ABANCO 30

ABANCO/Cosas de Soria

cuse
Atrás • Arriba • Siguiente

Curiosidades y apuntes para el estudio toponímico soriano

 Que la toponimia soriana resulta de lo más rica y curiosa no deja lugar a dudas. Una provincia que cuenta por cientos sus siglos de historia y por la que han pasado pueblos de tantas y tan diferentes culturas, tiene una bagaje cultural inapreciable que se trasluce en sus costumbres, en sus tradiciones, en las fiestas y en el nombre de su ríos, poblados o accidentes geográficos.

La toponimia no es una mera curiosidad geográfica de aficionados, es una herramienta muy útil para conocer mejor nuestros orígenes y nuestra historia. A menudo es el primer indicio que nos habla de antiguos moradores, de batallas legendarias, de hechos milagrosos, de construcciones religiosas o de desgracias hace tiempo acaecidas. Cada nombre permite identificar un lugar concreto de nuestra geografía, un apelativo que nunca se debe al azar o al capricho de algún antepasado, sino que siempre tiene un fundamento mitológico, histórico o descriptivo. Nunca podremos llegar a conocer del todo el auténtico origen etimológico de muchos topónimos. Podremos ignorar su primitivo contexto histórico o su evolución lingüística, pero siempre hay alguna leyenda local que lo explique y que, irremediablemente, desaparece cada vez que muere el último habitante de un pueblo.

ZárabesLugares sorprendentes se bautizan con nombres no menos sugestivos y así, en nuestra provincia, tenemos la oportunidad de contemplar un magnífico amanecer desde la Sierra del Alba, dirigirnos por Alhama hacia Los Villares de Torrequemada, atravesar Masegoso, La Amorosa, caminar por el monte Aedo de Abieco... Pero también podemos darnos un baño en el bucólico paraje que riega el arroyo Mojabragas, pasear por Diustes entre los arroyos Hostaza y Valle Miñarrero, refrescar nuestra garganta en la Fuente Bragadera, otear la comunidad de Aragón desde de el cerro Gallugar, caminar por la Sierra del Costanazo hasta Zárabes, Alcanadre, Boñices y ya hasta el Cubo de la Solana, donde encontramos el barranco Descuernabueyes, no lejos del Cerro Hoyopuerco.

Hay lugares en Soria que a fuerza de oírlos nos resultan familiares, y hemos perdido las connotaciones negativas que siguen teniendo para los foráneos, a quienes estos lugares les evocan sensaciones negativas, pesimistas, malsonantes o que, simplemente, les dan mal rollo: Amortajado, Cenegro, Arroyo Malacasa, Cerro de los Muertos, Matalebreras, Matalosa, Matamala, Arroyo Matanegra, Matanza, Matarrebollo, Villamuerta, Pascual Malo, Matas de Lubia, Matasejún... Por el contrario, hay lugares con nombres bellos, apelativos evocadores, sustantivos casi míticos que se comportan más como adjetivos. Estos lugares que llevan un topónimo tan sugerente nos hacen imaginar parajes mágicos y hermosos en los que desarrollan cuentos de hadas o furiosas batallas de caballeros armados: Cerro de la Batalla, Fash Albaracat, Mirabueno, Castil Terreño, La Concordia, Mosún, Peralejos de los Escuderos, Robrehermoso, Valdelagua, Valparaíso, Yuba... Lo cierto es que, en algunos casos, de bonito sólo tienen el nombre que no siempre hace justicia al desapacible lugar.

