El
cañón del Río Lobos puede que sea, dentro de la geografía mágica de la
provincia de Soria uno de los puntos más conocidos.
No era así hace 30
años, cuando lo conocí, y cuando, el acceder hasta él representaba todavía
una pequeña y agradable aventura. Por desgracia este exceso de conocimiento
puede llegar a ser profundamente desagradable a la vista del actual estado
de deterioro ambiental. Hay quien opina que los grandes bienes artísticos y
culturales de la humanidad, como la cueva de Altamira, Lascaux o incluso
este cañón, deberían ser accesibles sólo a las elites. Coincido con esta
postura siempre y cuando estas elites no sean económicas, eclesiásticas,
académicas o políticas, sino espirituales. Es decir, a la postre, accesible
a quien de verdad tenga un gran interés en su contemplación. Para determinar
quién merezca o no gozar de estas maravillas la solución sería muy sencilla:
quitar toda facilidad en su acceso. Prohibir, como se ha hecho, el paso de
vehículos. Quitar, si hace falta, el puente, casi simbólico que de todas
formas suele llevarse con sabia y pasmosa facilidad y frecuencia la riada.
Quien sabe si alambrar el acceso o minar la pradera…
Aunque quizá esto
atraería a multitudes de recordsmen especialistas en deportes de alto
riesgo, atraídos por afrontar el reto e inscribir sus nombres en las paredes
de la ermita. En serio, pocas o ninguna solución veo a este problema que es
un poco el de todos los lugares mágicos.
En
cuanto a la ermita de San Bartola, decir que es casi un lugar común el
afirmar tranquilamente que es la de San Juan de Otero. Pero, en realidad, no
hay ninguna razón sólida para determinar tal cosa. Que se sepa esta ermita
siempre se ha llamado de San Bartolomé o, más familiarmente, de San Bartola.
Los que afirman lo contrario se basan para ello en el documento recogido por
Campomanes en sus célebres Disertaciones históricas… en el que se
habla del Convento de San Juan de Otero, sito en el obispado de Osma y que
sería uno de los 12 de mayor importancia para la Orden de España. Esta sería
una razón más para disentir de esta identidad ya que San Bartolo es una
ermita de medianas dimensiones y nunca un convento ni mucho menos de los más
importantes de la orden en España. Esta sería una razón más para disentir de
esta identidad ya que San Bartola es una ermita de medianas dimensiones y
nunca un convento ni mucho menos de los más importantes de la orden. Algunos
quieren que sólo es la ermita del desaparecido convento, pero eso es muy
difícil de demostrar ya que no hay por los alrededores ruina susceptible de
pertenecer a tal convento ni es susceptible de pertenecer a tal convento,
pero eso es muy difícil de demostrar ya que no hay por los alrededores ruina
susceptible de pertenecer a tal convento ni es comprensible que se hubiera
destruido, quedando la ermita en un estado de conservación como el actual,
que es óptimo.
Pero
aunque no fuera así, hay un dato determinante: San Bartolomé no está en
ningún Otero o elevación de terreno, sino en un valle o cañón profundo.
Claro que algunos han tomado esto como un símbolo esotérico: se hablaría de
un Otero en sentido simbólico, es decir, un lugar espiritualmente elevado.
Francamente, creo que es ir demasiado lejos en el camino de las
elucubraciones gratuitas.
Opino que esta
apresurada identificación de San Juan de Otero con San Bartolomé parte de un
momento histórico en el que la investigación sobre las encomiendas
templarias en la provincia estaban en mantillas. Se conocía, aparte de esta
ermita, San Polo, que no era más que una pequeña capilla en ruinas. Así
parecía como el enclave más importante el del Río Lobos. Mas esta es la
fecha en la que he logrado identificar un total de 15 enclaves o lugares con
tradición templaria, muchos de los cuales tienen mejores razones para ser
candidatos a la denominación de San Juan de Otero. Quizá el que más sea el
de San Juan o de la Trinidad, cerca de Matute de la Sierra, que está
ciertamente sobre un otero o colina y que aparece en el mapa de Tomás López
con la signatura Fue de Templarios.
