Leonor, mujer y musa de Machado residente en Monteagudo, ya es parte de
nosotros -pues se entraña más lo que se conoce-, siempre lo ha sido
aunque no lo supiéramos, su luminoso recuerdo ha de llenarnos de
orgullo.
(Con la esperanza de que el museo dedicado a Leonor haga latir con más
fuerza el cansado corazón de esta histórica villa rayana)
Monteagudo de las Vicarías merece figurar por derecho propio en la
geografía machadiana, pues está indisolublemente unido al poeta a
través de su mujer y musa, Leonor Izquierdo Cuevas. Geografía emotiva y
dolorosa que marcó el corazón de la joven esposa de Antonio Machado: En
Monteagudo nace su hermano Eugenio Gregorio Izquierdo Cuevas el 18 de
noviembre de 1901 y en él muere un 11 de marzo de 1903. Con un año y
tres meses de edad su corazón deja de latir y es sepultado en el viejo
cementerio municipal, a la sombra del castillo de los Hurtado de
Mendoza.
Leonor nace en el castillo de Almenar el 12 de junio de 1894, en las
dependencias alquiladas por sus propietarios a la Guardia Civil. Es
hija de Céferino Izquierdo Caballero, natural de Cubo de la Solana y de
Isabel Cuevas, natural de la ciudad de Soria. El origen familiar de la
esposa de Machado es netamente soriano, por su abuela materna, Antonia
Acebes, natural de Villaseca de Arciel, procede de la baja nobleza
rural, integrada en la antigua institución de los Doce Linajes sorianos,
en concreto sus antepasados pertenecieron al linaje de Santa María de
Barnuevo. El nomadismo impuesto por la profesión paterna, la obliga a
recorrer otros lugares, entre ellos Monteagudo de las Vicarías, adonde
la familia llega en el año 1901 – el padre figura con el grado de cabo y
comandante de puesto- y marchan del mismo en 1903, por traslado al
cuartel de Ciria (Soria), quizá aquejada la familia por la pena de la
prematura muerte de Eugenio. El Monteagudo de Leonor, conserva un
regusto medieval, es una villa fortificada, el propio cuartel de
la Guardia Civil descansa sobre recias y antiquísimas murallas,
levantadas inicialmente en el siglo XII, tras la conquista de esta
tierra por Alfonso I “el Batallador”. La torre esquinera que da contorno
a su silueta y será señal reconocible en el museo dedicado a Leonor, es
otro vestigio del carácter defensivo y de vigilancia de la villa ante el
vecino reino de Aragón, en previsión de una fortuita invasión que
rápidamente atraviese la muga entre reinos. Con más razón que Soria y
por su mayor proximidad, se le puede aplicar lo de “barbacana hacia
Aragón, en castellana tierra”. Ese espíritu de frontera se refleja
en elementos patrimoniales como “la ermita de La Raya”, también conocida
como de San Marcos o de Nuestra Señora de la Torre, donde en señal de
concordia entre los vecinos y belicosos reinos de Castilla y Aragón y
tras la “Paz de Almazán”, se edifica en el siglo XIV, asentada entre
ambos reinos. Su pila bautismal, bajo la que había dos cuñas de madera
que marcaban los límites territoriales, fija la línea divisoria entre
dichos reinos -hoy autonomías-, concediendo a los bautizados -que se
colocaban ritualmente sobre la misma, entre ambas tierras-, el raro
privilegio de poder hacer valer una doble nacionalidad o identidad,
pudiendo acogerse por ello a los fueros castellanos o a los aragoneses.
En
enero de 1908, con trece años de edad, Leonor llega con sus padres a
Soria. Ceferino ha abandonado definitivamente la profesión de Guardia
Civil, con objeto de establecerse en la ciudad del Duero. Por su parte,
el poeta Antonio
Machado, catedrático de francés en el Instituto General y Técnico de
Soria, se hospeda en la pensión de los tíos de ella, Isidoro Martínez y
Regina Cuevas, situada en la céntrica calle del Collado, en el n.º 50 (o
54, según testimonio del tío recogido por Heliodoro Carpintero), esquina
calle Instituto, encima del actual Bar Torcuato. Con motivo del traslado
de su tío, de profesión practicante, a la localidad de San Pedro
Manrique, todos los clientes allí alojados, incluido el poeta, pasan a
la pensión de la calle Estudios, nº 7, esquina con Teatinos, regentada
por Ceferino Izquierdo e Isabel Cuevas. Machado se enamora profundamente
de una adolescente Leonor, comisionando a su compañero de instituto, el
profesor Federico Zunón, para que en su nombre, pida a los padres de
Leonor la mano de su hija. Ante las iniciales reticencias de los padres
como consecuencia de la gran diferencia de edad, Leonor se inclina por
el amor del poeta, siendo preciso que tenga la edad legal de quince años
para poder casarse. El padre de Leonor y la madre de Machado, en
documento fechado en 29 de julio de 1909, otorgan el necesario
consentimiento escrito, autorizando la unión de Antonio y Leonor.