Si Mezquetillas evoca la presencia de una mezquita, Monasterio lo hace de un convento y quizás los dos arroyos de la Sinoga o la finca Sinova tengan su origen en algún templo judío, pero ni Jurdiel se relaciona con un burdel, ni Cagigares es una gran letrina. En la Monjía de Fuentetoba sí ha habido presencia religiosa que justifique su topónimo, pero ignoro si lo ha habido en el Monte de los Monjitos o si fue propiedad del clero. Fuentelmonge nos recuerda que en sus inmediaciones se encuentra Cántavos, origen del primitivo cenobio de Huerta. En Villarraso hay una despoblado llamado Corrales del Curato y al también despoblado Zorraquín se le sitúa en el paraje Corral de los Frailes. La Horcajada es una moderna finca agropecuaria que antes fue un antiguo despoblado en la zona del Burgo, y aunque su nombre recuerde la expresión "sentarse a caballo", aún mucha gente de Soria emplea la misma palabra para decir que tiene nauseas. Y que pensar de Cornejón, que suena a pescozón, o del cerro Cerruzos y aún de Buezo, Culdegallinas, Escarabajosa, Carato... Algunos pueblos sonaban tan mal que optaron por desaparecer del mapa. Otros más prácticos como Fuentelpuerco, decidieron cambiar su nombre por el más romántico Fuente-Tóvar. Los hay cuyo apellido era el de otro pueblo del que dependían administrativamente y con el que rivalizaban, por lo que lo cambiaron. Así Arcos de Medinaceli o Montejo de Liceras cambiaron su nombre por Arcos de Jalón y Montejo de Tiermes. En Muro de Ágreda, pedanía de Ólvega, decidieron eliminar el complemento del nombre por votación plenaria, aunque con ello perdieron la pequeña seña de identidad que les distinguía de los otros diez "Muros" que hay en España.

Ha habido poblados con nombres tan largos y compuestos que los redujeron tanto al diminutivo que acabaron por desaparecer: El Cantal de Solaniella de las Cuevas, Castiel Frido de Valde Lubia, La Llama sobre Ocenilla, Aldeanueva del Colcocito... Hubo otros que costaba tanto pronunciarlos que desaparecieron: Granja de Bujarrapián, Fragumán, Matuteio, La Tenna... Los hay que suenan a interjección de sorpresa o hasta a insulto: Jurdiel, Margón, Bojiamorat, Carato, Cornago, Ribalda, Tartagudo, Tinnoso, Fuentecambrón, Cerbón, ..

La Venta del Hambre debió llamarse así por la mala calidad de sus comidas, pero al menos era un lugar de paso, no tan definitivo como Malluembre (Mallambre en algunos sitios). Otros lugares no nos hacen pensar mucho para conocer el origen del topónimo, como el Puerto del Temeroso que tanto terror causaba a los viajeros obligados a transitarlo durante los inviernos, el río Blanco de Layna o las Fuentes Saladas que hay en Valdegeña, Fuencaliente de Medinaceli y Torralba del Moral.

Algunos topónimos pueden tener una complicada etimología ligur, preindoeuropea, árabe, romance o china, pero la sabiduría popular que bautizó los lugares y los ha sabido conservar, no duda en crear concisas leyendas que expliquen simplemente lo que a los lingüistas les lleva años. De esta forma, nos aseguran que Tardelcuende se llama así porque aquí hubo una batalla en la que un conde tardó en llegar. En Tardesillas el retraso en la batalla lo causó la caballería, e Inodejo se llama así por el capricho de la Virgen en que no ubicaran su templo en otro lugar.

Otros topónimos llevan el nombre de sus repobladores o de su lugar de origen: Aragoneses, Aylloncillo, Toledillo, Buitrago, Buitraguillo, Castellanos, Cuéllar de la Sierra, Segovia, Segoviela, Segoviela de los Rábanos... pero también los hay como el despoblado Lérida que nada tienen que ver con la ciudad catalana, aunque un pastor de la zona me jure haber oído a sus padres que fueron sus antepasados los que emigraron allá junto al Mediterráneo y fundaron la ciudad hoy llamada Lleida. ¡Buena gente los pastores!. Si no fuera por ellos la mayor parte de los pequeños topónimos se perdería para siempre y tendríamos una fría cartografía provincial llena de insensibles coordenadas numéricas.

Hay topónimos que suenan a vasco, aunque los estudiosos dicen que debe ser algún resto de la lengua celtíbera: Zarranzano, Chaorna, Chércoles, Iruecha, Isuela, Izana, Laina, Ligós, Merdancho, Munébrega, Obétago, Peñazcurna, Zayas, Zorraquín... Los hay, y muchos, de origen musulmán: Alcoba, Almazán, Jaray, Medinaceli... Los tenemos castellanos derivados del latín Barriomartín, Ontalvilla, Espeja... Algunos, como Termancia, nos los hemos inventado en épocas recientes para que suene más a la heroica Numancia y así aprovechar su tirón mitológico, pero en todos los documentos antiguos se documenta como Termes o Tiermes. Tenemos galicismos que derivan del francés, como Chavaler, que puede derivar del francés chevalier (caballero) o derivar al mismo tiempo del vasco y del latín. Por haber, los hay sin leyenda que los justifique y sin teorías claras, como es el de la propia ciudad, Soria, que lo mismo puede derivar de los Celtíberos que de los Romanos, incluso hay quien dice que el nombre le salió de los Suevos.

