La
correspondencia de Juan Larrea con Bernabé Herrero
Noticia
de una amistad
Por JOSE PAULINO
Universidad Complutense de
Madrid
(Publicado
en la revista CELTIBERIA Nº 90)
Se conmemoró el año 1995 el
centenario del nacimiento de Juan Larrea, poeta intenso y aún poco conocido, estudioso
americanista además, amigo y crítico de Huidobro y Vallejo, figura extraña y
verdaderamente original dentro del panorama de las letras de nuestro siglo, que vivió con
honda pasión tanto en Europa como en América"(1).
Tal vez un modo
adecuado, entre otros, de recordar su persona y su obra sea rescatar este conjunto de
cartas que, en fechas sumamente significativas, dirigió a su amigo soriano Bernabé
Herrero. Ambos, con el también poeta Gerardo Diego, profesor del Instituto de Soria,
alcanzaron una intimidad duradera, entrañable y resistente a la destrucción del tiempo y
sus enormes miserias.
Larrea murió en 1980 -se
cumplen, pues, también dieciséis años de su desaparición - en la ciudad de Córdoba,
Argentina, donde había establecido su residencia, y trabajaba en la Universidad, después
de muchas vicisitudes desde el comienzo de su exilio en 1939. Dejaba una ingente obra,
comenzada hacia 1916 con sus primeros tanteos en verso, continuada luego, mientras
ejercía su tarea de archivero en Madrid, dentro de la órbita del creacionismo, y
desarrollada en Francia, en su fase de creatividad poética, hasta su viaje a América, a
comienzo de los años treinta, experiencia vital que le abrió los nuevos horizontes
humanos e históricos concretados a raíz de la Guerra Civil y de su generosa y empeñada
adhesión a la República. De esa actitud dio cuenta inmediatamente en sus primeros
escritos mexicanos de la revista España Peregrina, y a pensar en clave mítica la
historia y el proceso de la humanidad dedicaría después sus esfuerzos y centenares de
páginas, escritas entre México, Nueva York y Córdoba (2).
De la obra de Juan Larrea me he
ocupado en otras ocasiones, en especial de su iluminada prosa, llena de un torrente de
signos, símbolos e interpretaciones"(3). Ahora quiero ceñirme verdaderamente a lo
que es el objeto del presente trabajo, la correspondencia citada, incluyendo algunos
párrafos significativos en el proceso de la explicación y del comentario.
A la luz de los datos
biográficos que conocemos y de los propios escritos confesionales de Larrea (4), bien
podemos afirmar que entre los años de 1926 a 1932 se realiza un proceso de
transformación radical en su vida. Esas fechas señalan un tiempo lleno de proyectos y de
efectivas realizaciones poéticas, aunque marcado también por las enfermedades del cuerpo
y del ánimo, con vaivenes y sufrimientos que desembocan en el cambio que supone su
matrimonio; y, como consecuencia de todo ello, el viaje a Perú, donde nace su hija, a la
que llama Luciana, y donde Larrea busca un nuevo espacio físico que le estableciera en un
ámbito espiritual definitivo, vislumbrado y exigido desde la negatividad de su etapa
parisina. Son, por lo tanto, 1926 y 1932 las fechas que sitúan su vida desde la llegada a
París, con voluntad de permanencia, y el regreso a esa misma ciudad, después de su viaje
y estancia en América. A todo ese proceso interior le acompaña una intensa busca
poética, de expresión perfecta, que termina precisamente entonces(5).
De este periodo hemos adquirido,
hace ya algún tiempo, noticia más directa y precisa gracias a la abundante
correspondencia que Larrea mantuvo con Gerardo Diego (6), y después por la publicación
parcial de Orbe. (Una autobiografía enorme en su integridad aún no editada, transcrita a
máquina por César Vallejo) (7).
Pero existe esta otra
correspondencia que aquí comentamos, la mantenida con Bernabé Herrero, sin duda de menor
volumen y alcance, pero de alto interés también, que cubre en su arco esas mismas fechas
cruciales y que a veces se complementa o se cruza con la de Gerardo Diego, estableciendo
las coordenadas de esa amistad juvenil que se mantuvo hasta la muerte, temprana en el caso
de Bernabé, pero prolongada afectiva y epistolarmente con el cuñado, archivero,
catedrático de Historia de América y director del Museo de América, José Tudela,
también soriano y casado con Cecilia Herrero (8). Nos hubiera interesado
extraordinariamente conocer cómo abordaron ambos en su correspondencia, si se mantuvo
aún frecuente, el problema común del exilio, americano para Larrea y francés para
Herrero. Aún no sabemos si eso será posible algún día. Pero que en esas circunstancias
pudieron sostener su amistad es un hecho del que da fe este comentario de Larrea, en carta
fechada el 10 de julio de 1958 y dirigida a José Tudela:
"En
carta anterior te había dicho que pocos días antes de su fallecimiento, Bernabé me
había mandado su libro, con una dedicatoria realmente ilegible. Hiciste una buena acción
publicando el libro, por lo que siempre te quedaremos agradecidos los amigos de
Bernabé"
La
correspondencia que comentamos, conservada por la familia de Bernabé (9)", está
formada por un total de 34 cartas de Larrea a Bernabé (más una tarjeta postal),
principalmente escritas en París y enviadas a Sigüenza; pero hay también cartas desde
Vallecas y Bilbao, en los momentos de vacaciones y visitas de Larrea. La primera es del 4
de febrero de 1926 y hay diez de ese año repartidas regularmente; de 1927 otras nueve,
escritas sobre todo en la primera parte del año (enero-julio); siete pertenecen a 1928,
notándose el vacío de los cinco primeros meses; ya hay sólo cuatro en 1929, la primera
de agosto, dos de octubre y una de diciembre. Vacío todo el periodo del viaje a América,
de lo que el mismo Larrea se extraña y se excusa; dos cartas en 1931, al regreso, en
agosto y septiembre, y otras dos cartas en 1932, en enero y diciembre. A este corpus hay
que añadir otras cuatro cartas escritas muy posteriormente por Larrea al cuñado de
Bernabé, y también amigo suyo, José Tudela, como acabamos de ver.
Quiero dar cuenta de esta
correspondencia en aquellos aspectos que se refieren más precisamente a la amistad
personal y al común interés literario, a pesar de la trayectoria tan distinta y los
remotos cursos de la evolución de cada uno de ellos, ya que mientras Larrea formaba parte
-con sus peculiaridades- de la vanguardia parisina de los años veinte, Bernabé trabajaba
como funcionario de correos, se esforzaba por animar la vida literaria de una pequeña
ciudad castellana, atendía a su familia y preparaba oposiciones.
