6 poemas
PRIMAVERA BLANCA
La mole del Moncayo,
en lontananza,
resalta blanca y pura,
bajo el influjo del joven sol de marzo,
que anuncia, silencioso,
el regreso de otra primavera.
No será tan lluviosa
como la que precede,
mas en cambio,
ofrecerá sus cálidas mañanas
a los trigos, a los cansados olmos,
y a los frescos almendros de las colinas pardas.
Nadie supo del ave su
camino,
nadie avistó cigueñas tan altivas
volando en círculo sobre la corriente
que arrastra hacia los llanos
las gastadas piedras de la sierra.
El cielo azul, sin
nubes que lo ensucien,
no aguarda la visita del romero
que cruce la dehesa,
ni escucha las esquilas del rebaño,
pues fue paisaje cierto y hoy es solo
una elucubración de pastor viejo,
nostalgia vana, sueño demediado.
©
Ramón Casal Amestoy, Nájera-Trévago, 2011
SOLSTICIO DE INVIERNO
Hilos
de nieve,
resguardados en los
sombríos,
defienden su blancura
ante la amenaza de los
vientos del sur,
infranqueables,
que diluirán sus ínfimas
moléculas
para hacer que los arroyos
renazcan,
corriente abajo,
hasta la mar.
El
tímido sol del solsticio de invierno
no ha podido vencer
las estructuras níveas;
apenas si calienta.
La inexistente sombra del
cerezo
tampoco ha protegido a las
manchas blancas que,
temblorosas,
se acurrucan en los más
escondidos rincones,
dispuestas a resistir un
día más,
acaso algunas horas,
antes de su definitiva
consumación.
©
Ramón Casal Amestoy, Donostia, 2011
REPETICIONES
En la lejanía,
un gesto azul que el cielo descompone,
un hierro al rojo que cruza el horizonte,
una cerrada nube blanca y ocre.
En la medianía,
un tejado manchado por la nieve,
una oveja que del arroyo bebe,
una silueta que cruza el campo, leve.
En la cercanía,
una ventana que juega al escondite,
una pisada que anuncia un imposible,
una mano atrapada por la esfinge.
©
Ramón Casal Amestoy, Urnieta, 2011
MAYO
TARDÍO
Era mayo tardío en la
verdura,
colmada de primicias y amapolas.
Era un día de cierzo batiendo olas
que de tu mente alejan la amargura.
Era una luz que
recordaba, impura,
el frágil resplandor que incluso, a solas,
su inmaculada voluntad asola
tras la línea que, por temblar, perdura.
Era una soledad
acompañada,
una nube de cal en la espesura,
una senda, de flores enmarcada.
Era sentir tan cerca
la llamada
de quien te arrebata la cordura;
Era la omnipresencia de la amada.
©
Ramón Casal Amestoy, Trébago, 2014
NUBLOS
Largo día de nublos
en la estepa.
En lontananza quiere asomar un sol,
tan encogido,
que se desvanece bajo los grises.
Sopla ese aire que
raspa las gargantas
y endurece los rostros.
Unas gotas de lluvia, perezosas y austeras,
apenas salpican una mota de humedad
sobre los verdeantes campos de cereal.
Largo día de oscuras
intenciones y
de retorcimientos.
Días de penitencias y de esperas
al abrigo del cierzo,
que desconcierta la música de aves y polluelos.
Se atisba una gota de
melancolía
en la mirada de los lugareños.
Es mayo crecido y no se cuela el abrazo
del sol por los cristales
de los ventanucos.
Poco más allá del
puente nuevo,
junto a la balsa, se escucha,
intermitente,
el toc-toc del picapinos.
Vivir es un sendero de agonías
con nublos o con sol,
un toc-toc incesante
de trabajos y dichas.
©
Ramón Casal Amestoy, Trébago, 2014
EXTRAMUROS
A
propósito del lienzo
“El cementerio de Trébago”,
de Iris Lázaro
A espaldas del
Moncayo, tras un adusto muro,
vigilan, las frías sepulturas, los cipreses.
El torreón, altivo, como si un ángel fuese,
protege sus preciados dominios de lo oscuro.
Nadie asoma en el
lienzo, ni siquiera un impuro
que su efímera vida olvidada tuviese.
En el aire rezuma un aroma de mieses
invisibles. El cielo yace, en sí, maduro.
Al igual que la vida
palpita en cada paso,
la muerte se acomoda con cruel disimulo
tras la pétrea muralla que cobija los huesos.
Si dicen que Poniente
asemeja el ocaso,
el óleo nos adentra en el ribazo trémulo
que acogerá en su tierra espinos y cantuesos.
©
Ramón Casal Amestoy, Trébago, 2014
Blog de Ramón Casal "Cuaderno de Zubiete"
|