La cultura musulmana no dejó en Soria la magistral arquitectura que hay más al sur, aunque tengamos la mayor alcazaba árabe de Europa en Gormaz, pero sí nos dejaron una buena tradición toponímica que ya hemos nombrado. Sin embargo este pasado árabe ha permitido a los cristianos bautizar en su nombre a muchos lugares en los que se evidenciaban restos constructivos muy antiguos. De esta forma, no son pocos los pueblos sorianos en los que se sigue llamando Senda de los Moros a cualquiera de las calzadas romanas que cruzaban nuestra provincia, Cerro de los Moros a aquel en el que han aparecido viejos cimientos, Muralla Mora a cualquier antigua muralla o Fuente de los Moros cuando el manantial estaba mínimamente canalizado, todo ello con indiferencia de que los restos tuvieran filiación celtíbera, romana, árabe o medieval. También la tradición popular inspirada en muchas veladas de invierno pegadas al hogar, gestaron un sin número de leyendas en las que una princesa mora era enterrada junto con sus joyas en otras tantas cuevas de la Mora, cavadas después en su totalidad y de las que no tenemos noticia de que hayan aparecido ollas llenas de oro.

El nombre de algunos arroyos también hacen honor a su nombre, de tal forma que son varios los pequeños arroyos y fuentes que se llaman de la Mentirosa por que secan durante el estío. También hay gran cantidad de corrientes de agua que por mover las muelas de moler reciben el nombre de Arroyo del Molino, y no son pocos los arroyos sorianos de la Dehesa, del Barranco o del Monte. Otros pueden hacer alusión a su estado, tales como la laguna Guarrera o el río Moñigón, y los hay que mienten como bellacos como el arroyo de la Pesquera que no lleva agua sino para pescar zapateros. Son más honrados los arroyos que llevan el nombre de Seco o Sequillo, y aún más las pequeñas corrientes innominadas que no se merecen ni tener un nombre propio. Algunos topónimos bautizan a un río pero también su nombre nos ofrece información sobre la posibilidad de vadearlos: Badorrey, Vadillo, arroyo Vadillo, Vados, ..

Monteagudo de las VicariasAsimismo, la cercanía a un monte ha dado sencillas ideas para designar con un nombre propio a un lugar o accidente geográfico. De esta forma se bautizó a Monteagudo, Montejo, Monterrubio, Montes Claros y Montuenga. Pero a veces la imaginación se agota y no da más de sí, por lo que no nos tenemos que romper la cabeza para justificar algunos, y así a un pico muy elevado de Sierra Ministra se le llamó Monte Alto, a otro que liso que hay en Valdemaluque Pico Raso, y aún encontramos a otros con el mismo nombre entre Los Villares, Aldealices, La Rubia y Aldealseñor. Al cerro alto, ancho y amesetado también se le llama Muela, y no es raro encontrar otra docena de topónimos que lo llevan como nombre principal o como complemento de un nombre. Pasa lo mismo con la abundancia de piedras. Quien no se explique por qué Pedrajas se llama así le recomiendo que se acerque al pueblo, de la misma forma que debe acudir a Pedraja de San Esteban, Pedraza, Pedrazuela, Pedreque, Pedreras, o incluso del propio Pedro. A veces no son piedras, en plural, lo que caracteriza el terreno, sino una sola peña, roca o muela la que caracteriza a un lugar para que sea llamado Peñalcázar, Peña Gorda, Peña Rajada. En ocasiones los topónimos recogen nombres de tan compleja etimología como Taina de la Tía Remedios, o Corral del Eleuterio, y ha sido así siempre, pues hay lugares ya despoblados llamados Blasconuño, Nuño García o Pascual Yáñez.

Si en las cercanías de Montenegro de Cameros hay una Peña Negra que nos justifica el topónimo, en Montenegro de Ágreda no la he encontrado, pero si así se llama, haberla, seguro que la hay. Tampoco he encontrado los correspondientes pedruscos albos en la Venta de Piedras Blancas, entre otras cosas porque ni siquiera la he localizado, y sí me ha parecido oscuro el entorno de Villalospardos y claro el de Villalba.

