Así como es notoria y
constatable la presencia del Islam en la provincia, perdurable todavía en
una abundante toponimia de sabor arabizante (Benamira, Mezquetillas,
Azcamellas, Medinaceli, etc.), y lo son también las superpuestas culturas
castellana, aragonesa y aún navarra, lo mismo que es datable la influencia
vascoibérica o lo que de céltico pueda quedar tras tanto tráfago, por no
hablar de la evidente romanización, es lo cierto que la presencia de los
pueblos germánicos en nuestra sempiterna tierra de paso es mucho menos
conocida y todavía menos tenida en cuenta a la hora de determinar su
participación en "lo soriano". Y representa una importante aportación de
nueva sangre indoeuropea a añadir a las anteriores, el famoso "fermento
rubio" que decía Ortega, cuya escasez o declinar provocaba la famosa
"desvertebración" hispana (¿).
Hasta
los trabajos más completos de Teógenes Ortego, fue Benito Gaya Nuño (ahora
tan olvidado toda vez que el label Gaya Nuño fue, al parecer,
adquirido en exclusiva por Caja Soria y en la actualidad se aplica
únicamente a Juan Antonio) quien más se ocupó de la Soria Visigoda en un
artículo publicado nada menos que en el número primero de la revista
"Celtiberia", órgano escrito del Centro de Estudios Sorianos.
Tomando como pretexto un
trabajo previo del alemán Wilhelm Reinhart, que insistía en la importancia
del germen teutónico aportado por los godos al nacimiento de Castilla,
tradición que resaltó especialmente Menéndez Pidal (1), atendiendo a
la influencia en la épica castellana de la primera hora de los cantos de
gesta germánicos, aunque también destacada por Ortega en sus análisis, quizá
un poco simplistas y voluntaristas a la luz actual, en los que consideraba
("España Invertebrada") la aportación de sangre aria como de gran
importancia para la formación de una nacionalidad castellana y, ya,
protoimperial. En fin, hay otras ideas de Castilla que compartimos bastante
más, lo del imperialismo le cuadra más al reino de León, sin embargo
prácticamente olvidado (dile a un vallisoletano que es leonés y seguramente
te escupe, pese a que Pucela la fundara el conde leonés Ansúrez y en sus
arrabales se hablara el bable cuando el castellano llevaba ya dos siglos de
expansión).
El hecho de que discrepemos
cordialmente de la tesis de Ortega, continuada por Julián Marías, de que
Castilla haya tenido nunca esa vocación imperial ni aglutinadora, no es
óbice para que reconozcamos, con Benito Gaya, que la importancia de los
visigodos fue grandes en esa hora auroral de lo castellano. No tanta, por
cierto, como en "lo leonés", a lo que sí cabe adjudicar ese elàn
centralizador aunque sólo fuera como herederos morales y autotitulados de la
dinastía goda, pero este es otro tema que nos llevaría muy lejos.
Benito Gaya señala como
influencias visigóticas en la Castilla recién nacida el gusto por el derecho
consuetudinario, la aparición temprana de la heroización epopéyica de los
cantares de gesta e incluso, y eso es novedad, la aportación lingüística de
los idiomas de raíz gótica sobre el naciente romance castellano. Va esto en
contradicción o demérito de toda una línea de investigación que señala como
aportación "original" del castellano y aún como importante razón de su
triunfo frente a los otros romances la influencia del euskara. Para Gaya fue
la huella gótica la que influyó en "la creación del romance castellano,
desde su nacimiento elevado a la categoría de lengua literaria y de tal
valor innovador y expansivo que al penetrar como una cuña entre los demás
romances peninsulares, más conservadores y vacilantes en el empleo de las
formas gramaticales, los desplazó rápidamente".
Hay una contradicción clara
entre ambos puntos de vista, pero no tenemos elementos suficientes de juicio
para fallar a favor de unos u otros, aunque sí para manifestar nuestra
preferencia por el origen vasco de la "disidencia castellana". El mismo Gaya
se ocupa de la influencia en la toponimia soriana del orbe vasco-ibérico.
