Gerardo
Diego y Soria
Siendo
Soria una ciudad con "status" literario (lo que no es
frecuente), durante demasiado tiempo su imagen poética ha sido
monopolizado por el elán machadiano, ciertamente que sin el
consentimiento del vate sevillano.
Esto
ha anulado, o al menos minorizado a lo que vengo denominando las otras
Sorias, que son múltiples y casi siempre más interesantes que la
machadiana.
Una
de ellas es la de Gerardo Diego Cendoya que él mismo definió como
"total, precisa, exacta" y que, en sus primeros poemas casi
adolescentes veía con la "gracia de un país recién nacido",
haciendo, por lo demás, firme propósito de no cantar más "tu yermo
y tu pastor".
La
Soria de Gerardo Diego, quizá por la juventud del poeta, es rebelde e
iconoclasta, esperanzada en el futuro. Y sin duda en este punto de vista,
de quien se siente un soriano más, unido a los intereses y afanes de la
Tierra, debieron influir los compañeros que tuvo Gerardo Diego en sus
primeros años aquí. No vamos a repetir la conocida lista que vengo
-también- reivindicando desde hace una veintena de años, ante el casi
unánime silencio o indiferencia de las instituciones (A José Tudela se
le vindica como "americanista", eludiendo su obra sobre
etnografía soriana, etc.), pero es evidente que aquel grupo de sorianos
que le acogió en la tertulia del círculo Numancia (hoy Amistad/Numancia)
en algo debieron influir y conformar la personalidad del poeta.
La
idea de Soria y de Castilla es en Gerardo Diego, por lo tanto, renovadora
en la tradición, (pues lo que no es tradición resulta -ya lo dijo
D´Ors- directamente plagio) y opuesta a los tópicos más socorridos que
han venido barajándose como naipes gastados en los últimos tiempos.
La
Soria de Gerardo, que es la que ve el nacimiento del periódico LA VOZ DE
SORIA, es un modelo que bien merecería la pena repristinar en estos
tiempos de dirigismo y sucursalismo cultural.
©
Antonio Ruiz
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