Este contraste es ya
una nota primera de interés, pues la semejanza de Larrea y Diego era entonces más
evidente. Pero pone de manifiesto mejor el afecto serio y respetuoso hacia la situación
del otro; no conocemos las respuestas de Bernabé, pero Larrea se muestra a la vez lleno
de confianza para contarle detalles íntimos y de ilusión por los proyectos de su amigo.
Una muestra complementaria de ese interés aparece en los textos que Larrea le envía para
la revista que Bernabé edita en Sigüenza, La Defensa. Semanario Regional, que en
su número de 24 de marzo de 1927 inserta : "Desde París. Una sonrisa para la
mitología", de Larrea y el poema "Atienza" de Gerardo Diego (10).
Respecto del trabajo literario,
anotamos que Larrea le pone al tanto del proyecto de su revista -¡y qué distinta de la
otra!- Favorables. París.Poema (11), le pide ayuda para lograr suscriptores
y le anuncia en varias ocasiones (quizás no lo llegó a cumplir) el envío de la prosa
"Atienza" (cuyo carácter esencial para toda su obra hemos indicado), escrita a
poco de llegar a París. Al mismo tiempo, acoge con interés el libro de Bernabé, que se
mueve en una tradición poética de valores y lenguaje literario de tendencias más
convencionales.
Esta centralidad de la amistad y
el carácter verdaderamente particular, a veces íntimo, de la correspondencia de Larrea
hacia Bernabé nos privan de otras noticias de mayor interés literario, pero nos permiten
completar la información sobre sus cambiantes estados de ánimo.
Si, como hemos dicho, la
relación amistosa de Larrea era a la par con Gerardo Diego y Bernabé Herrero, podemos
suponer que abunden las menciones a cada uno de ellos en la correspondencia con el otro. Y
así es. Nos fijamos en las 213 cartas a Diego, según la edición mencionada, y desde
1926 hasta la Guerra Civil aparece referencia a Bernabé en 36 de ellas. Curiosamente la
primera carta a Diego desde París lleva fecha del 7 de febrero de 1926, y la dirigida a
Bernabé es del día 4, el mismo de la llegada. En cambio, el hueco del viaje a Perú
está jalonado por cuatro cartas a Gerardo Diego, mientras que no figura ninguna en la
correspondencia con Bernabé, aunque Larrea repite insistentemente el propósito de
escribirle. Seguir la huella de esas menciones tiene interés, pero nos desviaría del
escueto propósito aquí enunciado.
BERNABÉ HERRERO (1903-1957):
PROYECCION BIOGRAFICA Y LITERARIA.
Bernabé Herrero
Zardoya (12) nació en Soria el 2 de abril de 1903 y estudió el bachillerato en su ciudad
natal, con excelentes notas, hasta que, terminado el cuarto curso, y animado por un amigo
de su padre, jefe de Correos, decidió hacer oposiciones a dicho cuerpo, para obtener un
trabajo seguro. Recibe su nombramiento como Oficial de 3ª clase el 2 de septiembre de
1919. Y así fue destinado, en un primer momento, a su ciudad natal y poco después, por
una corta temporada, a Madrid. En 1921 vuelve de nuevo a Soria, tomando posesión de su
cargo el día 28 de julio. En septiembre de 1924 pasa a Sigüenza (Guadalajara) donde,
como hemos dicho, colabora en el periódico local La Defensa, escribe algunos
libros de poemas y mantiene relaciones con algunas jóvenes, una de ellas Isabel, que fue
su novia allí (aparece en la correspondencia luego, y es causa de severas desazones
efectivas), aunque también menciona y dedica versos a María Victoria; y disfrutó de la
amistad de los hermanos Barrera, Adolfo Muñoz Grandes, Adolfo de Miguel, Eduardo
Olmedillas, mientras, en la distancia, mantenía vínculos estrechos con Gerardo Diego y
Juan Larrea. Todavía seguía en ese destino el año 1928, animado y visitado por sus
amigos.
Gerardo, nacido en 1896, era casi
siete años mayor que Bernabé, y habían entablado amistad con motivo de su llegada a
Soria como profesor del Instituto, en 1920, compartida con Gervasio, Granados, Blas
Taracena, José Tudela, colaborando en la creación de La Voz de Soria. De todo el
grupo, Bernabé era el menor. Y de las relaciones de esos años, quedan las huellas de los
versos de Gerardo. (Véanse las distintas versiones de Soria). Así retrata a José
Tudela en uno de los poemas:
La dehesa estrenaba el verde de su
sayo.
Era, tras de la misa, el domingo
de mayo.
Una silueta aguda de pronto se
revela
-esbelto canon gótico-. Dije:
Ése es Pepe Tudela.
Sin conocerle era la identidad
bien clara.
Mil que con él vinieran, nunca le
equivocara.
Está publicado en libro, dentro de la sección
"Nuevo Cuaderno de Soria", de Versos Humanos, 1925. Allí mismo dedica el
poema siguiente -"Carnaval de Soria"- a Bernabé Herrero.
Había editado por aquel entonces también su
libro inicial, Romancero de la novia, pagado con el primer sueldo de profesor.
(Probablemente esa novia alude a Pilar, a quien, cuando Gerardo estaba en Madrid, Bernabé
atendía, guardando la ausencia del amigo.) En 1922 publica Imagen y se despide de Soria,
al ser trasladado al Instituto Jovellanos, de Gijón.
Por medio de su hermana Cecilia,
estudiante en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid, una
de las escasísimas mujeres que entonces cursaban estudios superiores, y gracias a la
ayuda del Jefe de Correos de Madrid, Bernabé consigue en 1929 el traslado a la capital y
es nombrado ambulante de Correos en el tren nocturno de Murcia. Allí aprovecha el tiempo
para estudiar y terminar el Bachillerato y, después, por insistencia de la familia, ya
casada Cecilia con José Tudela, prepara los cursos de Derecho y termina la carrera en muy
poco tiempo. Es esta una etapa con dos tiempos: primero de diversión, con tertulias,
teatro, literatura y toros, en que sin duda compartió aficiones con su amigo Gerardo.
Luego, de estudio y de esfuerzo.
Después de realizar cursos
especiales de Derecho Penal con Jiménez de Asúa, Bernabé Herrero y Adolfo de Miguel
consiguen una beca para la Universidad de Bolonia (allí Adolfo se incorpora las ideas del
fascismo) y, al regreso, Bernabé logra aprobar las oposiciones a Juez y Adolfo las de
Fiscal.