Aún los más legos en historia
saben que la ocupación gótica de la península se produce en base a una elite
dirigente que actúa sobre una masa más numerosa, acostumbrada, por otra
parte, a la dominación de elites anteriores (romanas e hispano romanas). A
este esquema se suma la expansión cristiana, la herejía arriana importada
por los nuevos amos y, por fin, como dato determinante de las nuevas
nacionalidades ibéricas que comenzarán a emerger al comienzo de la
reconquista, la existencia de franjas rebeldes en la cornisa cantábrica, mal
colonizadas por el latinismo (aunque no completamente impermeables como
quieren los más "abertzales").
Gaya Nuño (¡Benito!) habla de
una zona donde se produce la mayor concentración racial visigótica, que
dejaría –lógicamente- mayores huellas perdurables. Esta zona se corresponde,
aproximadamente, con las provincias de Palencia, Burgos, Segovia y Soria.
Allí se han encontrado mayores hallazgos arqueológicos existiendo una zona
de difusión periférica en las provincias de Valladolid, Avila, Madrid y
Toledo.
Además de la huella
arqueológica Benito Gaya aventura la posibilidad de una semejanza racial que
cree distinguir en esas "gentes rubias y de ojos azules" de la sierra, sobre
las que Antonio Gómez Chico (en su "Soria es así"), por los mismos años,
tejía una teoría vasquista…
Habla de la ausencia de restos
arquitectónicos y es obvio que desconoce todavía la ermita de la Virgen de
la Val, en el pueblo de Pedro, con sus arcos en herradura.
El asentamiento de estos
pueblos en la altimeseta soriana (o, como quería el abad Gómez de Santacruz,
"numantina") hubo de producirse en el último tercio del siglo V, cuando la
migración-invasión visigótica partiendo de la "ciudad rosada", Toulouse,
entraron en la península al mano de Eurico. Dos grandes necrópolis, la de
Suellacabras y la de Taniñe son muestra de su permanencia en nuestra tierra.
En el paraje sotocaprés de "Los Castillares" aparecieron 16 sepulturas en
una primera excavación celebrada en el siglo XIX y 17 serían prospectadas
por Blas Taracena ya en el XX. El ajuar estaba compuesto por armas, vasos,
fíbulas arriñonadas y los famosos "osculatorios", especie de anillos con una
paloma en su extremo que se utilizarían, según Gaya, para bendecir,
reminiscencia de del culto ortodoxo que los visigodos hubieran asimilado en
sus viajes por la Europa Oriental. Los guerreros o notables godos yacían
dentro de ataúdes de roble con la lanza a la siniestra y orientados en
dirección oeste-este. La datación de esta necrópolis de Suellacabras estaría
en el ya citado siglo V, a poco de su venida a España. El yacimiento de
Taniñe, hoy poblado por una comunidad de jóvenes, sería posterior al de
Suellacabras. Se da aquí el caso de reocupación de un viejo castro
hallstático (pelendón?) de mil años atrás por parte de los nuevos invasores,
reiterada raciación indoeuropea.
11 fueron las sepulturas
encontradas, también presumiblemente de guerreros o Karl, acompañados
de sus armas, lanzas y, como novedad, un hacha de corte curvo llamada
"francisca" utilizada también por los francos. Nuevamente, hebillas y ajuar
doméstico aparecieron en este Taniñe cuyo nombre, por cierto, es puramente
gótico. De la misma raíz "tann" (pino) que Tannhäuser, Tannenberg,
Tannenbaum, etc.
