"La graciosa historia del
rebuzno"
Pasillo cómico tomado del Capítulo XXV
(2ª Parte) del Quijote
Homenaje
a don Miguel de Cervantes
(Don Quijote y Sancho van camino de
Zaragoza y se encuentran con un joven que marcha a embarcarse en Barcelona
como soldado en los tercios de Nápoles, recuerdos, sin duda, de lo que
sucedió al propio Cervantes en su juventud. Y mientras hablan, llegan a una
venta… Será en este preciso momento cuando aparece la VENTERA, una mujer
vestida de época: saya larga, blusa blanca y pañuelo en el pelo. Limpia
afanosamente una mesa. Se dirige al público y a partir de este momento la
VENTERA se convierte en la narradora del relato)
VENTERA: Pues sepan vuestras mercedes que un
buen día, yendo nuestro hidalgo y su escudero camino de Zaragoza, se toparon
con un mozo que marchaba a Barcelona con la intención de embarcarse como
soldado. Y quiso la suerte que andando en provechosa plática dieran con esta
venta, cosa que Sancho tuvo por muy buen agüero pues su amo enseguida la
reconoció como tal y no como castillo, cosa que solía suceder las más de las
veces.
Luego de pedirme
posada y dejar a Rocinante y al rucio en el establo, se pusieron a cenar, y
a los postres un caminante que aquí paraba nos contó una divertida historia
que acababa de suceder en un pueblo vecino: “el pueblo del rebuzno” como le
llaman, que, desde entonces también da nombre a esta venta, y si me
atienden, se la voy a contar.
(Pausa: se oyen
voces que vienen de fuera)
Pero miren
ustedes, hablando del rey de Roma, por la puerta asoma, que aquí aparecen
los autores de la historia… (Entran dos hombres vestidos como gente
aldeana), y ellos mismos la pueden relatar…
REGIDOR 1º: A la paz de Dios, ventera.
VENTERA: Él se la dé buena, señor regidor. Y a
la compaña.
REGIDOR 2º : (quitándose el sombrero)
Buenas tenga vuesa merced.
VENTERA: Pues decía a estos señores, que no ha
mucho, en este mismo lugar y siendo testigo de los hechos el famosos
caballero andante don Quijote de la Mancha, alguien contó el sucedido que
aconteció a vuestras mercedes con el burro. ¿Cómo fue aquello?
(Los hombres se miran y ríen)
REGIDOR 1º: ¿Lo del rebuzno?
VENTERA: Justamente.
REGIDOR 1º: Graciosa historia tenemos.
REGIDOR 2º: Ea, comience vuestra merced, que
yo completaré el relato si le falla la memoria.
REGIDOR 1º: Pues en un lugar que está a
cuatro leguas y media de esta venta, nuestro pueblo, sucedió que por las
malas artes y engaños de una criada suya (señala al otro Regidor),
cosa que sería largo de contar porque criadas malas haylas en todos los
pueblos del reino, le faltó un asno, y aunque hizo las diligencias posibles
para hallarle, no fue posible.
REGIDOR 2º: (contundente, dirigiéndose al
público) Hasta ahora todo es verdad.
REGIDOR 1º: Pues quince días serían pasados
que el asno faltaba, cuando me lo encuentro en la plaza y le digo (se
ponen en situación como si se encontraran de nuevo): «Dadme albricias,
compadre, que vuestro burro por fin ha aparecido».
REGIDOR 2º: (sorprendido) Yo os las
devuelvo, compadre, y muy buenas sean; ¿pues dónde ha sido el hallazgo, que
no tengo noticia?
REGIDOR 1º: En el monte lo vi esta mañana,
aunque estaba sin albarda ni aparejo alguno, y tan flaco andaba que era una
pena miralle. Quísele coger para traéroslo, pero se ha hecho tan montaraz y
tan huraño que cuando llegué a él se fue huyendo y se entró en lo más
escondido del monte. Así que se escapó, pero si quiere vuestra merced
podemos ir los dos a buscalle.
REGIDOR 2º: Me parece de perlas su idea,
compadre. Vayamos presto.
(Salen uno
para cada lado en actitud de buscar)
VENTERA: Y en resolución, que los dos
regidores se fueron al monte donde pensaban hallar el asno, y por más que
miraron y escudriñaron, no lo encontraron ni apareció por aquellos contornos
aunque buscaron como condenados. Viendo, pues, que no aparecía se volvieron
al punto de partida para tratar de acordar una solución mejor.
(Entran en la venta desolados)
REGIDOR 1º: Mirad, compadre, el monte es muy
grande y me ha venido una traza al pensamiento con la cual, sin duda alguna,
podremos descubrir al animal aunque esté escondido en las entrañas de la
tierra, cuánto más en las del monte, y es que yo sé rebuznar
maravillosamente y si vos sabéis rebuznar algún tanto, dad el hallazgo del
burro por concluido.
REGIDOR 2º: ¿Que si yo sé rebuznar un tanto?
Por el sol que nos alumbra, que no daría ventaja a nadie en esto del
rebuzno, ni siquiera a los mismos asnos.