Fue destinado a Huelma, Jaén, a
comienzos del año 1936, y allí residió, aún soltero, hasta el comienzo de la Guerra
Civil, cuando los acontecimientos y revueltas del momento llevaron al asesinato de su
secretario, cuya ideología era de derechas, mientras Bernabé, que era de izquierdas,
estaba ausente del lugar, solicitando instrucciones en Madrid. Trató de mantenerse en su
puesto. Sin embargo, horrorizado por esa muerte y ante la imposibilidad de controlar la
situación, desde el punto de vista del derecho, volvió a Madrid. Ahí, su cuñado José
Tudela le gestionó la salida de España y se refugió en Francia, a comienzos de 1937,
con la familia de la esposa de Gerardo Diego, durante unos meses, hasta que consiguió un
trabajo como lector de español en Aurillac, por medio de la Embajada española en París
y de los hispanistas de la Sorbona. Entre tanto, José Tudela había ayudado a Adolfo de
Miguel a refugiarse en una embajada en el Madrid republicano.
Estos acontecimientos de
complejidad histórica inagotable y de honda conmoción vital dieron pie a comentarios
epistolares entre Gerardo Diego y Larrea. Sólo tenemos publicadas las reflexiones de este
último, pero son muy significativas, tanto del respeto y aprecio que tenía hacia su
amigo Bernabé, en todas las circunstancias, como del apasionamiento con que juzgaba la
situación y de la diferencia ideológica que se establecía ya con Gerardo.
Citemos tan sólo dos
comentarios. El primero está fechado el 10 de enero de 1937. Habla de la censura y del
temor de los miembros femeninos de la familia Herrero. Y sobre Bernabé comenta: "Es más
que comprensible que Bernabé que nunca soportó bien la soledad no se encuentre a
gusto en Huelma, sobre todo desde que la guerra ha dejado de respetar aquella provincia. Y
que desee trasladarse a Valencia. Mas no creo que ni el pasado ni la ideología de
Bernabé autoricen duda alguna, mientras no exista prueba de lo contrario, sobre su
posición por lo que se refiere a los bandos en lucha...(13). El segundo corresponde a la
Postdata de la carta escrita entre el 10 y el 28 de febrero de 1937, en que comenta la
noticia de la salida (él dice fuga) de Bernabé, añadiendo que el relato de los horrores
que pueda hacer Bernabé no va a cambiar su modo de ver las cosas, pues no se trata de las
atrocidades de los unos y de los otros, sino de la Verdad. Pero para Larrea,
evidentemente, no era indiferente que se tratara de los unos o de los otros. Esa extensa
carta es la prueba (14). La carta siguiente, de 20 de marzo de 1937, brevísima nota
comunicando un viaje, va dirigida a Gerardo y Bernabé, conjuntamente (15).
Bemabé
Herrero conoció en Aurillac a Marie Louise, que sería su esposa, siendo destinados
ambos, como profesores de español, a I'Ecole Normal de Dax. De tranquila puede
considerarse su vida familiar, con las dos hijas fruto del matrimonio, aunque la
situación en el exilio le resulta difícil de soportar. Continúa escribiendo poesía,
con una añoranza que vierte también en largas cartas a Larrea, Gerardo Diego, Ángel del
Río o Mariano Granados.
Su antiguo amigo
Adolfo de Miguel, nombrado Fiscal de la Causa General, le animó a regresar a España, ya
que ninguna acusación concreta pesaba sobre él, y le facilitó los trámites
administrativos, yendo personalmente a esperarle a la frontera de Irún, en el año 1953.
Dada la previsible demora en su reposición como juez, pensó trabajar en el despacho de
Barrera, abogado criminalista y amigo de los tiempos de Sigüenza. Pero al llegar a
Francia para preparar ese regreso definitivo cayó enfermo de gravedad. Pasó sus últimos
años ayudado por los hispanistas franceses, animado por las cartas de los amigos, que le
proponían viajes y excursiones, oyendo zarzuela y recordando las sesiones del teatro
infantil en Soria. Así murió en el destierro, que tan doloroso e irremediable le
resultó, el día 13 de Junio de 1957.
Su
obra impresa no es muy extensa. Con Adolfo de Miguel publicó un libro de Derecho, La teoría
jurídica del delito en Italia. (Doctrina contemporánea). Madrid, Nuevas Gráficas,
1935. Mucho más tarde, Canto, baile y músicos españoles en Madrid, Revista de
Occidente, 1957, con reseña de Gerardo Diego en ABC. Sus libros de poesía son los
siguientes: Emociones campesinas. Madrid, 1925 (Dedicado a Gerardo Diego); Tonadas
del camino. Sigüenza, Tip. La Defensa, 1926 (Dedicado a Juan Larrea); Letrillas
castellanas. Madrid, 1934 (A Aurelio Rioja); Orillas (Quelques vers du livre
ORILLAS). Bayona, 1947. Además hay dos poemas - 'Oración a Don Antonio
[Machado]" y "Carta a Jorge Guillén" en Les Langues Néo-Latines. N2
130, 1954, pp. 45-46.
En
general, sus primeros libros de poesía muestran un escritor de talante moderado en su
expresividad personal íntima, un lirismo inclinado al eclecticismo claro, fácil en la
composición y en el manejo del verso corto y orientado hacia temas vitalmente directos y
literariamente usuales. Advertimos recuerdos de los poetas mayores del siglo @unto con
Bécquer) con la herencia del modernismo o posmodernismo (Machado es referencia
inevitable) suavizado por el influjo popular y sentimental. Merece atención la precisión
y gracia con que maneja el octosíbalo en composiciones estróficas como la quintilla o la
décima, y también el romance. En general, ritmo y melodía en sus composiciones son
acertados y demuestran su habilidad y buen dominio. Con todo ello se sitúa bien en la
época, aunque carece del espíritu innovador que marca precisamente la obra de sus amigos
(Larrea y Diego) en el lenguaje poético y en la métrica, todo ello convencional en
Bernabé Herrero.
Los poemas son
frecuentemente de carácter amoroso, en especial en los primeros libros (16), con estampas
de las ciudades amadas: Soria y Sigüenza, que destacan aún más en el tercero. En la
descripción de la geografía urbana de Soria logra estampas de belleza y precisión muy
apreciables (17).
