Tuve la suerte, muy joven,
de conocer a don Mariano Granados Aguirre en la que fue su visita postrera a Soria en los
primeros años setenta. Durante unas semanas mantuvo abierta tertulia en la librería
familiar de la Avenida de Navarra y yo, a la sazón antifranquista en ciernes, no perdía
ripio de sus palabras. En algún lugar he dejado dicho que a través de nuestras
conversaciones tomé contacto con la vieja legitimidad republicana. Hace poco, a través
de Internet, su familia en México se ha puesto en contacto con nosotros, y espero que
reciban este número como lo que es, un homenaje mínimo a ese gran soriano injustamente
oscurecido por la sombra de su padre. Por alguna razón (¿su republicanismo?) Granados
Aguirre no interesa a las instituciones. Los libros cuyas portadas ilustran los artículos
anteriores, reunidos tras laboriosas visitas a las librerías de viejo de varias
provincias, fueron ofrecidos en su día a la Biblioteca Provincial, declinando su compra
la actual directora, no sabemos porqué razones.
Esto es un ejemplo más del desconocimiento de este soriano al que, a lo sumo, se confunde
con su padre, el autor de "Cuentos al amor de la lumbre", el fundador de la Caja
de Ahorros y Préstamos de la Provincia de Soria, a quien está dedicada la plaza
homónima y que goza de estatua en el parque de la dehesa.
En el nº 15 de ABANCO/COSAS DE SORIA publicamos un amplio trabajo sobre "Retablo,
una obra juvenil de Mariano Granados Aguirre" y en éste incluimos el trabajo de
Martín de Marco sobre otra obra primeriza, "Las novias" amén de recuperar la
divertida peripecia del Granados juvenil ante Gibraltar.
Ojalá esto sirva para poner en el candelero, aunque sea un poco, a esta figura soriana
injustamente olvidada. No es el único, llevamos años reivindicando una calle para don
Gervasio Manrique o una recuperación para el pueblo soriano de la obra de Teodoro Rubio
(véase ABANCO/COSAS DE SORIA nº 12).
Tenemos la sensación, amarga, de que las personas que están en puestos de
responsabilidad cultural, tanto en instituciones políticas como entidades de ahorro o
fundaciones culturales, o no son sorianos, o no se sienten tales o, en todo caso, hacen
gala de una ignorancia de nuestras cosas tan insolente como oceánica...
Qué triste.
© Antonio Ruiz Vega
publicado en este número
1919: un soriano declara la guerra al Imperio Británico
(Mariano Granados en Gibraltar)
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La figura de Mariano Granados Aguirre, que venimos reivindicando en estas
páginas de un tiempo a esta parte, resulta tener facetas que, en un principio,
desconocíamos. Conocíamos al Granados jurista eximio, al teórico de las nacionalidades
ibéricas, al poeta profundo, al jocoso y humorista, al, en fin, ferviente republicano y
antifascista. Pero hete que ahora, gracia al libro amablemente prestado por un amigo, nos
encontramos a un Granados patriota que, en su primera juventud, al mando de una tropilla
obreríl y secundado por un rematado anarquista, se llega hasta la verja de Gibraltar y
sin temblarle la voz declara la guerra a la Gran Bretaña. Declaración que sigue vigente
por nunca haberse finiquitado y que, muerto su promulgador, heredamos solidaria y
simbólicamente todos los sorianos. Que se entere Su Graciosa Majestad...
En "Los republicanos españoles y Gibraltar", editado por Finisterre en México
hacia el año 1970, Mariano Granados, ya lleno de achaques y con dos infartos cardiacos a
la espalda, que poco después volvería en alguna ocasión a su amada Soria, se interna
por los vericuetos de la reivindicación patria de esta roca cuasi-africana en un trabajo
que trata de presentar desde el punto de vista republicano.
Crea un "contínuum" histórico desde la primera república hasta casi la
actualidad, demostrando que esta reivindicación territorial fue propia de los demócratas
republicanos tanto como de los vociferantes patrioteros. Siendo esta la tesis, creemos,
Granados aduce para ello sobreabundancia de datos y trae en su auxilio a Claudio Sánchez
Albornoz que por aquellos años se batía el cobre desde Londres haciendo profesión de
españolismo acérrimo.
La cuestión sigue en nuestros días tan atascada como en estos años en los que el
franquismo, a través del ministro Castiella, había tratado una vez más de relanzar la
polémica, consiguiendo, incluso, un pronunciamiento favorable de la ONU. Ni entonces se
pudo o se quiso hacer nada, ni ahora parece que estemos mucho mejor.
Por ello, como el tema tampoco nos apasiona, queremos ahora destacar tan sólo una
aventura juvenil cargada de las más pasionales tintas adolescentes en la que nuestro
añorado Mariano Granados hizo uno de sus primeros pinitos leguleyos y politicales.