REGIDOR 1º: Pues agora lo veremos, porque he
pensado que vos podríais ir por un lado del monte y yo por el otro de modo
que lo rodeemos y andemos todo, y de trecho en trecho rebuznaréis vos y
rebuznaré yo, y no podrá ser por menos que el burro nos oiga y responda, si
es que está vivo.
REGIDOR 2º: Digo, compadre, que la idea es
excelente y digna de vuestro gran ingenio. Vamos, pues, y pongámonos a
rebuznar.
(Empiezan
a moverse por el escenario y entre el público lanzando cada cual un rebuzno
que irán repitiendo de trecho en trecho. Ambos se escuchan y ponen cara de
satisfacción al oírse pensando que es el burro el que responde. Esto lo
pueden repetir varias veces mientras se van acercando al centro del
escenario. Cuando se encuentran se dan susto tremendo).
REGIDOR 2º: ¡Jesús, qué susto! ¿Y el burro?
REGIDOR 1º: Pues no sé, yo...
REGIDOR 2º¿Es posible, compadre, que no fuera
mi asno el que rebuznó hace un momento?
REGIDOR 1º: No, no fue vuestro asno el que
rebuznó, sino que fui yo.
REGIDOR 2º: ¡Cuerpo de tal! Ahora confieso
que de vos a un asno, compadre, no hay diferencia alguna en lo tocante a
rebuznar, porque en mi vida he oído cosa tan bien hecha.
REGIDOR 1º. Por las barbas de mi abuela, que
esas alabanzas y encarecimientos os atañen a vos más que a mí, compadre, que
por el Dios que me crió que podéis dar dos rebuznos de ventaja al mayor y
más perito rebuznador del mundo, porque el sonido que tenéis es alto,
timbrada la voz, todo a su tiempo y compás; los dejos que hacéis, muchos y
apresurados (le imita rebuznando) y en resolución, que yo me doy por
vencido: os rindo la palma y os entrego (se quita el sombrero y hace un
gesto de entregar) la bandera de esta rara habilidad.
REGIDOR 2º. (con cara reflexiva, pero
halagado) Pues agora os digo que me tendré y estimaré en más desde aquí
en adelante, y pensaré que tengo alguna gracia en esta vida, pues aunque
sabía que rebuznaba bien, nunca entendí que llegara al extremo que decís.
REGIDOR 1º: Bien cierto es ello, que hay
raras habilidades perdidas en el mundo y muy mal empleadas por aquellos que
no saben aprovecharse de ellas.
REGIDOR 2º: Las nuestras, por ejemplo, que
quiera Dios que nos sean de utilidad y encontremos al burro. Pero volvamos a
buscarlo, que esta vez no ha de fallar.
REGIDOR 1º: Ea, desandemos el camino, mas
para saber que somos nosotros y no es el burro quien responde, rebuznaremos
dos veces, así no nos confundiremos con el animal.
REGIDOR 2º: Que me place la idea, compadre,
vayamos al monte.
(Se separan y comienzan a repetir los
rebuznos, esta vez doblados, como la vez anterior. Al fin se encuentran en
el escenario)
REGIDOR 2º: (mira al otro con cara de
pena) No os maravilléis, compadre, de que no nos responda el animal,
pues estoy seguro de que él respondiera si pudiera oírnos. Pero a trueque de
haberos oído rebuznar con tanta gracia, compadre, doy por bien empleado el
trabajo que hemos tenido en buscalle, que hace un momento lo he hallado
muerto junto a unas piedras. (Hace un gesto de dolor, casi llorando)
REGIDOR 1º: ¿Muerto, decís?
REGIDOR 2º: (desolado, se quita el gorro
como si rezara) Sí, muerto y bien muerto, en lo más espeso del monte.
REGIDOR 1º: Pues lo siento, compadre; ya
decía yo…, (resignado) ¡y qué le vamos a hacer!; pero en tocante a lo
del rebuzno, afirmo que si bien canta el abad (señala al otro regidor),
no le va en la zaga el monaguillo (se señala a él mismo), como dice
el refrán...
REGIDOR 2º: Ya. Y agora que todo queda
claro, que no se diga por ahí que los regidores de nuestro pueblo no somos
grandes rebuznadores... (se ríen sin gana y sin perder su gesto de
resignación; queda la escena congelada. La Ventera que ha permanecido
discretamente en un segundo plano, interviene).
VENTERA:
Y así, resignados y roncos se volvieron a su aldea, donde contaron a sus
amigos, vecinos y conocidos cuanto les había acontecido en la busca del asno
exagerando el uno la gracia del otro en rebuznar, todo lo cual se supo y
extendió por los lugares circunvecinos llegando incluso a esta venta, LA
VENTA DEL REBUZNO; y el diablo, que no duerme, levantó rencillas y grandes
quimeras e hizo que las gentes de los otros pueblos, en viendo a alguno de
aquella aldea, rebuznasen, como echándoles en cara el raro arte de los
regidores. Y hubo pendencias y descalabros por esta causa, de manera que
salieron aquellos versos que todo el mundo conoce y aún hoy día se publican
en las plazas y mentideros que dicen:
No rebuznaron en balde
El uno y el otro alcalde.
FIN
© Pedro Sanz
Lallana 2005
Blog
de Pedro Sanz
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