Orillas
es en realidad la selección de un libro más amplió. Se compone de doce sonetos en
los que, con más depurada técnica y con un lenguaje preciso, rico y bien elaborado, su
madurez humana y literaria canta la realidad del mundo que descubre (ciudades francesas
del exilio primero) a través de la experiencia del amor encontrado. De nuevo su materia
verbal se ennoblece con la intertextualidad de los clásicos como Fray Luis ("Orillas
donde el alma se serena"; 'Del puente al otro lado, en la ladera") o los
próximos como Gerardo Diego ("Que el cielo alcanzas casi con desvelos").
Sigue aún el influjo del
modernismo y a veces se enreda en felices juegos fonéticos:
Zarandera solera de los zumos.
Turna, ondina; vira, onda; va,
vuelve, ola.
Gironda, girondina caracola.
("Orilla de la Gironda")
En general, el curso del poema es descriptivo y
evocador con sereno reconocimiento:
Orillas de la Loire. Mansa dulzura
de aguas verdes y verdes arboledas;
copos de nubes; tenues humaredas;
cielos de nácar; campos de verdura.
("Orillas de la Loire")
Curso de soledad, en compañía
del amor, me ofreciste aquel verano;
curso que el río hacia la mar escribe.
("Orillas de la Nive')
Sin duda es a este libro al que se refiere Larrea
en la carta a José Tudela antes citada.
LA ACTIVIDAD LITERARIA DE JUAN
LARREA Y LA POESIA DE BERNABÉ HERRERO
A los tres meses de estancia en
París, Larrea comunica a Bernabé algunos proyectos literarios y la aparición de su
revista (tras otros comentarios de carácter estrictamente personal):
Pues, señor, parece que mi
revista hace como que quiere echar a andar, también a fuerza de empujones. Dentro de 15
ó 20 días espero verla pasearse por lo bulevares y tomar el correo para España.
Sumario: un artículo mío, Presupuesto vital rebosante de pasión y de ideas
primarias. Otro de Vallejo enfilado a las Indias Occidentales. Poemas y estética
condensada de Reverdy, Tzara, Eluard, Huidobro, Gerardo, Vallejo y yo. Y por último
palabras de nuestros dos más grandes pintores Picasso y Gris, niños mimados de la
actualidad internacional. Como ves la relación es de primera fuerza y nunca hasta hoy
conseguida. Te digo todo esto para ponerte en antecedentes, porque quiero que tú
contribuyas a nuestro éxito administrativo. Tales pruebas me has dado de abnegación
amistosa que me siento autorizado a pedirte esta nueva e incómoda, como mañana se la
pediré a Gerardo y a algún otro contado amigo. Se trata de reclutar nombres de personas
que, sin desembolsar un céntimo por adelantado, encuentren interesantes mis proyectos de
renovación estética y dinámica de nuestra raza y se comprometan a adquirir cada número
a su salida. Entre tus amistades de ahí, de Soria, de Madrid, de donde sea, ¿no podrías
encontrar cierto número de voluntarios, 2, 4, 30 ... ?
El resto de la carta
sigue en un tono semejante de entusiasmo que no se verá aparentemente recortado en la
siguiente, fechada en Vallecas, a 29 de julio de 1926, y a pesar de la entrevista
aparecida en El Heraldo del día 20. "Por casualidad he tenido noticia de los
vivos comentarios que Favorables ha levantado entre los magnates, comentarios,
según deduzco, muy poco de acuerdo con su título. Esto marcha. Ya estoy deseando
volverme a mis bulevares para lanzar la segunda andanada. Vallejo me escribe el estupor
que hemos despertado entre la colonia hispanoamericana de París. No acabo de comprender
ni de resignarme."
Así
de confiado se muestra Larrea en su exposición a Bernabé de la contradictoria
aventura literaria e intelectual de Favorables. Y con el mismo grado de confianza
manifiesta en la carta del 20 de diciembre de 1926 que espera el envío del libro de su
amigo:
Ya
ardo en deseos de conocer los resplandores que te han sacado las piedras de Sigüenza con
el presentimiento de que, a pesar de lo alejado de nuestras retinas, te he de ser deudor
de más de un agradable rato. No te retrases en el envío.
En el
resto de la carta refiere su estado de ánimo y los planes para las fiestas próximas con
una "encantadora indígena que se coló en mi cuarto a participar de mi vida".
Pero ya advertimos la distancia estética insinuada por Larrea en las líneas transcritas.
Por ello es más interesante leer en la primera carta del año siguiente, fechada el 23 de
enero en París, en papel con membrete de la revista, cómo trata Larrea el libro de su
amigo. He aquí el texto en lo que interesa:
Querido Bernabé:
Recibo
tu carta conminatorio que me llena de espanto pensando que día a día han transcurrido ya
tres semanas largas desde que me llegó tu libro y tu anterior. Pero escúchame. Me había
propuesto no escribirte hasta que te mandara la crónica prometida, con objeto de que la
ignominia me sirviera de fuerza redentora. Ahí tienes la primera crónica de mi vida. Me
da vergüenza enviártela porque creo haberme meado fuera de tiesto. Ni me he dado gusto a
mí ni se lo daré a tus lectores. Recíbela exclusivamente como prueba de amistad. Creo
que a ninguna otra persona sería capaz de hacerlo.
Y ahora, a mis
propios ojos redimido, déjame que te dé un anchuroso abrazo, el más mío que tengo, en
respuesta a tu libro. Bernabé, cuán alejadas están nuestras maneras! Mientras tú
cantas sencillamente tus tonadas, mírame cómo yo me desmonto, me desmenuzo etc. etc. Y
sin embargo en la amistad de nuestra alma cuán cerca nuestros espíritus están! Quizás
un día escribas tú como yo, quizá escriba yo como tú; ambos ignoramos dónde la
generosidad de nosotros mismos habrá de conducirnos. ¡Qué más da! No estaremos nunca
en ninguna parte y estaremos en todas. Bernabé, cuántas cosas en este año que llevo
aquí se me han abierto. Quizá te sea imposible a ti imaginártelo como antes a mí. Pero
después de rodar con todo mi puñado de persona por miles de desfiladeros me encuentro en
un estado de emoción que no puedo precisar si es de alegría o de tristeza. Me [?] diría
que es un lugar de un mundo que está más allá de donde se conciben estas pasiones, un
estado de lugar que tampoco puedo precisar. Pues bien, allí me llega tu libro,
inseparable de ti, y siento con vosotros que todo se me vuelve luz y que yo mismo me
deshago en luz. No tengo vergüenza al contarte estas cosas, pero tampoco tengo derecho a
callártelas. Gracias, Bernabé. Que otros te hablen de otra manera sobre tu libro. Yo no
puedo.