En Ocenilla, por fin, fue
encontrado un cuchillito de hierro con lomos dorados, en labores que a Gaya
le recuerdan armas longobardas o merovingias. Con esto concluyen los restos
del primer asentamiento. Gaya distingue luego otra serie ya propiamente
visigótica que iría desde finales del siglo V a los albores del VII. A esta
época corresponde la gran necrópolis de Deza, compuesta por más de 100 fosas
marcialmente alineadas en seis hileras. No hay aquí ya guerreros, como en
las dos anteriores, tampoco aparecen los vasos alimentarios que, para Benito
Gaya, serían muestra de la coexistencia en el mundo religioso de este pueblo
de creencias cristianas con otras paganas todavía. Abundan en Deza las
variedades de hebillas.
Otro grupo, posterior, y
datable hasta el año 711, fecha de la invasión agarena, lo forman los
yacimientos de Vadillo, consistente sobre todo en utensilios y herramientas
que pudieron pertenecer a un cantero de los de Monteagudo de las Vicarías,
Gómara, Jubera, Fuencaliente de Medina o El Royo. Hay que destacar la
existencia de sustratos visigóticos en Numancia y Termancia, sobre todo en
esta última.
Como notorio filólogo Benito
Gaya, experto en la lengua micénica y autor de una obra interesantísima
sobre el enigmático Disco de Faistos, estudioso de los sucesivos estratos
lingüísticos y toponímicos de la provincia, se interesa por el rastro que
esta presencia cultural pudiera haber dejado en la provincia. Llama su
atención el propio nombre de Taniñe, cuyo sufijo encuentra plenamente
germánico, pues vendría del "ing" o "ingen" todavía tan frecuente en el
alemán actual. El nombre original del pueblo hubiera sido "Taningen".
Semejantes al mismo encuentra Gaya el Tanarra segoviano, el Tanes asturiano,
el Tanos cántabro, o el Tañabueyes burgalés. Ya hemos dicho que la raíz Tann
parece aludir al abeto, existiendo topónimos germánicos de tanta prosapia
como los ya citados Tannenberg (escenario de una batalla entre los
caballeros teutónicos y los pueblos eslavos y nuevamente de otra durante la
1ª Guerra Mundial) o el wagneriano Tannhäuser. Encuentra Benito, incluso, un
"Taninges" en la Alta Saboya francesa que correspondería casi exactamente
con la forma original del "Taniñe" soriano. Este nombre podría traducirse
como "Lugar de abetos" y aunque en tiempos de Gaya dudamos que los hubiera
en la zona, seguramente bosque bajo de roble, actualmente, por mor de la
repoblación de los setenta, vuelve a haber, al menos, pinos albares.
Las
investigaciones que Gaya requería en el 51 fueron efectuadas años después,
sobre todo por Teógenes Ortego Frías, quien, ya en el año 64, excavó la
necrópolis de La Cuenca, descubierta fortuitamente gracias a unas obras y
donde se encontró una interesante fíbula así como algunos clavos.
Ricardo de Apráiz, alavés que
fuera director del Museo Numantino, encontró en Narros un jarrito votivo de
bronce que tomó por visigótico, lo mismo que Teógenes Ortego hace en la
"Historia de Soria" del CES, pero estudios posteriores parecen datarlo en
época islámica. El mismo Teógenes en el capítulo "Edad Antigua" de la citada
Historia de Soria habla de otro yacimiento aparecido en Valdanzo, donde en
la ermita de San Pedro y en sus proximidades se han encontrado restos de
época visigótica tardía. Existen diversos restos dispersos aparecidos tanto
en yacimientos esporádicos por toda la provincia, así como piezas
arquitectónicas generalmente reutilizadas en edificios de épocas
posteriores.
© Andrés de
Acosta
(1) Quien encontró nada
menos que un antecedente godo de la famosa fábula del azor y el caballo, que
dio lugar (míticamente) al nacimiento de Castilla y cuyo eco aparece en el
famoso tapiz de Oña que tuve el privilegio de contemplar no hace demasiado
tiempo. Oña, una de las cunas de Castilla… tan olvidada como las demás. |