Antonio
Ruiz Vega
Prólogo: José Luís Orella Unzué
Edita:
Centro Soriano de Estudios Tradicionales
Colección: Cosas de Soria Nº 5
Páginas: 141
SORIA 1999
¡Por fin!
Aquellos que hemos seguido la trayectoria de la escritura de Ruiz Vega, no sólo no nos
hemos sorprendido ante este libro, sino que lo esperábamos, porque intuíamos su
gestación.
Desde su primer libro, La Soria Mágica (agotado ya, pero del
que esperamos su reedición en breve) o los artículos publicados sobre los Baroja (por
poner algún ejemplo), la búsqueda de raíces comunes entre Soria y Euskadi, ha sido una
constante en este investigador.
Inicia este libro su andadura por la paleografía, de la mano de Juan Bautista de Erro y
Azpiroz, vasco, que por cuestiones burocráticas se afincó en Soria y se lanzó a
interpretar inscripciones prerromanas.
Sigue ramificándose por la toponimia, estudiada por Gaya Nuño, García de Diego o
García Berlanga entre otros, donde topónimos como Iruecha, Chavaler, Azapiedra, Barahona
o Somaén forman parte de la toponimia común entre vascos y sorianos. Fue Nicolás Rabal
el que dijo que Urbión era palabra vasca y significaba "aguas dos buenas".
También hay un camino donde nos encontramos a Gervasio Manrique y su Vocabulario
comparado.
Paseamos, admirando la arquitectura que estudió José Tudela.
Y descansamos gozosos entre las tradiciones, los mitos, el folklore..., que Sebastián
Febrel, Ricardo de Apraiz o el propio autor, han ido recogiendo y comparando con la vecina
Euskadi.
Finalmente llegamos al curioso estudio serológico de Arturo Valls, que se haya recogido
en el libro colectivo coordinado por Luis Díaz de Viana "Aproximación
Antropológica a Castilla y León" de la editorial Anthropos.
Y todo ello salpicado de interesantes curiosidades históricas.
La agilidad y facilidad con que mezcla la selecta bibliografía, los extractos de algunas
obras de autores puntuales, sus propios pasos; la sorprendente soltura con que se mueve
entre citas, fechas y nombres, encontrando lugar para la literatura, la música (incluso
nos recuerda la música de Benito Lertxundi)... no es sino el profundo conocimiento del
que sabe de lo que habla y lo hace como sólo saben hacerlo aquellos que han leído mucho
y guardan en su memoria lo esencial, haciéndonos nuestro itinerario un poco más cómodo.
Tal propuesta produce una sensación de liviandad... y lo que lo hace "liviana"
es la claridad con que nos hace adentrarnos por los caminos y no hablamos figuradamente,
sino físicamente. Es esa "liviandad" propia del viajero ligero de equipaje y la
que adquiere el cuerpo cuando llevamos unos kilómetros recorridos.
Comenta el catedrático José Luis Orella en el prólogo, que este libro está hecho con
el corazón, a mi parecer este libro está hecho con el cuerpo. No hay un solo lugar
citado por el autor que sus pies no hayan pisado. No tenemos la impresión de encontrarnos
ante un cicerone o un guía, sino ante aquel viejo caminante que encontramos y que nos
sugiere algunos de los muchos caminos, para que tú curioso, te adentres por ellos y los
descubras por ti mismo.
Soy de las que sienten, que las piedras y los árboles, cuando entramos en contacto con
ellos, nos cuentan su historia y Ruiz Vega, sabe también mucho de ello, si se sospecha
perdido, sigue caminando hasta volver a encontrar el norte y en este espacio-tiempo que
para otros sería simple pérdida de orientación y tiempo, él hace de ello una aventura
y una vía más de conocimiento, abriendo así veredas originales.
Soy de las que saben que el conocimiento y el intercambio de culturas es una riqueza
incomparable, que ello nos ayuda a ampliar y comprender mejor nuestro entorno, pero que,
aprender y crecer es una cosa y va unida al respeto y la compresión del Otro y que
"imponer", "mimetizar" y "comprar" por ignorancia, desidia o
interés es otra muy diferente.
Olvidamos nuestras propias costumbres, ignoramos las aledañas y hacemos de las extrañas
las propias. Los medios, que deberían ser justamente eso, un medio para acercarnos
culturas e intercambiar y aprender, se pervierten y convierten en medios para la
educación-imposición de "culturas uniformes" cuyas únicas "raíces"
son las puramente económicas.
Por eso es importante seguir con esta labor de cartografía cultural de la que Ruiz Vega
es uno de nuestros apasionados cartógrafos. No podemos olvidar el amor; el amor que
vincula porque busca en las raíces la savia que alimenta y hermana. Y con las palabras
con que cierra el libro Ruiz Vega, termino este comentario: "La cultura se aprende
por propia voluntad o no se aprende en absoluto".
©
Celia Duañez
El
testimonio de Euskal Herría en Soria en ABANCO/COSAS DE SORIA
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