La huella de los
pasos (Un recorrido literario)
Antonio
Ruiz Vega
Edición: Gráficas Ochoa
Soria. S.L.
Páginas: 237
SORIA 2005
Prólogo galeato
Corría el año 1992 del siglo y milenio pasado cuando terminaron de
aparecer en el extinto bisemanario Campos de Soria los veinte
capítulos de mi Nueva visión de Numancia, una de las muchas
series (de hecho, la última) que fueron apareciendo por la prensa
soriana de los 80/90 (Como Guía de la Soria Mágica, Cultura Soriana,
De cómo perdimos los Cameros, Historia Mágica de Ágreda...
). Desde entonces, como suele decirse, ha llovido mucho. Aquellos
artículos alcanzaron cierto éxito provinciano (lo cual es prácticamente
una contradicción en los términos) y hasta supe de un guía que los
vendía fotocopiados a los turistas. Quizá porque venían a llenar un
hueco en la escasísima bibliografía numantina, casi toda ella demasiado
sectorial y/o erudita, redactada en dialecto academiqués
ininteligible para los no iniciados. A falta de una buena síntesis
(salvo los capítulos de don Blas Taracena para la Historia de España
de Espasa Calpe) el curioso podía adquirir en el mercado editorial
monogramas pintorescas dedicadas a los temas más especializados y
abstrusos. Con frecuencia ilustradas con esos inefables "quesitos" y
gráficos de barras que nos informan de extremos tan apasionantes como
cuál es el porcentaje de tectiformes (sea ello lo que fuere) en
determinada cuenca paleo-hidrográfica. Me estoy refiriendo a que la
mayoría eran productos endogámicos para la comunidad ciento-académica
con un interés nulo para el ciudadano medio. De otra parte las grandes
monografías (lógicamente superadas por el tiempo) como las de Schulten o
Wattenberg eran inencontrables. La primera ha sido dignamente reeditada
recientemente, y la de Wattenberg, por ejemplo, no parece que haya
despertado gran interés entre el público. Fue para mí algo muy chocante
el adquirir a principio de los años 90 un ejemplar de la primera edición
de LAS CERÁMICAS INDÍGENAS DE NUMANCIA en la biblioteca del CSIC en la
madrileña calle Medinaceli por las modestas 450 pesetas que costaba la
primera (y creo que única) edición. Cuando un libro tan importante e
interesante (al margen de lo discutible que puedan ser las tesis
tracio-escitas de Wattenberg) tarda 30 años en agotarse, es para echarse
a temblar...
En 1996, mientras reunía documentación para el
DICCIONARIO DE LA ESPAÑA MÁGICA (Espasa Calpe, 1997, escrito en
colaboración con Fernando Sánchez Dragó) volví sobre aquel trabajo
escrito quizá un poco apresuradamente y lo retomé para la redacción de
varias voces sobre los celtíberos. Nuevamente, en el 2002, al escribir
LOS HIJOS DE TÚBAL (2003, La Esfera de los Libros), tuve que repasar mis
conocimientos sobre la Celtiberia que, evidentemente, se habían ido
enriqueciendo con nuevas lecturas. La idea de publicar aquel material
en forma de libro me vino, precisamente, a raíz del programa que para la
2 de Televisión Española grabamos en NEGRO SOBRE BLANCO en 2003 y en el
que me acompañaron mi primo Gonzalo Ruiz Zapatero (Catedrático de la
Complutense) y los arqueólogos aragoneses Fernando Marco Simón y Gabriel
Sopeña Genzor. Aquel programa tuvo también, como este mismo prólogo,
algo de “galeato" pues de algún modo quise cubrirme las espaldas
llevando a tres arqueólogos de prestigio, estudiosos del celtismo y la
Celtiberia (traté hasta el final de llevar a José María Blázquez, pero
se disculpó por problemas derivados de su avanzada edad) que avalaran
una obra que al fin y al cabo no proviene de un especialista sino de lo
que antes se llamaba con cierto candor un "publicista". Por publicista
entiendo yo a quien sirve de intermediario entre ese mundo académico que
suele pecar (aunque afortunadamente no siempre) de excesivamente
críptico y el gran público que, interesado por cierto tema, se ve en la
tesitura de elegir entre obras que no van a captar su interés por
demasiado abstrusas o en vulgarizadores que rozan la patraña y se
inventan historias "mágicas" sin ninguna apoyatura en la aparentemente
prosaica realidad.
Quede por tanto claro que el propósito de este libro no
es otro que ese, el de, en un diálogo permanente con el lector, intentar
trasmitirle el entusiasmo que a mí me produce el estudio de la
antigüedad hispánica en general y la Celtiberia en particular.
Otra cuestión, evidentemente, es que lo consiga. No hace
mucho me decía el filósofo José Antonio Marina en respuesta a mi crítica
a una de sus obras que él escribía los libros que le gustaría leer y que
los redactaba para aprender sobre un tema, no porque supiera mucho sobre
él sino porque quería saber más. Y esto se nota bastante en algunos de
sus libros, que parece que vas avanzando con él, lo que resulta muy
estimulante.
El texto que va a continuación ya no tiene mucho que ver
con aquellos artículos aparecidos en Campos de Soria porque ese
material lo he ido retocando, corrigiendo, refundiendo, a medida que
nuevas lecturas o interpretaciones lo han hecho imprescindible. El
último capítulo, De Numancia entendida como Mediolanum o Centro de la
Tierra está tomado íntegro de mi libro LOS HIJOS DE TÚBAL y
corresponde a lecturas más tardías, sobre todo del libro de Marco V.
García Quintela "Mitología y Mitos de la Hispania Prerromana". Este
capítulo fue publicado también en su día en el HERALDO DE SORIA.
En cuanto al subtítulo elegido El Imperio que no pudo
ser, reconozco que puede pecar un poco de pretencioso, pero me lo
sugirió la relectura de ese excelente libro que es MITOLOGÍA CRISTIANA
de mi bienamado Vicente Risco, donde hablaba con pasión de galáico de la
posibilidad histórica de un Imperio Celta que hubiera florecido de haber
predominado la cultura céltica sobre la romana. Un mundo paganizante
donde no es previsible que hubiera triunfado una religión oriental como
la cristiana (que sólo recula sobre Europa al fracasar en Oriente). Por
soñar que no quede. En todo caso no soy el único en pensar que la
conquista romana abortó un incipiente Imperio Celtíbero. Podrá
acusárseme, si acaso, de exagerar o de tomar deseos por realidades, pero
nunca de mentir ni de fantasear sobre la pura nada.
También he de añadir que no considero el tema agotado,
mientras releía, redactaba, corregía, añadía y suprimía, las ideas no
han dejado de bullir en mi cabeza. Para los que tenemos la funesta
manía de pensar -en un mundo que se autoidiotiza con ejemplar y unánime
deportividad- un tema nunca está cerrado. Que lo sepa, pues, el
lector. Está advertido. Como MacArthur en las Filipinas,
Volveré...
©
Antonio Ruiz Vega
Comentario del libro por Isabel Goig
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