Barcelona, la gran
ciudad europea, ha tenido siempre suficiente cuota de intelectuales
propios. Tal vez por eso, sobre la estancia en ella del poeta sevillano
Antonio Machado se ha pasado casi de puntillas. Bien es cierto, que esta
estadía fue debida a las circunstancias de la guerra civil española, que
iba empujando a los republicanos destacados, primero hacia levante, y
más tarde hacia Francia.
Organizado y pagado
el viaje por el gobierno de la República, llegaron a Barcelona,
procedentes de Rocafort (Valencia), el poeta; doña Ana, su madre; y el
matrimonio compuesto por su hermano, José Machado, y Matea. Era el mes
de abril de 1938, y su estancia en la ciudad condal se prolongaría
durante nueve meses, hasta el 22 de enero de 1939. Cuatro días después,
Yagüe, procedente de Tarragona, tomaría la ciudad.
El
primer lugar donde se hospedaron fue el Hotel Majestic, hoy con cinco
estrellas, sito en el paseo de Gracia número 68, rodeado de magníficos
edificios modernistas, entre ellos los de Antoni Gaudí. Parece ser que
por esas fechas vivía también en él León Felipe. Lo cierto, es que el
poeta zamorano estaba en Barcelona, donde había acudido procedente de
Panamá. También coincidiría Machado con José Bergamín y el hispanista
norteamericano Waldo Frank, a quien por cierto tradujo León Felipe.
El ajetreo de un
hotel grande, en el centro de la gran ciudad, en tiempos de guerra,
molestaba al poeta, quien no dejaba de trabajar. La Generalitat había
incautado una gran casa, la Torre Castanyer, propiedad de la duquesa de
Moragas, situada en la zona alta de la capital, a los pies de la montaña
del Tibidabo, concretamente en el paseo de San Gervasio números 5-13. En
la actualidad sigue siendo una zona exclusiva donde reside la burguesía
catalana, entonces, además de esta cualidad, tenía la del aislamiento. A
unos doscientos metros, en la calle del Císter, se alza el monasterio de
Valldonzella, rehecho hace unos cien años, donde, a principio del siglo
XV murió el rey Martí el Humano y, a continuación, se retiró para vivir
en él su viuda, Margarida de Prades. Relativamente cerca, se ubicaba
otro real sitio, el castillo-palacio de Bellesguard, de la misma época
histórica, reedificado por Gaudí.
Una
gran verja blasonada defiende los jardines y la casa Castanyer, que José
Bergamín recordara así: “Jardín abandonado… penumbra adormecida bajo un
cielo radiante. Señorial abandono. Goteo en la piedra. Sombras. Morada
misteriosa…”. Sólo una edificación pequeña, a la derecha de la verja,
tal vez la capilla de la casa, puede verse, el resto lo tapa la fronda
del jardín.
En el silencio de la
casa que, con toda seguridad por la ubicación, debía hacer mucho frío,
don Antonio escribía y recibía, sobre todo los domingos, visitas de
intelectuales. Uno de ellos, asiduo, era Tomás Navarro Tomás, filólogo y
lingüista, discípulo de Ramón Menéndez Pidal. Dirigió el Atlas
Lingüístico de la Península Ibérica. También se exilió en Francia. Otro
fue Eduardo Martínez Torner, musicólogo, quien compiló, junto con
Navarro, el Archivo de la Palabra, publicado en 1998 por la Residencia
de Estudiantes. Con ellos se reunía el filósofo y catedrático Joaquín
Xirau y el médico de Machado, el doctor Josep Puche Alvarez, con quien
ya había coincidido en Valencia, al ser este rector de la Universidad en
aquella ciudad.
En Barcelona
colaboraría con La Vanguardia. El primer artículo en este medio fue
publicado el 16 de julio de 1937 con el título “El poeta y el pueblo”.
El último, el 6 de enero de 1939, en la sección “Desde el mirador de la
guerra”, en el que reflexiona sobre la “turbia política de Chamberlain
que aprovecha el equívoco y lo cultiva”. Terminaba con estas palabras:
“España, por fortuna, la España leal a la nuestra gloriosa República,
cuantos combaten la invasión extranjera, sin miedo a lo abrumador de la
fuerza bruta, habrán salvado, con el honor de la Europa occidental, la
razón de nuestra continuidad en la Historia”. Aún escribiría otro que no
fue publicado, al retrasarse el motorista que debía recogerlo, el mismo
día que la familia salía hacia Francia, el 22 de enero. Después, si se
ha consultado el archivo de La Vanguardia, se verá que este medio pasó
de dar cobertura a los republicanos y apoyar la República, a recibir la
invasión con vivas a Franco en primera página, con letras de gran
cuerpo.
Siguió
colaborando, desde Barcelona, con Hora de España, que se había traslado
a la ciudad en enero; con el Servicio Español de Información, y Nuestro
Ejército. Hizo el prólogo para el libro de Manuel Azaña “Los españoles
en guerra”, que editó por primera vez en 1939 la editorial Ramón Sopena,
de Barcelona, pero no llegó a distribuirse ya que la edición fue
destruida por la administración franquista. Y escribió otro prólogo,
para “La corte de los milagros”, de Valle-Inclán.
En 1938, la editorial
Nuestro Pueblo publicó una edición de La Tierra de Alvargonzález y
canciones del Alto Duero, que fue distribuida entre los combatientes,
ilustrada con dibujos y un retrato del poeta, hechos por José, su
hermano.
El 21 de enero de
1939, cuando el general Yagüe había tomado Tarragona, salió la triste
comitiva, ligera de equipaje, hacia Francia, donde poco después, en
Colliure, moriría el poeta y, a los cuatro días, doña Ana Ruiz, su
madre. Dicen que vestía su mejor traje, azul marino, que tal vez Matea
habría limpiado y planchado cuidadosamente.
En 1989, cincuenta
años después de la muerte de Antonio Machado Ruiz, la dirección del
Hotel Majestic autorizó la colocación, en el hall, de una placa en
homenaje al poeta, por parte de la Sociedad Cultural Andaluza Almenara.
Frente a ella, otra recuerda que en 1940 se alojaron en ese hotel, bajo
residencia vigilada, el primer ministro belga, Pierlot, y el de Asuntos
Exteriores, Spaak, de donde huyeron apoyados por el cónsul general
Jottard, para reconstruir, en Londres, en gobierno legal belga.
Los
actuales dueños de la Torre Castanyer, la familia Güell, se negó a
recordar la estancia de don Antonio Machado en su casa. Tal vez baste
recordar, que tanto los Güell –mecenas del arquitecto Gaudí- como los
marqueses de Comillas, emparentados con los anteriores por matrimonio,
deben su fortuna al tráfico de seres humanos, en el siglo XIX. No puede
decirse lo mismo de una familia jiennense, noble “de siempre”, los
marqueses de Blanco Hermoso, cuya fachada del palacio de la calle Llana,
muestra, orgullosa, la placa en homenaje a Miguel Hernández, quien
permaneció en ella durante unos meses de la contienda civil.
Los 26 artículos publicados por Antonio Machado en La Vanguardia
Antonio Machado en Hora de España