_ Las
plantas se están secando, es imposible mantenerlas vivas con el gris del
invierno, tan pocas horas de luz les pone enfermas y les impide crecer.
_ Seguro
que el ciprés de ramas como brazos les echa mal de ojo, sin embargo
están creciendo nuevos esquejes, esto es lo raro.
_ Son
cosas de la reproducción; las hembras reciben el polen del macho, que
por cierto, está más seco que las demás.
_ Quita
el caldero de la pintura blanca de su lado, quizás las estés
intoxicando.
_ ¿No
acabamos hoy de pintar? Sólo queda media pared.
_ Media
pared blanca, media pared roja, un espejo azul al fondo, una escalera
con manchas amarillas, un trozo de queso y un mendrugo de pan.
_ ¡Basta,
basta! Pareces un archivador.
_ Hace
mucho frío, abrázame fuerte.
Él la toma por los
hombros y la estrecha con ternura contra su pecho.
_ Algún
día acabaremos de pintar.
_ Ya
se oyen hervir las verduras. Apaga el fuego por favor, voy a intentar
poner orden en la mesa y podremos comer entre las brochas y los trozos
de papel pintado.
Por los ventanales asoma
un día corto y huraño de invierno, enfadado con el sol, e inunda la
calle de gris y viento helado.
_ Es
imposible tomar el sol.
_ Se
lo han tomado todo las nubes, no nos han dejado nada.
El rojo de la pared se
refleja en la sopera de aluminio.
Las ojeras violetas de
Marta se hunden en el vapor de las verduras y la chaqueta beig de Luis
se mancha de yeso en el respaldo de la silla.
_ Si
tuviésemos que buscarnos la vida como pintores nos moriríamos de hambre.
_ No
trabajaríamos porque nadie nos llamaría.
_ ¡Uf!
Y eso que todavía no hemos comenzado en serio.
_ Calla
mujer, que me van a saber las judías verdes a aguarrás.
La delgadez extrema de
Marta tiene preocupado a Luis y le incita a tomar mermeladas diversas y
todo tipo de dulces, una dieta de diez mil calorías diarias.
_ Pero
yo no quiero más mermelada.
_ Un
poquito más de esta, es de mora. ¿Por qué te tapas las piernas con papel
de periódico?
_ Voy
a dormir la siesta y necesito tener las piernas calentitas y esta
maldita estufa no funciona.
_ Yo
te daré calor.
La brocha cuelga de la
pared de la entrada y por el balcón transcurren las horas y el viento
helado y la noche se han apoderado de las calles, la pared blanca lo
enfría todo, la pared granate suda gotas de color.
El silencio y el olor a
pintura fresca invitan al recogimiento y el amor.