que luego ha sido objeto de algunas bromas, la escuela dragónica.

Años después José María de Areilza accedería a prologar amablemente mi libro La Soria Mágica: Fiestas y tradiciones populares y participaría en otra mesa redonda sobre la Soria Mágica con motivo de las Jornadas de Soria en Madrid del año 1985, de las que luego hablaremos.

Ernesto Giménez Caballero pasó también por Soria y se impregnó de la magia soriana de la mano de Fernando Sánchez Dragó y de la mía. Soria le debe páginas llenas de admiración, como en su libro Retratos Españoles, que fuera Premio Espejo de España, y más tarde intervenciones radiofónicas llenas de profundidad o una entrevista que le hice para Soria Semanal y en la que decía que Soria es el germen de la Independencia y de la Libertad. Curiosamente esta idea de Soria como heterodoxia e iconoclastia, que según Caballero se manifiesta en un verdadero continuum histórico que va de la gesta de Numancia al filósofo Julián del Río y que podría prorrogarse hasta los actos de rebelión contra la Variante Sur o el Centro de Investigación Nuclear, sirve para completar de algún modo el espectro de la Soria Mágica ya que, en efecto, sin este factor levantisco no podríamos comprender en modo alguno lo soriano, y es curioso que esta esencia la haya puesto de relieve alguien que, como Giménez Caballero, pasa por ser una de las figuras señeras del pensamiento fascista español. Claro que habría que aclarar que Ernesto fue un fascista, sería mejor decir un precursor del fascismo con su libro Genio de España, terriblemente heterodoxo y sui géneris.

Porque, aunque suene a paradoja en una provincia que pasa por ser de las más conservadoras de España, lo cierto es que Soria, a lo largo de su historia, ha sido una verdadera llama libertaria, y ahí están sus pensadores e intelectuales para demostrarlo. Incluso los más azules, como Yagüe o Dionisio Ridruejo, fuero disidentes del sistema y antepusieron siempre su fuerte individualismo a la férrea disciplina del régimen.

Y esta Soria es, al cabo, heredera de la Celtiberia que tuvo su cabeza en Numancia y a la que los historiadores llamaron Robur Hispaniae, es decir, corazón o nervio de España, pero también Natio rebelátrix, es decir, nación rebelde.

Ese matiz de disconformidad hace que siempre que se nombra a la Soria Mágica, y yo aún diría que a la Soria a secas, se produzca la polémica y eso ha contribuido, quizá, a radicalizar el concepto.

Puede que a causa de lo agrio de la polémica, o puede que debido a otras causas pero la gente que luchábamos por la Soria Mágica, que era una forma de luchar por Soria, nos fuimos radicalizando y recuerdo que en las famosas Jornadas de Soria en Madrid del año 85, al presentar la mesa, en tantas cosas parecida a la actual, sobre la Soria Mágica y en la que figuraban Atienza, Dragó, Luis Carandell, José María de Areilza y el torero José Luis Palomar ya señalé las reivindicaciones históricas que Soria tenía planteadas, como su pasada desmembración territorial en favor de La Rioja y Guadalajara y, más recientemente, su inclusión por narices en el ente castellanoleonés, levantado sobre las ruinas de Castilla la Vieja

Y es que hablar de la Soria Mágica es, sobre todo, levantar el telón de los tópicos manidos y reiterados, si es que algún tópico no merece estos calificativos, y descubrir la verdadera Soria. Lo mismo que decimos Soria Mágica, podríamos decir Soria Oculta o Soria Esencial. En suma: se trata de redescubrir Soria. Porque la Soria Mágica, no es ningún invento de nadie aunque a veces digamos en broma que la hemos inventado entre unos cuantos.

Y es que ese carácter insólito llega hasta socavar los pilares más profundos del sorianismo convencional. García Atienza mantiene que nuestro santo patrón, San Saturio, pudiera haber sido en su origen la imagen de un bafomet templario, en lo que no le acompaño, pero por mi parte estoy seguro que Saturio es el más euskérico de los santos ya que su nombre apenas encubre un ZATARAIN vasco y algunos autores de la antigüedad, como Pedro Tutor y Malo nos dicen que predicaba a los celtíberos en su lengua, que no podía ser otra sino un dialecto ibérico directamente emparentado con el euskara y similar a la lengua incógnita de que nos hablara Tácito en el episodio del Termestino.

Este episodio ha sido citado por José María de Areilza y más tarde por Fernando Sánchez Dragó en su Gárgoris a propósito del tema de la España Antigua. El termestino no fue sino un anónimo habitante de la ciudad arévaca de Tiermes que audazmente acometió y mató de un sólo golpe de espada al pretor Lucio Pisón cuando circulaba por un camino de la comarca. El termestino huyó a caballo, pero perseguido de cerca abandonó la cabalgadura y se internó por los bosques. Los romanos llevaron el caballo por las aldeas. Y así conocieron a su dueño, que fue detenido y atormentado para que declarase a los cómplices.

Herrumbrosas lanzas numantinasEl termestino, con voz alta, y en lenguaje de su tierra, gritó que en vano le preguntaban, que habían sido todos y que estuvieran sus compañeros presentes y le vieran que ningún dolor sería bastante para sacarle la verdad. En medio del tormento hizo tanta fuerza que se soltó de los que le tenían asido y se dio tal golpe con la cabeza en una piedra que expiró.

Volviendo a San Saturio, hay que decir que predicó en Armentia (Alava), donde si bien hoy, ikastolas aparte, se habla un fluido y correcto castellano, sin duda en los tiempos de Saturio se habló vascuence del más cerrado, por no mencionar a su discípulo predilecto, San Prudencio, hoy patrón de Alava.