A
continuación comenta las vicisitudes de los amores de Bernabé y cuenta de su viaje a
Bretaña y de la vida en París. Habrá quedado claro cómo Larrea, consciente no sólo de
la diferencia de pretensión y situación literaria entre Bernabé y él, sino de la
distancia que mediaba entre sus respectivas estéticas literarias, se orienta hacia una
confesión de carácter amistoso, que no juzga sino acepta, agradece y valora el gesto. A
partir de ahora no habrá más posibilidades de establecer puntos comunes de referencia
literaria y será, sin embargo, oportuno fijarnos en la riqueza de los datos y relaciones
que se refieren a la intimidad biográfica y a la amistad.
LA INTIMIDAD COTIDIANA DE
JUAN LARREA Y BERNABÉ HERRERO
Del
mismo modo que Larrea cuenta sus realizaciones literarias y manifiesta sus proyectos, se
extiende sobre todo en explicar los cambios vitales y anímicos, las alternativas de
esperanza y depresión que configuran su abrupto paisaje interior, y reflexiona acerca de
los acontecimientos del mismo orden que Bernabé le hace saber. En la carta anterior hemos
comprobado cómo describe su estado de emoción y cómo luego comenta detenidamente el
enamoramiento de su amigo. Esta será la tónica.
Se trata del aspecto
más interesante de la correspondencia que presentamos por dos motivos. Primeramente
porque nos ofrece el retrato inmediato, la instantánea espiritual de Larrea en su
profundo cambio, completando a veces o confirmando los datos que conocemos por otros
textos literarios o de correspondencia. Si acaso, notamos que aquí se muestra más
directo, espontáneo, sin omitir o disimular formas malsonantes, recurriendo a modismos y
formas coloquiales. Por ello, su larga y profunda crisis queda vista en un contraluz
revelador, incluso por los silencios epistolares. En segundo lugar, porque encontramos un
Larrea muy dispuesto a escuchar las confidencias ajenas, abierto a recibirlas y capaz de
comentarlas con delicadeza, sensatez y serenidad, a pesar quizá de sus propios
desequilibrios y oscuridades.
Tomaremos algunos
ejemplos solamente, aquellos que tengan mayor entidad y capacidad de mostración, ya que
la correspondencia está en verdad plagada de estos detalles de sucesos y confidencias.
Así
dice la primera de las cartas, fechada en París el 4 de febrero de 1926:
Querido Bernabé:
Llegué
esta mañana sin novedad. París está gris, tristón, o acaso lo encuentro yo así por
ser ese mi estado de espíritu, dolorido aún del tirón de arranque del tren. Aquí me
han recibido con todos los honores y espero aclimatarme inmediatamente. Dos letras sólo
para enviarte mi dirección y para probarte que no me olvido. Vallejo está enfermo en
cama. No sé si podrá ir pronto a Madrid. Acaso podrá ponerse en camino el día 14. No
te olvides de avisarle cuando paguen en la Universidad. Muchos recuerdos a Ángel y demás
amigos, ellos y ellas. Cuéntame con franqueza cómo van tus asuntos. Un fuerte abrazo de
tu amigo para siempre
JUAN
De los cambios y
movimientos anímicos de Larrea, también presentes con mucha evidencia en todas las
cartas, como podemos ir viendo por las muestras citadas, queremos seleccionar algunas
noticias curiosas e interesantes. Por ejemplo su propósito, quizá más sugestivo que
realizable entonces, de irse de viaje al otro lado del mundo; no será aventurado pensar
en esa condición itinerante, inquieta de Larrea (Bilbao, Madrid, París, Perú, Méjico,
Estados Unidos, Argentina) y de la poderosa concepción mítica del viaje de la humanidad
que aparece en sus obras (por ejemplo, Rendición de Espíritu). Aparece expresado
el deseo de aprender algún trabajo manual. Y desde luego la noticia de su boda, entre
otras menos decisivas.
Veamos la primera parte de la carta del 8 de
octubre de 1926.
Querido Bernabé:
Sólo dos palabras
para mostrarte mi vergüenza. Tal es mi desorganización y tales mis quehaceres y negocios
que mis propósitos fracasan día a día. Figúrate que he estado a punto de embarcarme
para el fin del mundo, en serio, para la Polinesia. Como no acabo de desistir, hoy salgo
al mar con objeto de entrenarme en la navegación a vela. Permaneceré 10 ó 15 días,
pero puedes escribirme porque me seguirá el correo.
He aquí otro fragmento de la
carta fechada el 20 de diciembre del mismo año, de donde suprimimos los comentarios
literarios ya citados.
Sabrás
que he recobrado mi laboriosa seriedad hace más de un mes. Trabajo lejos de las
tentaciones y bajo la afectuosa mirada de una encantadora indígena que se coló en mi
cuarto a participar de mi vida. No hay nada para mis nervios como el invierno. Ahora me
dispongo a pasar las Nochebuenas tablonejeando y charlestoneando lo que sea de
rigor para no perder méritos en mi carrera y penetrar en el nuevo año puro y
transparente. Excuso decirte que te deseo días impecables, aunque no sea más que en
compensación a los penosos que desde hace un año llevas pasando.
Mi primer proyecto para el año entrante es aprender un oficio: encuadernador, por
ejemplo. Cuando pienso en este trabajo útil e internacional, me salen ramos de optimismo
hasta por las orejas. Sé que a ti que nunca has rehuido ensuciarte las manos te parecerá
natural. A mí qué quieres, los callos y el traje azul me parecen una liberación más,
quizá la más importante y sustancial que he intentado hasta hoy. Allá veremos. Creo que
después me será fácil abrir el mundo por la página que me apetezca.
Tu carta al alimón con Gerardo se perdió. R.I.P. El relato de tu excursión como para no
dejarte viajar solo. Bernabé, Bernabé, Bernabé. Felicidades, que no vuelva a dolerte la
primera gota de leche que mamaste. Sé hermano del hermano, primo del primo y vividor del
vividor. Quédate contento. Y no me desperdicies este abrazo lleno que te mando
JUAN
Con frecuencia
aparece en los textos de Larrea, en estos años, el impulso hacia una liberación (como
indica la carta que acabamos de reproducir), impedida tenazmente por estados de debilidad
física, marasmo mental y depresión. Así refiere uno de estos momentos en la carta
fechada el primero de junio de 1928:
Muy querido Bernabé:
Habrás de perdonarme
mi insensata conducta, atribuyéndola, como es cierto, al terrible estado de depresión
nerviosa que he padecido todo este invierno. Nadie hubiera dicho que era yo el mismo.