Hay lugares con nombres tan románticos que nos llevan a recordar los anuncios del día de San Valentín: La Amorosa que en realidad es La Morosa, Robrehermoso, la Sierra del Alba, Valpalomar, Valondo o la Fuente de los Enamorados.

Que la Sierra de la Pela reciba este nombre no debe extrañarnos si tenemos en cuenta la escasa vegetación que la cubre, pero ya es más raro el topónimo de Pico Pelado que recibe un cerro al norte de Santa María de las Hoyas a 1.240 metros y que está bastante cubierto de vegetación. También extraña el famoso y discutido aforismo de Villaverde del Monte "el pueblo de las tres mentiras" que aunque esté en un monte verde, ni es ni ha sido villa, como tampoco lo han sido Villabuena (que cada uno juzgue si es buena), Villacabera o Villanueva de Gormaz.

A menudo, el propio topónimo nos ha servido para sospechar la presencia de restos constructivos de antiguos poblados que la arqueología después ha demostrado: Cascajosa, Casillas, Muriel, Muro, Paredesrroyas, Nomparedes, Tapiela, Tejadillo... En otros lugares no aparecen restos visibles para ojos profanos, pero su nombre indica la presencia de alguna fortaleza: Castro, Castroterreno, Castillo de Jubera, Castril, Castillejo, Castillejos, Castellares... En muchos casos han sido pueblos enteros que dejaron de existir, pero en otros se trataba de simples villas romanas o quintas, que nos dan topónimos como Quintana Redonda, Quintanar, El Quintanar, Las Quintanas, Quintanas Secas... u otras como Villapardillo, Villar, Villarejos, Los Villares, Los Villares de Torrequemada, Villartoso, Villarraso, Villaseca, ... Pero no confiemos en reglas fijas, pues el prefijo Villa- no siempre quiere decir que el lugar se encuentre sobre un yacimiento romano, sino que puede ser indicativo de que el pueblo tuvo rollo y contó con aquella categoría administrativa lo que ocurre únicamente con Villálvaro y Villasayas, lugares en los que no se ha documentado, que se sepa, presencia romana. En el caso de Villaciervos no se cumple ninguna de las dos condiciones, ni es villa ni se ha demostrado la presencia de algún asentamiento de la época romana. ¿Y que decir entonces de su pedanía Villaciervitos?

Posteriormente durante la Edad Media, la provincia de Soria se sembró de atalayas musulmanas y torres cristianas de vigilancia de las que, en muchos casos, no nos quedan ni los cimientos, pero de las que permanece su recuerdo reflejado en el topónimo actual: La Torre, Torre de Serón, Torreanjara, Torrejón, Torremocha... También pueden aparecer con la forma Cubo o derivados: El Cubillo, Cubillas, Cubo de la Salma, Cubo de San Yuhan de la Sierra...

Algunos topónimos nos informan de las especies vegetales predominantes de la zona: Centenera del Campo, Ortigosa, La Olmeda de Soria, Los Olmedillos, Olmillos, Rebollar, Rebollarejo, Rebollo de Duero, Rebollosa de San Pedro, Sotillo, Sotillos de Caracena, Sotillos de San Bartolomé, El Soto, Sotocarro, Valdeavellano, arroyo Valdecerezo... La forma Pinilla nos puede parecer a los profanos que indica el lugar donde aparecen pinos pequeñajos. Pues resulta que no, que estamos equivocados, ya que tan reiterado topónimo soriano hace referencia a la presencia de pinnellas, es decir, peñitas pero en latín vulgar. La fauna ha dado nombre a Valdegrulla y también a la laguna de Valdehalcones, situada al oeste de Borobia, al río Lobos, al arroyo Lobosos y al Cerro de los Ciervos.

El rábano es una especie hortícola no muy frecuente en nuestra dieta, pero sí debió serlo antaño ya que dio nombre a Rabanera, Rabanera del Campo, y a la despensa hortícola de Soria por excelencia, Los Rábanos. No debieron serlo las coles de Bruselas, el germen de soja o el brócoli, pues no conozco topónimo alguno que haga referencia a estas verduras. Lo mismo pasa con las frutas de los que tenemos varios ejemplos: Cirujales del Río, Cihuela, Torralba del Moral o Peralejos de los Escuderos, pero no hay ningún Castillejo del Plátano o un Arroyo de la Maracuyá.

