entrevista
Antonio
Ruiz Vega o el don de la ubicuidad cultural
Antonio
Ruiz Vega pertenece por nacimiento a una familia de raigambre soriana. Su
abuelo, Gonzalo Ruiz, fue un hacendado industrial que improntó el futuro
de todos ellos. Su padre estuvo siempre en la movida cultural y social
soriana, buen ceramista, se trasladó a Ibiza donde nació Ruiz Vega. Su
sangre contiene una buena parte de aporte andaluz, por parte de su madre.
Ruiz Vega se mueve por la vida con un
bagaje cultural que aumenta día a día. Transcurre esa vida entre libros,
ordenadores, fotografías hechas por él mismo, trabajo, mucho trabajo, y
el cuidado de dos encantadoras hijas: Beltane y Belisana.
Su
curriculum es extenso, su aportación a la cultura soriana impagable,
porque como buen liberal-libertario, funciona por libre, y eso no se paga,
ni se subvenciona. Desde las revistas ABANCO/COSAS DE SORIA Y CUADERNOS DE
ETNOLOGÍA SORIANA y las colecciones de libros COSAS DE SORIA y LOS LIBROS
DEL SANTERO, ha contribuido a ampliar el mundo cultural de esta ciudad y
provincia.
A simple vista no se aprecia, pero
cuando se le trata más en profundidad, aparece en Antonio un sentido del
humor que añade, a su enjundia humana, una nota sostenida de sensibilidad
bonhomía y divertimento.
Si alguien me hubiera preguntado de
donde es Antonio, antes de conocerlo personalmente y sólo guiada por sus artículos
y libros...sin dudarlo hubiera respondido: vasco. Pero me
hubiera equivocado con este estudioso y amante de la cultura vasca y
galaíca, porque nació en Ibiza de padre
soriano y madre andaluza. Pero Antonio, es
que la mediterrànea romana ha pasado de puntillas sobre tí...
Lo
de menos es dónde naces. Lo importante es dónde eliges pertenecer.
Viéndolo desde otro punto de vista ¿qué cosa más tradicional para un
soriano que nacer fuera de la provincia? Si te das cuenta, habrá
literalmente miles de jóvenes sorianos que se están educando en otros
ambientes: País Vasco, Cataluña, Zaragoza... El tiempo dirá qué queda
de eso, es decir, si esa juventud se vincula a los sitios donde ha
crecido, se ha educado, o recupera la tradición. Yo creo que hay una edad
en la cual uno elige dónde pertenece. Entonces, como decía años atrás
Dámaso Santos, el director de ABANCO, el soriano es un pueblo con
diáspora, como el pueblo judío o el irlandés. Cuántos irlandeses han
nacido en Nueva York y, sin embargo, tienen una cultura netamente celta.
En cuanto al interés por todo lo vasco viene de varias fuentes, pero
básicamente de dos. Una de ellas de las vivencias que tuve en los años
sesenta y setenta, cuando en Soria, en la cárcel, vive una importante
colonia de presos políticos vascos y un importante flujo y reflujo de
familiares de estos presos. Muchos de ellos pasan por la librería de mi
padre, y ahí existe un contacto directo con la cultura vasca. Es cuando
oigo los primeros discos de Lourdes Iriondo, Benito Lertxundi y otros
cantautores, y accedo a libros, folletos y propaganda, no sólo política,
aunque entonces era el momento de la lucha antifranquista, si no también
de tradiciones, de lo que es y supone la cultura vasca. Por otra parte,
eso mismo germina mucho años después en mi interés por todo lo vasco,
tomado como modelo. Soy consciente de que soy soriano, y de que Soria es
una parte de Castilla. Pero el movimiento de recuperación de la cultura y
de las tradiciones y de la articulación de una alternativa política
nacionalista vasca, es un modelo, no sólo para el movimiento nacionalista
castellano, si no para otros como el gallego, y quizá todavía más donde
no había una tradición nacionalista clara, como Santander, Asturias,
León etc. Es el que se sigue porque es un movimiento nacionalista más
fuerte, como el catalán. También en lo cultural es un modelo de cómo
recuperar unas tradiciones, de cómo articular toda una cultura propia,
hasta cierto punto de inventársela, en el buen sentido de la
palabra. Y luego me ha gustado buscar las raíces vascas en Soria, que
afortunadamente las hay. Yo creo, que en cuanto a la cultura soriana hay
una parte celta y una parte íbera que es euskérica.
Hay
toda la tradición, desde Humboldt, que pretende explicar el lenguaje
ibérico por similitud al euskera. Que la lengua primitiva que se hablaba
en España, era, si no el euskera, un dialecto parecido. Soria tiene una
raíz vasca y otra celta, por eso yo a veces me refiero a la euskoceltia y
a lo celtoeuskérico... Y evidentemente en Soria existe toda una toponimia
ibérica y euskérica que ha sido investigada por eruditos como Francisco
García Berlanga, Febrel, y otros. En los artículos que te has referido
antes, lo que he hecho es retrotraerme hasta las excaviones primeras que
se hicieron en Numancia que las lleva a cabo Juan Bautista de Erro y
Azpiroz, vizcaíno, que fue contador de impuestos en la provincia de
Soria, y que a sus expensas hace unas excavaciones en Numancia, encuentra
unos objetos, algunos de ellos con inscripciones ibéricas; él se atreve
a traducirlas por similitud al euskera. Y ya Azpiroz escribe un libro en
el que se atreve a decir que las glorias de la nación numantina
pertenecen al pueblo euskaldun...