Taciturno, neurasténico, requetejodido, sin fuerzas para incorporarme dentro de mi
abulia, se me han ido pasando los días sostenido únicamente por la vaga esperanza de la
llegada de otros mejores. Afortunadamente ya los siento vecinos Y comienzo a vislumbrar un
poco de claridad interior. Tus cartas me han proporcionado siempre una remota dulzura pero
como has visto he sido incapaz de contestarlas. Dios quiera que esta mejoría que
presiento sea de una vez definitiva y recupere la energía moral de que en otros tiempos
he andado tan sobrado. Pero antes de pasar a otra cosa he de manifestarte mi
agradecimiento por tu afectuosa comprensión que tan serenamente ha sabido sobreponerse a
las apariencias.
[...]
También de palabra te contaré mis aventuras policíacas en las que me mezcló un
desgraciado compatriota que pagó los no pocos beneficios que le hice robándome todo lo
que pudo de mi casa. Pero tuve la fortuna de encontrarle por mí mismo y de entregarle a
la justicia. Tristezas, Bernabé, tristezas.
Finalmente
vamos a reproducir la carta de 30 de agosto de 1929, en la que Larrea da cuenta a su amigo
de la boda que acaba de celebrar con Guite. Advertimos que es la primera de ese año y que
va dirigida a Bernabé Herrero y Gerardo Diego. De tan importante hecho no conocemos aquí
detalles nuevos, además de los ya publicados en otros lugares, pero la carta nos ayuda a
apreciar las reacciones personales y un estado de ánimo más inmediato y directo:
Mis queridos Gerardo y Bernabé,
Bernabé y Gerardo:
Hora
es ya de que recibáis noticias de esta mano empedernida. Aunque sea brevemente, pues de
otro modo me temo que nunca llegaría a convencerla de tomar la pluma [ ... ]
Porque habéis de saber que de la noche a la mañana y aburrido de llevar vida de horchata
de chufas improvisé con gran escándalo familiar mi boda. El 9 de julio me casé con la
mujercita ultradelicada que empezó a aparecer en mis últimas cartas. Después he estado
de viaje y por último de enfermero, porque a mi compañera los primeros síntomas de
embarazo la han puesto en un estado increíble de desbandada. Para vuestra tranquilidad os
diré que lejos de una claudicación mi acto ha sido una afirmación más fuerte del
viento de mi vida. Hacia él voy, flojeando todavía por las tremendas tempestades
pasadas, pero derecho y firme, y como a veces el camino se niega a sostenerme, con mi
camino a cuestas[ ... 1
Mi salida de París esta vez está más cargada [del profundidad que de costumbre y
quisiera mostraros mis gloriosas cicatrices. ¡Ah, la vida, la terrible maravillosa vida!
¡París, tan agradable al paladar pero tan indisgesto que ay del que no lo vomite! En
fin, ya os contaré cómo me fue en la feria. Pero os avanzo la impresión de que una
esencial etapa de mi yo está a punto de terminar.
Ahora, antes de pediros perdón, sobre todo a ti, Bernabé, a quien en los ocho meses que
van de año aún no he escrito, es preciso que haga una llamada a vuestra comprensión.
Podéis figuraros que cuando no he correspondido con vosotros ha sido por encontrarme en
estados en los que la voluntad consciente sirve para muy poca cosa. Otros más oscuros son
los vientos reinantes, como si no bastara la rebeldía de la tripulación. Después entran
en escena los restos de las angustias pasadas y la situación bien a pesar de uno va
prolongándose. Hasta que como yo en este instante ese uno se encuentra desnudo,
encomendándose a la sola benevolencia, sin más esperanzas que en el poder de la palabra
perdón. Perdón, perdón.
Hasta pronto, pues. Ya empiezo a estar dentro de mí para vosotros. Qué alegría la de
poder mandaros en estas condiciones un abrazo sin tregua, fuerte, descuidado, cordial
JUAN
En
contraste con la imagen que a veces podemos formarnos por estos textos y otros, que
insisten en los aspectos de desorden biológico y mental, Larrea se muestra en ocasiones
extremadamente cordial cuando se trata de comprender o consolar a su amigo, preocupado
también si, contra la costumbre, es Bernabé el que pasa un tiempo sin escribirle. (Así,
en la carta de 23 de febrero de 1927). Nunca deja de invitarle a ir a París, viaje que no
sabemos que llegara a realizarse, así como le avisa regularmente de los desplazamientos a
España, proponiendo encuentros o lamentando que no hayan podido verse.
En la
carta del 16 de junio del mismo año (1927), se extiende Larrea en consideraciones a lo
largo de catorce caras de cuartilla, desde Bilbao, en medio de un agitado viaje, para
consolar a Bernabé en un momento de crisis sentimental. Encontramos un Larrea íntimo
bastante distinto del que hemos visto en otros momentos de su correspondencia: generoso,
preocupado, tomándose completamente en serio los contratiempos del noviazgo de su amigo
con la joven Isabel, razonable y aun razonador sin perder una cierta altura en la
reflexión (sus consejos no son triviales y llega a decirle que si no puede amar dejando
que ella sea como es, mejor que se marche, pero sin desesperación.) Alguna muestra de su
texto puede servir de modelo:
¿Qué quieres que te
diga, querido Bernabé? En primer término que te agradezco infinito que te hayas acordado
de mí y tu prueba de confianza y que espero que de aquí en adelante una vez roto
el hielo o el ... o como quieras llamarlo, del silencio, acudirás a mí siempre que en tu
espíritu notes la menor alteración que solitaria pueda serte nociva. Sin aguardar a
estos desgarradores trances en que ahora te ves. De otro modo pensaré que me tratas
con etiqueta a mí que no he vacilado en ponerme en ciertos estados, etc., etc. delante de
ti ¡Quedamos en eso! En segundo término -y ya ves que estoy hecho un dómine
disciplinado y riguroso para contrarrestar tu desordenada combustión¿es necesario que te
diga con qué solidario afecto te compadezco y comparto tu dolor? De sobra me conoces,
Bernabé, limpio de corazón y ése todo tuyo. Pues aquí lo tienes entero. Pide y
sírvete de él a plena disposición, sin miedo a que flaquee. Aquí lo tienes a toda
presión de dolor afectuoso y compasivo, dispuesto a aliarse a tus luchas contra ti mismo
y contra el universo mundo
[...]
