Posiblemente podríamos definir como innumerables las veces que pasamos por un mismo lugar sin percatarnos de su entorno, precisamente por la cantidad de veces que lo transitamos, hasta que un día algo hace que nos fijemos en él y entonces surge la pregunta ¿siempre ha estado ahí?

Eso me ocurrió a primeros de Mayo en la cuesta que sube desde el llamado Merendero de Autoridades, en el monte de Valonsadero de la capital soriana.
A la izquierda del camino un par de pequeñas torrecillas de barro a modo de chimeneitas destacaban entre la hierba; al pararme pude observar que no sólo se trataba de un par, sino que allí, si aquello eran chimeneitas, había una urbanización, pues a vista cenital se podían ver múltiples agujeritos en el centro de pequeñas columnitas de barro que levantaban escasos centímetros del suelo.
Más tarde, esta vez en las proximidades de La Tejera, también al borde de un camino en cuesta, vi una nueva urbanización, pero, como en la anterior, no se veía a ningún habitante.
Al estar situadas en la ladera pensé ¡Qué sabias son las hormigas, mira cómo levantan una defensa para que no entre el agua cuando llueve!
¡Cuanta ignorancia la mía!
En el convencimiento de que aquellas construcciones serían cosa de hormigas traté de localizar en Internet alguna referencia; búsqueda infructuosa pues nada de lo que encontré tenía ni el menor parecido con lo que había visto.
La siguiente visita a las urbanizaciones fue más productiva, pues conseguí fotografiar a algunas inquilinas que salían de aquellas chimeneitas, o atisbaban, asomando su cabecita y volviendo a esconderse al verme acechando en su hábitat.
Gracias a las fotos que, aún no siendo de gran calidad, me permitieron ver que tenían alas y patas con pelos, insistí en mi ignorante búsqueda de información sobre hormigas aladas y con patas peludas, que obviamente no tuvo éxito pero que por fin me condujo a unas abejas mineras.
Mi asombro fue enorme, ¡abejas mineras!, nunca me lo hubiera imaginado. A mí, que, insisto en mi ignorancia, creía que las abejas sólo se criaban en colmenas, aquella noticia de que hubiera abejas que anidaran bajo el suelo me dejó sorprendido.
Sin embargo sobre aquellas abejas, aunque tenían un aire a lo que aparecía en las malas fotografías que yo había sacado, no se decía nada ni de torrecillas, ni de chimeneitas, ni cosa parecida; así que, ahora, sabiendo que se trataba de abejas, la búsqueda de información empezó a dar mejores resultados.

No voy a seguir aburriendo con mi experiencia, que seguro que quien se haya metido alguna vez en un fregado técnico sin la más mínima base de conocimientos sobre el tema ya sabe como resulta; y tras búsquedas en Wikipedia, en páginas en francés, inglés y alemán (en las que obviamente no me enteré de nada), y la consulta a la "Guía de campo de las abejas de España" de Curro Molina e Ignasi Bartomeus, parece ser que las abejitas pertenecen a la familia de las Halictidae, correspondiendo a la especie de las Lasioglossum dentro de la cual soy incapaz de especificar el género; siendo al parecer esta especie de las Lasioglossum la que se caracteriza por la entrada del nido en la forma encontrada en Valonsadero.

Dentro de esta misma familia de las Halictidae está también la especie de las Halictus, muy parecida a la anterior pero de la que no se dice que construya nuestras chimeneitas.

Y también a las Halictidae pertenecen las Sphecodes, características con su abdomen rojo, especie cleptopárasita que deposita sus huevos en nidos de otras abejas, y que, curiosamente, encontré junto a la urbanización de La Tejera valonsaderil.

Así pues, sin pretender otra cosa más que informar a alguien que como yo lo desconociera, que las repetidas chimeneitas son entradas a nidos subterráneos de unas abejas, que cada uno de esos nidos, o al menos su entrada, puede estar compartido por varias inquilinas y que anidan también con entrada a ras de suelo, pues en el centro del camino así se encuentran, hemos mostrado una serie de fotos de algo que según dicen se puede encontrar también en parques y jardines.