Pero, con todo, no
es posible discutir la importancia esotérica de este enclave templario, sin
duda unido con el más importante localizado en el castillo de Ucero.
Como han dicho
algunos, San Bartolo tuvo que ser un lugar secreto, dispuesto para alguna
ceremonia iniciática o mágica de los heterodoxos mílites del Temple. Es muy
significativa la elección de este lugar, cercano a una falla geológica (la
de San Leonardo), junto a una cueva que claramente tuvo una utilización
religiosa en el más remoto pasado y en un paisaje que por su misma esencia
invita al recogimiento y la abstracción mental.
El
mensaje de las piedras que ofrece a la vista la ermita es de una gran carga
esotérica. Se han descifrado algunos de sus mensajes, pero otros quedan por
descubrir. El edificio marca una etapa de transición entre el románico y el
gótico, es casi contemporáneo del de San Polo, en Soria, también de origen
templario. Se plantea sobre un esquema románico, pero se resuelve ya con
elementos tomados ya del protogótico. Se construyó allá por el siglo XIII,
cuando el Temple alcanzaba su mayor extensión y consolidación por todo el
mundo. Lo que más llama la atención al visitante es el óculo pentacular
invertido que aparte de ser testigo de una influencia decorativa árabe
simboliza la parte negativa o maléfica del conocimiento. Los canecillos de
los aleros esperan aún una lectura de conjunto, aunque denotan influencias
alquímicas y astrológicas. Aparecen los gemelos de Géminis, el Lobo, que da
nombre al Cañón y que quizá sea una alusión al dios céltico Sucellus. Pero
lo que más sorprende es un canecillo representando el tridente de Neptuno, o
la pata de la paloma, símbolo universal que encontramos también inscrito en
las piedras del muro por los maestros canteros y, lo que arroja luz sobre
esta superposición de cultos, en lo más profundo de la cueva, junto a otros
símbolos magicistas inscritos en la roca por los hombres que en ella
habitaron a finales de la Edad del Bronce.
Curiosamente
son estas características que parecen repetirse. Así la estructura: ermita
medieval junto a cueva neolítica, similitud de motivos mágicos en ambos
centros religiosos se da, al menos, en otros dos casos. En Burgos, en la
cueva de Ojo Guareña, cuya entrada está tapada por un templo cristiano en
cuyas paredes aparecen pinturas con símbolos triangulares idénticos a los
hallados en la gruta y de milenaria datación. Y en Soria, en la ermita de la
Santa Cruz, entre Miño y Conquezuela y que quizá debe su nombre a los
grabados prehistóricos que decoran la cueva sagrada que se abre a sus
espaldas. Algo similar sucede en la ermita mozárabe de San Baudelio de
Berlanga.
Todo el cañón parece
haber sido testigo de manifestaciones espirituales pretéritas, no hay más
que ver las pequeñas oquedades que taladran los muros del valle y que muy
bien pudieran haber sido viviendas eremíticas. Algunas de ellas están
enriquecidas con pinturas rupestres de la primera edad del Hierro (Cueva
Conejos), otras tienen sepulturas quizá de antiguos cenobitas.
Más arriba de la
ermita, aguas arriba del Río Lobos, está el castro celtíbero de Billido,
datable en el siglo IV o III antes de Cristo.
San Bartolomé o
Santo Tomé es un santo bien popular en tierras sorianas. Muchas son las
ermitas fundadas en su honor, así como capillas e incluso una cuadrilla
sanjuanera soriana lleva su nombre.
En clave esotérica,
San Bartola está emparentado con los mitos serpentarios. Se le representa a
menudo compartiendo su capa con los pobres y se sabe que fue martirizado
arrancándole la piel. Es decir, puede cambiar de piel como los ofidios. Para
aumentar este carácter ocultista la tradición quiere que este Santo
predicara en la India. Algo tendría, desde luego, de heterodoxo, cuando los
cátaros o albigenses del Languedoc, que fueron quemados como herejes en
Montsegur, le adoraban el 24 de agosto en los montes occitanos.