Y ahora un poco de calma, querido Bernabé, y una poquilla reflexión ¿Tú crees que un
alma valerosa puede lamentarse de sufrir demasiado? ¡Oh, yo creo que nunca se sufre
demasiado! Es más, para un alma rebosante de generosidad como es la tuya, el único
motivo digno de apelar al suicidio sería la convicción de que no se puede sufrir aún
más. Sobre todo si se sufre a causa de lo que uno ama [... ]
Después
de estos ejemplos, referidos a la obra literaria y a las preocupaciones personales de
Bemabé, se impone afirmar que el rasgo más significativo de esa correspondencia es su
carácter de culto intenso a la amistad. En todas las páginas escritas aparece la llamada
a la comprensión humana, la confianza en el otro, el encomendarse a su generosidad y aun
a su perdón, y el saber descubrir la propia intimidad. Y esto merece la pena ponerlo de
relieve por dos razones muy evidentes. Primero, porque, como hemos dicho, tanto en el
ejercicio literario como en los planteamientos cotidianos de la vida, Larrea y Bernabé
parecen no tener muchos puntos de contacto y habitar más bien mundos distintos, tanto en
lo espiritual como en lo físico. Segundo, porque si Bernabé no tuvo influencia literaria
que podamos percibir en la obra de Juan Larrea, sí la tienen otros amigos: Huidobro y,
sobre todo, César Vallejo, quizás la relación más intensa y conmovedora de su vida,
expresada en el trabajo continuo de análisis, interpretación y difusión de su obra, por
escrito o en el "Aula Vallejo" de la Universidad de Córdoba (Argentina) (18).
CONCLUSION
Hemos
querido recordar en estas páginas (de modo necesariamente conciso e incompleto) la figura
de un escritor soriano, amigo en su juventud y hasta la muerte de Gerardo Diego y de Juan
Larrea, al rescatar algunas páginas de esta correspondencia que nos muestra aspectos de
interés del propio Larrea, más allá de la pura anécdota personal. Es cierto que el
mayor interés reside en publicar íntegras las cartas y así deseo hacerlo en otro
momento, centrando más la figura de quien las escribió.
Era
inevitable establecer algún tipo de relación entre esta correspondencia y la de Larrea
con Gerardo Diego, a pesar de las diferencias entre ellos y en el número de páginas. Es
patente que la proximidad de Larrea y Gerardo Diego en el afán literario otorga a sus
escritos una dimensión para el estudio de su evolución y de su estética que aquí no
encontramos.
Sin
embargo, más allá del conocimiento que se pueda obtener de Larrea en París y de la
descripción de sus movimientos espirituales, me interesa resaltar algunos rasgos
implícitos en las cartas enviadas a Bernabé y que encontramos como determinantes en su
madurez literaria. Podremos quizás perfilar mejor aspectos de la vida parisina de Larrea,
aunque no hemos encontrado, de entrada, datos nuevos. Alguna concreción mayor sobre
aventuras amorosas, frivolidades y, sobre todo, los juegos de las apuestas de caballos,
que tanta significación adquieren en un momento. También las referencias a enfermedades
sexuales nos abren a dimensiones menos comentadas habitualmente.
El
estado de busca y agitación en que crea sus poemas es descrito directamente en las
cartas, mostrando un fondo de esperanza dentro de la desesperación. Una lectura de los
poemas en contraste con estas páginas quizás diera algún pequeño atisbo de
explicación. Pero, desde luego, lo que no cabe duda es que la concepción
"pasional" del poema y de la poesía que expresa Larrea en cartas a Gerardo
Diego es la que vive y manifiesta vitalmente en las cartas a Bernabé. Su apasionamiento
no pertenece sólo a la etapa vanguardista, sino a la totalidad de su obra, sobre todo
cuando la "pasión" y muerte de España -su rendición de Espíritu- le lleve a
la consideración totalizadora del universo, revelada a él en su verdad desnuda. Las
cartas sugieren la pesquisa, y, en momentos, como después de su viaje a América,
muestran la aparición con expresiones coloquiales y bien contextualizados- de términos
que después configurarán su clave interpretativa.
De
estos términos o ideas puedo recordar ahora la de la vida conformada según un cierto
destino suprapersonal que la mueve y determina desde su interior, sustituyendo en la
conciencia de Larrea al esfuerzo o empeño propio, el cual, por otra parte, no se había
mostrado capaz de librarlo de su abulia y depresión. Así, cuando regresa de su viaje a
América, escribe a Bernabé (quizás con un cierto tono de humorística justificación):
Querido Bernabé:
Debía
estar determinado desde la eternidad que no te escribiera yo desde América. Sólo así se
explica que pensando siempre hacerlo y hasta habiendo intentado varias veces establecer
contigo la comunicación interoceánica, sea ésta la primera carta mía [... ]
Otro
concepto vital -muy relacionado con éste- es el del inconsciente, como fuerza que se
dirige a una finalidad superior a la comprensión de la conciencia. El texto corresponde
también a esta misma carta. Dada la importancia que Larrea concederá a los procesos
inconscientes (en la persona y en la historia) no deja de tener interés esa insólita
manera de esperar un encuentro con su amigo, como forma de una compañía latente, de un
sustrato afectivo:
Inconscientemente
esperaba encontrarte en algún sitio remoto, en cualquier esquina de esas callejuelas de
puerto, en una estación de ferrocarril. Pero puesto que así no ha sido, ahí te va mi
abrazo anchuroso y profundo como lo es mi vida.
Y
para completar la tríada de términos significativos, no puede dejar de aparecer el de la
locura, identificada en el mismo paisaje americano, que le asusta hasta desear recuperar
la locura de su juventud, y que finalmente considera liberación del encerramiento en la
propia personalidad, figura decisiva de la trascendencia:
Por
mi parte te diría que las grandes crisis me han llevado a puerto. Si me vieras por
dentro. Loco parezco o visionario y sin embargo jamás he estado más cuerdo. Bernabé, la
vida, por más que suframos, es hermosa. Esta idea es la estrella polar que me ha hecho
salvar mis precipicios. Y digo hermosa para expresarme en un lenguaje antiguo, porque en
realidad en el lugar en que ella es agua viva no existen ni fealdad ni hermosura. Me
preguntas por mi vida. Pero, ¿es que sé yo algo de ella? ¿Sé de dónde el viento
soplará mañana? A nada me tiene sujeto. A merced de un viento estoy, a veces en calma, a
veces voluntarioso, pero siempre maravillado.