Muchos autores importantes
escribieron casi toda su obra sin moverse de su pequeña ciudad.
Así a bote pronto recuerdo que Kant no salió nunca de su aldea. Y ello
no fue impedimento para la creación de una visión del mundo que
trasciende lo personal para universalizarse. Pero en esta época,
en esta sociedad que nos toca vivir, donde la movilidad es algo
casi consustancial y donde los viajes ya no
duran años, al estilo lord Byron...es un poco difícil comprender tu poca
pasión por los largos viajes, porque de tus escapadas contínuas al norte
y tu incansable recorrer la geografía soriana (con un paso más pausado y
placentero la de los pueblos abandonados), ya lo sabemos casi todo gracias
a tus artículos en la revista ABANCO. Por otro lado a veces pienso que
quizá esta pequeña ciudad se te estreche demasiado, culturalmente
hablando.
Bueno,
lo primero podría interpretarse como que muchos grandes escritores han
sido muy localistas, pero han sabido trascender de su localismo. En el
fondo, el universo literario de un narrador suele ser muy reducido. Cada
uno habla de lo que conoce. Dentro de eso te puedes quedar en lo local y
en el cuadro de costumbres, en el tipismo, a veces muy falso y muy
postizo. Otras veces trasciendes, es decir llegas a lo universal, pero
partiendo de lo particular. Porque yo en lo que no creo es en el
cosmopolitismo. Incluso los sabios de Alejandría, a los cuales se les
tiene como los primeros cosmopolitas del mundo antiguo, decían: "la
verdad es cosmopolita, pero sobre todo alejandrina". Es decir, ellos
estaban donde estaban, en su espacio mediterráneo, y reordenaban todo el
paisaje cultural desde su punto de vista. Porque eso es lo más
importante, el tener raíces y un punto de vista. Por poner un ejemplo que
me coge muy cercano ya que acabo de terminar un estudio bastante completo
sobre el reciente Premio de la Crítica, Sánchez-Ostiz, ahí tienes un
caso muy claro. El habla, principalmente, de la ciudad que conoce,
Pamplona, y luego se va un poco más allá, se ambienta en el país vasco
francés, pero no habla de Nueva York, porque seguramente no ha estado
nunca, o ha estado de paso, y sería ridículo que lo hiciera. El mérito
es que un señor como Cervantes nos hable de un hidalgo manchego que se
mueve en un radio de cuarenta kilómetros, o poco más, y que los
problemas que nos plantee le lleguen a interesar a un finlandés, a un
chino, a un hindú o a un neozelandés, que es lo que consigue Cervantes,
o lo que consiguen en el fondo todos los grandes autores, universales, y
que, muchas veces, nos están hablando de su pueblo.
Y
la segunda parte ¿qué hago yo aquí? Pues yo podría no estar aquí,
hasta cierto punto no debería estar aquí. Podría hacer más cosas en
otros sitios. Incluso desde el punto de vista de llevar a cabo una carrera
profesional, cosa que yo nunca me he propuesto, evidentemente la podría
llevar a cabo en otro sitio, mejor que en Soria. En concreto, en Madrid,
donde en teoría debería estar, ya que trabajo en Televisión. Realmente
no me interesa. No lo digo en el sentido de que me sacrifique por estar
aquí. Todo lo contrario, creo que es un privilegio vivir en Soria. Dónde
podría yo tener un marco geográfico tan variado, expresarme como
ciudadano, conocer personajes, como en Soria. Otros necesitan el Tilbet,
necesitan viajar por ahí, yo nunca he necesitado eso, y, como dice el Tao
Te kin, el centro del mundo está e todas partes,
pero sobre todo en casa.
La mirada hacia
el pasado para intentar comprender un poco mejor nuestro presente y la
búsqueda de voces afines que nos ayuden a descubrir nuevos senderos,
cuando nos encontramos un poco estancados creativamente, siempre me lleva
a la inevitable pregunta sobre las afinidades culturales...
En
lo cultural me defino como tradicionista. Creo que hay seguir una
tradición, pero hay que ver en qué sentido se dice ésto, claro. No en
el que hay que repetir continuamente lo que se ha hecho en el pasado. Si
no en que hay que aprender del pasado para crear a partir de él. Las
maneras de expresarse en cada época son distintas. Por eso surgen las
vanguardias, y está bien que surjan. Pero, como decía D'ors, "lo
que no es tradición es plagio". La tradición es lo que permanece y
lo que me interesa. He tenido padres y antecesores, incluso a veces me he
preocupado excesivamente por buscarlos, nunca he tratado de ser original,
sino de seguir lo que otros han hecho antes, tanto a nivel general:
corrientes ideológicas, espirituales o culturales como a nivel local.
Parte de los artículos que he escrito ha sido buscando la tradición, lo
que he llamado "las otras Sorias", gente que ya ha buceado en la
misma corriente en la que quiero continuar. Siempre me ha interesado el
surrealismo, precisamente porque ha sido muy capaz de transformase allí
donde ha llegado. Existe un surrealismo español, francés, italiano,
mejicano: ha sabido llegar a lo fundamental de cada pueblo, llegar a la
verdadera corriente, a lo que Pániker llama la búsqueda del comienzo. Y
a la vez ha sabido poner sobre la mesa una serie de valores que estaban
ocultos por otras corrientes más convencionales. Fue, más que una
revolución, aunque se reivindicó desde la revolución, el encontrar la
verdadera tradición. Creo que de vez en cuando hay que desescombrar las
cosas para ver lo verdadero que hay debajo.
Celia Duañez
|