En la
iglesia de Santa María la Mayor de Soria unen sus destinos Antonio
Machado y Leonor Izquierdo, su tío Isidoro advierte a Machado: “No se
olvide que mi sobrina es una niña”, “lo sé y no lo olvido”,
responde el poeta. La marcada diferencia de edad entre ambos- quince
años ella, treinta y cuatro años él- escandaliza y motiva que la misma
noche del enlace -fueron increpados también a la salida de la iglesia-
sufran una “cencerrada” en la estación de tren,“donde unos jóvenes
ineducados faltaron al respeto debido a todo el mundo”, cruel y
chocarrero obsequio para alguien de tan exquisita y extrema
sensibilidad. Machado lo recordará como el peor día de su vida. Bondad y
belleza resplandecen en el aniñado rostro de Leonor, es el retoño
primaveral que brota en el viejo olmo que es el corazón del poeta:
“Sentí tu mano en la mía, tu mano de compañera, tu voz de niña en mi
oído como una campana nueva, como una campana virgen de un alba de
primavera”. Los machadianos versos nos hablan de Leonor, al igual
que las viejas fotografías, José Posada, descubre una simbiosis entre
Leonor y los campos soriano-castellanos que habita: “Era como en la
fotografía se ve. Ella tenía la viva adolescencia de los campos más
difíciles de España, el más alegre espíritu de la tierra, de la pobre
tierra soriana. Era menuda y trigueña, de alta frente y de ojos oscuros,
como una doble avispa penetrante”.
Temprano matrimonio, quizá motivado por un inconsciente deseo de robarle
tiempo a la muerte que entre sombras acecha. Breve será el mismo, y por
ende, la felicidad del poeta. En el viaje que hacen a París con motivo
de la concesión de una beca a Antonio, se manifiesta la tuberculosis de
Leonor, amargamente comenta por carta Machado a Ana Ruiz, su madre:
“el golpe terrible para mí fue el que llevé en París, cuando la
enfermedad de Leonor nos hirió como un rayo en plena felicidad”. El
8 de julio, el soriano Manuel Hilario Ayuso , político republicano
admirado por Machado, propone organizar un homenaje a Leonor en Soria,
pues fue ella la “que trasplantó a los altozanos numantinos el alma
sevillana del rimador insigne”. Sin poder recuperarse, Leonor
fallece en Soria el día 1 de agosto de 1912. La sentida editorial
publicada en “El Porvenir Castellano” del 5 de agosto de 1912, periódico
que dirige José María Palacio, íntimo de Machado y primo político de
Leonor, se lamentaba que: “Leonor Izquierdo de Machado, tan joven,
tan buena, tan bella, tan digna del hombre en cuyo corazón es todo
generosidad y en cuyo cerebro dominan potentes destellos de
inteligencia, ha muerto, y ¡parece mentira! ¡Pobre Leonor!”
El
lacerante recuerdo de la amada tempranamente desaparecida, obliga al
poeta a eludir su nombre cuando a su “buen amigo” Palacio, le ruega en
uno de los más afamados y bellos versos de Campos de Castilla, que
coloque flores en su tumba: “Con los primeros lirios/ y las primeras
rosas de las huertas,/en una tarde azul, sube al Espino/ al alto Espino
donde está su tierra/. En Monteagudo también está la tierra de Leonor,
la que pisó al ir a la escuela, al jugar con sus amigos/as, al corretear
por sus calles, al contemplar su singular paisaje, por la que caminó de
la mano de sus padres, y sobre la que su infantil corazón soñó. Su
recuerdo habita en nuestras calles y paisajes, el eco de sus pisadas,
resuena en ellas. Está es la tierra que vio nacer y en la que descansa
su hermano. Nunca lo olvidemos, Machado y Leonor forman parte de nuestra
memoria colectiva, y espero que desde ahora, de NUESTROS CORAZONES .
© Raúl
Utrilla Muñoz
Monteagudo de las Vicarías, a 8 de febrero de
2022