(Carta del 25 de
septiembre de 1931)
Con
esto se completa la expresión directa y personal de algunas claves importantes para la
comprensión de la obra larreana, paralelas a su creación poética, a la escritura de Orbe
y a la transformación que se produce en el viaje a Perú. Pero quizás no quedará
verdaderamente señalada su dimensión si no vemos, al trasluz de esa amistosa
correspondencia y de las preocupaciones de Larrea por su amigo, y por entre las maneras de
describirlo y valorarlo, la figura de otro de sus conceptos interpretativos en la forma de
intimidad cotidiana, que es el amor, reino del espíritu y de la libertad.
NOTAS
(1) Sigue siendo
una referencia imprescindible el libro de David Bary, Larrea: poesía y transfiguración.
Barcelona, Planeta[Universidad Complutense, 1976; completado por Nuevos estudios sobre
Huidobro y Larrea. Valencia, Pre-Textos, 1984.
(2) Los dos estudios que analizan más amplia y sistemáticamente la poesía de Larrea son
los de Robert Gurney, La poesía de Juan Larrea, Bilbao, Servicio Editorial del
País Vasco, 1985; y Juan Manuel Díaz de Guereñu, La poesía de Juan Larrea.
Creación y sentido. San Sebastián, Universidad de Deusto, 1988 (Cuadernos
Universitarios Mundaiz, iv 6). Acerca del conjunto de la actividad de Larrea existe un
volumen colectivo: Al amor de Juan Larrea, Juan M. Díaz de Guereñu, edit.,
Valencia, Pre-Textos, 1985.
(3) Véase mi artículo "Símbolo y lenguaje en Juan Larrea" en Al amor de
Juan Larrea, cit., pp. 211-233 ; "A esta descifrada luz", Zurgai (Bilbao),
número dedicado a Larrea, junio de 1985, y "América, versión celeste de Juan
Larrea" (en prensa para 1995 en la revista Anthropos.) También mi edición de
León Felipe, Ganarás la luz, Madrid, Cátedra, 1982.
(4) Además de los libros citados de Bary, Gurney, Díaz de Guereñu, puede verse la
antología de textos de la revista Poesía, n2. 20-21, 1984, monográfico dedicado
a Juan Larrea.
(5) Su poesía se publica sólo parcialmente en la Antología de Gerardo Diego
(1932) y en revistas de la época. Se recoge finalmente, aunque incompleta, en el volumen
titulado Versione Celeste, publicado en Italia, Toiino, Einaudi, 1969, seguido por la
edición española, al cuidado de Luis F. Vivanco, Versión Celeste. Barcelona,
Barral, 1970. Existe edición reciente preparada por Miguel Nieto: Madrid, Cátedra, 1989.
Para la historia y precisiones críticas, véase Juan Manuel Díaz de Guereñu: Juan
Larrea: Versiones del poeta. Bilbao, Universidad de Deusto, 1995.
(6) Publicadas en volumen: Juan Larrea: cartas a Gerardo Diego. 1916-1980. Ed. de
Enrique Cordero Ciria y Juan M. Díaz de Guereñu. San Sebastián, Universidad de Deusto,
1986. (Cuadernos Universitarios Mundaiz, 2).
(7) Juan Larrea: Orbe. Ed. de Pere Gimferrer. Barcelona, Seix Barral, 1990. Es todavía
insuficiente.
(8) En la edición citada de las cartas de Larrea a Gerardo Diego (p. 456) se atribuye a
Cecilia Herrero la condición de esposa de Bernabé, en, vez de la auténtica de hermana.
Bernabé, como decimos luego en el texto, no se casó hasta su exilio en Francia con Marie
Louise Ronfland.
(9) Deseo expresar mi gratitud a la familia de Bernabé Herrero, en especial a su hermana
Cecilia y a su sobrina Inés Tudela por su amable ofrecimiento de las cartas y perniitirme
su publicación, que aquí se hace sólo parcialmente y en lo que afecta a la relación
con Bernabé. Esperamos la ocasión de reproducirlas íntegramente.
(10) "Atienza" es también un texto de Larrea, en prosa, tal vez uno de los más
claves de su obra literaria anterior a la guerra civil. Lo menciona en las cartas a
Gerardo Diego y está escrito en las fechas inmediatas a esta correspondencia. Se publica
en Oscuro Dominio, dentro de Versión celeste.
(11) Edición facsimilar, con introducción de Jorge Urrutia: Sevilla, Renacimiento, 1982.
(12) También para el conocimiento de estos datos he de reconocer la ayuda indispensable
de Cecilia Herrero e Inés Tudela. No hemos encontrado bibliografía crítica específica
de Bernabé como escritor, pero puede verse: Enrique Andrés Ruiz, "Tres olvidos
provinciales.III.- Un poeta raro: Bernabé Herrero". Calle Mayor. Trimestral de
Literatura, crítica y artes. Logroño, no 7, 1987, pp. 9-11.
(13) El texto completo, en el volumen citado de Cartas a Gerardo Diego, p. 321.
(14) Idem., p. 360
(15) No es el único caso, como indicamos luego en el texto. Dice así: Digoin, 20
Marzo 1937. Queridos Gerardo y Bernabél Salgo para París donde pasaré unos
días. Pensad si se os ocurre algo y decídmelo inmediatamente. Un abrazo
doble. / Juan l (Sigue la dirección de su amigo Jaeques Lipehitz.).
(16) Es curioso notar que los poemas no dejan ver con claridad los conflictos o desdichas
que conocemos por las cartas de Larrea, donde trata de animar a su amigo.
(17) Pueden verse por ejemplo las reminiscencias modernistas en versificación y léxico
del poema "Renacimiento", del libro Tonadas:
El aura
nocherniega posaba la caricia
de aromas y resinas fragantes de pinar,.
Abriéndose a la noche surgía la delicia
de niñas abrazadas al vuelo de un cantar
La noche era un noche doliente,
pensativa,
prendida en el bordado del estrellado azul;
nostalgias y recuerdos, en larga comitiva,
venían desfilando, rasgando el negro tul.
Del libro destacamos otras
composiciones: "Camino de San Saturio", "Calleja del arrabal",
'Campesina".
Del popularismo encontramos esta
muestra de seguidillas en Emociones campesinas:
No me atrevo a
decirte
lo que te quiero,
ni a mirarte a los ojos
cuando te veo,
porque me apena
que por ser la más guapa
tú no me quieras.
[...]
No quiero que me llames,
ni que suspires,
ni que a todas las horas
te pongas triste.
Que así es la vida:
Cuando yo te adoraba
tú te reías.
(18) Véanse las obras
mencionadas de Juan M. Díaz de Guereñu, D. Bary, y ahora el nuevo número monográfico
de Zurgai: Juan Larrea, César Vallejo. Bilbao, junio, 1995.
© José
Paulino, 1996
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