Y el mismo nombre de Soria vendría del vascuence, según una buena porción de autores, incluido Garibay, ya que el cerro del Castillo se hubiera llamado originariamente ORIA, que en euskara quiere decir verde o amarillo, y la ciudad edificada a sus plantas se llamaría Sub ORIA y luego Soria... Y si no, prestamos crédito a la antropóloga norteamericana Chesley Baity que afirma que el nombre de Soria es sánscrito y denomina a alguna ignota divinidad relacionada con los cultos al fuego y al toro y nos ilustra su teoría con una buena porción de nombres similares a Soria, e incluso con algún otro SORIA idéntico al nuestro, desperdigados por un largo itinerario que va desde la India a la vecina Italia...

Porque la heterodoxia nos socava por todos los frentes. ¿Acaso no tuvo Sor María de Agreda que bregar con la Inquisición?, pues pretendía la Venerable, y con ella buena parte de sus contemporáneos, que por las noches, en cuerpo astral, acudía a la baja California a catequizar a los indios xumanas. De lo que hay un centón de datos que lo atestiguan y lo que vino realizando durante décadas.

¿Porqué, entonces –se me dirá- Soria tiene fama de lo que tiene y no consigue sacársela de encima? En parte porque es poco conocida, en parte porque atraviesa una larga etapa de decadencia y ésta no es sólo económica o poblacional sino que, por desgracia, afecta también a sus pensadores. Basta volver la vista atrás, a pocas décadas vista, para encontrarnos con un plantel de intelectuales como Mariano Granados, Bernabé Herrero, Leopoldo Ridruejo, Pedro Chico, José Tudela, Gervasio Manrique, los hermanos Gaya, Clemente y Fernando Sáenz Ridruejo o Clemente Sáenz padre, para darnos cuenta de la actual escasez de primeras figuras de la cultura soriana y del pesebrismo y ramplonería que parece inundar a las nuevas generaciones en las que no logro atisbar una brizna de sincero interés por Soria y lo soriano, sino un sanchopancesco afán por el medro y la carrera personal. Es en este caldo de cultivo donde han encontrado cobijo y apoyo las medianías y los tópicos, aliñado todo esto por la ataraxia de 40 años de franquismo. A fuerza de repetir los cuatro lugares comunes de Machado, la mantequilla, el frío, etc. etc. han conseguido no ya que en el resto del país se tenga a Soria por una provincia y una ciudad ñoña, pacata y engreída sino que los sorianos mismos lleguemos a comulgar con estas y otras ruedas de molino.

La Soria Mágica, y repito que lo de menos es el nombre, trata de pulsar el verdadero fluir inmemorial de esta tierra que ahora llamamos Soria pero que, en esencia, es la Celtiberia, es la Castilla más pura y más vieja y merece una suerte mejor que a la que se la está abocando día a día.

Portada románicaAparte de esto hay que decir que esta nueva visión de Soria, insisto, es más real que la cotidiana, puede ser una óptima materia para dar a conocer a Soria frente al turismo exterior. Por lo tanto, que no se insista más en los yermos y roquedas, proscríbanse los olmos sifilíticos de Machado. Hay otras Sorias, las boscosas y umbrías, las que vibran en el estío, repletas de danzas y canciones (el cancionero de Kurt Schindler, recopilado en la década de los 30, recoge casi la mitad de su corpus de España y Portugal en Soria).

Hay que decir al turismo que en Soria no sólo está la tumba de Leonor sino que hay la vida y la alegría de los Sanjuanes, la vibrante armonía de su románico y su gótico, sus bosques y ríos, sus picos y montes, sus fiestas, sus costumbres, que son ruidosas y alegres, su talante más bien liberal y llano, y un cierto equilibrado savoir faire que no se da así como así en todos los lugares de la Piel de Toro.

Para ver esta Soria basta abrir los ojos y mirar, pero sin las orejeras que se nos ha querido poner desde la infancia. Como decía Fernando Sánchez Dragó: A Soria por todas partes, por todas partes se llega...

© Antonio Ruiz Vega
 

Los niños de Caltojar
Retratos españoles
(Bastante parecidos)

Ernesto Giménez Caballero

Un niño perdido, Picasso, y reencontrado en Caltojar por otros niños. Sorianos. Sí. Al visitar no hace mucho y antes de llegar el Guernica a España el pueblecito soriano de Caltojar acompañado por Sánchez Dragó, nos quedamos estupefactos al contemplar que todo el pueblo en sus blancas paredes transformadas en lienzos de cal era un completo museo picassiano. Repintados por criaturas proyectando diapositivas e iluminándolas después como prodigiosas calcomanías. No creo que se haya ofrecido superior homenaje al pintor que hubo de marcharse de España por incomprensión. Quizá porque el Cubismo era una pintura infantil en sus planos y colores. Una pintura de primitivos como son los niños y eran los fetiches negros que entonces también se pusieron de moda. El arte naif y originario.

En Caltojar ya el Guernica peraltado cerca de la Iglesia parecía su retablo evadido a la vía pública y como santificado por la inocencia de las manos niñas que lo estofaron cándidamente. Y ante el que uno sentía impulsos de santiguarse. El famoso Toro del cuadro era como los del friso prehistórico de Valonsadero. El arte de Picasso resultaba así rupestre, de auténtico primitivo. Y más que original: originario. Iberizado. Eterno.

 

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