Retortillo de SoriaTopónimos los hay simpáticos, como el del río Torete o el del Abión; nombres de pueblos como Abanco, Boos o Borchicayada, y de despoblados como Cabrejuelas. Recuerdo el nombre del pueblo de un amigo que cuando éramos pequeños siempre se me olvidaba y al preguntarle él me decía "Recuerda" lo que a mí me cabreaba bastante porque no me acordaba habérselo oído nombrar. Hablando de cuando era yo pequeño, hay otros pueblos (que no amigos) que llevan nombres como Retortillo, una población que nadie reconocía como propia por que ya era motivo suficiente de burla y de apodo mal sonante. A los de Rituerto o Buitrago no hace falta imaginarse como los apodábamos, y a los de Romanillos se les simplificaba en "los romanos".

Respecto a los nombres religiosos, siempre me he preguntado si fue primero la gallina o el huevo, quiero decir, si antes existió el templo o el pueblo. La historia de Santa María de Huerta, San Andrés de Soria, San Esteban de Gormaz, San Felices o San Pedro Manrique, es relativamente accesible a cualquiera y puede resolvernos las dudas, pero ya no es tan clara para otros lugares como San Asenjo, San Guider o San Jerónimo. En casi todos los casos, estos topónimos suelen hacer referencia a la presencia, actual o remota, de una ermita dedicada al santo advocado, lo que también es buena seña para identificar la existencia de algunos despoblados como San Bartolomé, San Bernardino, San Cristóbal, San Juan de Cañicera... Hay advocaciones marianas muy curiosas como la de las Espinillas o la del Almuerzo, pero no hay ninguna de las Verrugas o del Desayuno. En cualquier caso la relación de topónimos sorianos con nombre de Santo, Virgen o Cristo, pasa del ciento.

Otros, como Castilfrío, tienen una doble referencia. Por una parte a una vieja construcción y por otra a una característica climática. La etimología de Yelo es muy complicada, pero nadie que esté por allí en invierno puede evitar hacer el típico chiste fácil.

Otro importante grupo de topónimos son los que nos indican su posición. Los hay que indican su relación de arriba, abajo o en medio, y los que indican su aventajada posición con respecto al sol, lo que curiosamente es hoy muy apreciado en la fría Soria pero que no debió serlo tanto en el pasado, pues la mayor parte de lugares que llevan este topónimo corresponden a despoblados: La Solana, El Cantal de la Solanilla de las Cuevas y Solanilla de Espejo.

Hay algunos topónimos que, sencillamente, son feos: Tartagudo, Tartajo, Trigocérnido, Valdustanza, Verdondeso, Zarranzano, poblaciones que para bien o para mal, ya han llegado al final.

© Alberto Arribas Hernández
publicado en este número
(Alberto Arribas es el actual Santero de San Saturio)

Otros artículos en este número 30
PENSAMIENTOS PÓSTUMOS DE JULIÁN MORALES ALESÓN
PASEOS EN AMOTO (DE PASEO POR EL DUERO GARRAY-SORIA)
El caballero de Hadoque
CUADERNO DE BITÁCORA
relatos humorísticos de Alex Tornasol
ANCHA ES CASTILLA
Artículo publicado en La Vanguardia de Miquel Siguan a propósito del libro "A peu per Castella" de J.M. Espinàs
CAPÍTULOS 11 y 12 DE LA DAMA AZUL DE JAVIER SIERRA
LANGA DE DUERO, DONDE LA RIBERA SE ABANICA
Artículo de Isabel Goig
ENCUESTA SOBRE LA CULTURA SORIANA
LA SORIA MÁGICA: MARRANOS, TORO JUBILO, MISA SACRÍLEGA...
EL MAESTRO RURAL
Cuento de Jorge Manrique de Aragón
LIBROS: Por tierras y montes de Almazán de varios autores (por Isabel Goig). Diccionario biográfico de Soria, de José Antonio Pérez-Rioja (por Antonio Ruiz Vega.
Napoleón VII de Javier Tomeo, Santa Liberdade de Miguel Bayón... y otras breves reseñas por Antonio Ruiz Vega.

 

© soria-goig.com