Este
mismo día tiene lugar en el cañón del Lobos una curiosa ceremonia. De todos
los pueblos de la mancomunidad (pues el valle pertenece a los pueblos
limítrofes que lo adquirieron) llegan peregrinos a pasar el día. En las
praderas y por la explanada frente a la ermita se montan puestos de
chucherías y juguetes, cerámicas, etc. Hay un ambiente de gran animación. Se
saca a la virgen y se la pasea por la breve pradera, bajo la formación
rocosa llamada Ventana del Diablo. A cada pocos pasos se vuelven a
subastar las andas, así hasta que se da la vuelta completa y se regresa a la
ermita, a guardad a la Virgen. La imagen no es antigua ni de gran interés.
Lo verdaderamente importante viene después, tras la comida que se celebra
comunalmente bajo los inmensos árboles de la pradera (bueno, cuando todavía
estaban vivos…). Se habla de bodas y dotes para el año entrante. Suponemos
que con la libertad sexual creciente estas deliberaciones tendrán un
carácter confirmatorio más que decisorio, pero en el pasado sin duda los
padres decidían por su cuenta el destino de los hijos atendiendo, quizás, a
razones más prosaicas que la mutua atracción.
La motivación de
esta ceremonia tiene, por lo tanto, un carácter atemporal y quizá se reunían
ya en la Cueva de los Grajos los anónimos autores de los grabados que
aparecen en sus paredes…
El río Lobos se une
con el Ucero al final del cañón, donde muere el camino que viene de San
Leonardo llamado de la Galiana y junto a la entrada de una cueva que lleva
el mismo nombre. Muchas cábalas se han hecho sobre este nombre que muchos
creen vendría de Galia por conducir, según se mire, a Francia. Aquí
si que cabría decir eso de que todos los caminos llevan a Roma, o a la
Galia…
En este tramo del
río Ucero, entre el puente donde se encuentra con el Lobos y el pueblo de
Ucero se dan aún buenas truchas, aunque apenas remedo de cuando se podía
decir: proporciona la pesca
de exquisitas truchas, las mejores acaso de España, tanto que se han llevado
para casta al río de la Granja de San Ildefonso.
Cerca del pueblo
de Ucero y bajo la sombra de su castillo, existe en la actualidad una
próspera piscifactoría. Sabiendo los hábitos alimenticios de los templarios
y su habilidad demostrada en la construcción de estanques y obras
hidráulicas realmente no resulta muy difícil suponer que en este tramo
fluvial, centro neurálgico de la actividad templaria, en la zona pudo haber
algún tipo de estanque predecesor de la actual industria, quizá en el mismo
sitio que la actual. Un pasadizo de regulares proporciones baja desde la
fortaleza a la orilla del río.
Por Ucero pasaba
también el Camino de Santiago, o mejor sería decir una de las ramificaciones
que entroncaban con este camino iniciático. Tres eran los afluentes sorianos
que desembocaban en el gran venero romero. Uno de ellos seguía la ruta de
Soria, Toledillo, Bidones, Villaverde, Herreros, Abejar, Cabreras, Navaleno,
San Leonardo y Ucero, yendo a parar al Burgo de Osma, donde confluían otros
caminos que desde allí partirían a buscar el camino general.
Se sabe que en el
Castillo de Ucero hubo un albergue para estos peregrinos costeado por el
obispo de Osma, señor de este castillo a partir del año 1302, y debemos
suponer que este albergue sería fundado originariamente por los templarios,
una de cuyas misiones terrenales era, al fin y al cabo, dar cobijo y
protección al peregrino. Años después debió dedicarse a precoz cárcel
"concordataria" (valga el anacronismo), es decir, prisión de clérigos.
©
Antonio Ruiz Vega
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