El autor lo sitúa, muy oportunamente, como colofón de su librito:
"Yo fui quien,
respaldado por una genuina representación del pueblo español, establecí hace ya medio
siglo, por legales y pacíficos procedimientos, el sitio de la plaza de Gibraltar. Soy,
por lo tanto, el único español que se halla en guerra con Inglaterra a causa del
Peñón"
Corría a la sazón
el año de 1919, Granados había recién terminado su licenciatura en Derecho. Acude a la
provincia de Córdoba en ayuda de otro soriano ilustre, amigo que fuera del poeta Antonio
Machado, nada menos que Manuel Hilario Ayuso, ("Un ateniense en la Hesperia"),
furibundo republicano y progresista que no sería, salvo cortas excepciones, "profeta
en su tierra", que era la del Burgo de Osma.
Pero ahí tenemos a dos sorianos en Córdoba, luchando por una república que aún
tardaría en granar. Hilario Ayuso aspiraba a un acta por Montilla. En los otros distritos
contendían nombres que luego sonarían bastante en el contexto político nacional: Manuel
Llaneza, Francisco Largo Caballero y otros.
De oca a oca, tiran por que les toca, y de Montilla van a Moriles (¡Hips!). Allí se da
de pies a boca el joven Granados con un viejo correligionario libertario de nombre
inefable: Mauro Bajatierra "prestigioso anarquista que gozaba de gran autoridad en
toda Andalucía".
Con la típica campechanía anarcosindicalista Bajatierra le aborda:
"-¿Qué haces
aquí?
Defiendo las
candidaturas republicanas.
¿Eso...? ¿El
Estado...?. ¿Otro régimen de Gobierno...? ¿El parlamento y esas zarandajas...? ¿Nada
de acción directa...? ¿Estás muerto? ¿Y el anarquismo? ¿No eras anarquista...?
- Lo había sido,
sí. Los jóvenes de entonces, inconformes, los que estudiábamos en escuelas liberales y
libres, éramos anarquistas. Los otros... eran de "Los Luises..."
- Lo era, sí;
le dije pero la Facultad de Derecho ha transformado mi infantil anarquismo en
devoción al Estado de Derecho... No hay más que lo jurídico...
- Adiós, tú
dijo desasiéndose el brazo y quitándose, con aire cómico, el sombrero
Adiós, tú, doña juricidad.
- Así es: una
juricidad revolucionaria y moderna, y hasta libertaria, pero ¡juricidad!"
Es el caso que, de
un modo u otro, Bajatierra y Granados, acuerdan que el segundo habrá de acompañar al
primero a mitinear convenientemente a los obreros de la Línea de la Concepción, puteados
laboralmente por el inglés y a los que Bajatierra quiere que Granados imbuya de las leyes
vigentes. Pero Granados va mas lejos, se atreve a poder demostrar que Gibraltar, según le
había enseñado en la facultad su maestro Antonio Goicoechea y Cosculluela, era español
por los cuatro costados según todos los principios legales habidos y por haber.
Así que, en un vagón de tercera, parten para Puente Genil los dos conjurados. En San
Roque convocan a los obreros que acuden a diario a trabajar a Gibraltar. Son cerca de dos
mil y ante ellos el joven soriano, recién licenciado y ya breado en política, burlando a
la guardia civil, encadenando los argumentos jurídicos, enardecido,deja a "punto de
caramelo" a la obrería, momento que aprovecha Bajatierra para rematar la faena
promoviendo la huelga general revolucionaria en Gibraltar. "Se acordó así por
unanimidad, y entre grandes abrazos y entusiásticas aclamaciones, se disolvió la
reunión"
En la Línea se repitieron parecidas escenas y quedó también declarada la huelga
general.
Quedaba tan sólo capitalizar la agitación reinante. A pie enjuto, Bajatierra y Granados
en cabeza, una silenciosa comitiva proletaria avanza por la lengua de tierra del istmo
hacia la aduana británica. Los "bobbies" no sospechan nada, parece un grupo de
trabajadores que, como en otros días, acuden a su labor.
"A unos 300 metros de la entrada, Bajatierra, como buen estratega, hizo un signo que
detuvo a la comitiva. Poquito a poco; no convenía avanzar demasiado ni con mucha premura:
así fue como los ingleses se apoderaron de Gibraltar. Fui yo solo, pobre celtíbero
arriscado, quien con aquella mi carita de niño, avanzó hasta la entrada.
Calma, Mariano
me dijo Mauro Tú eres muy aventado, y estos tienen fusiles. ¿Qué vas a
hacer?
-¿Yo...? Nada. Ya
verás"
Con la cara que
tenía Mariano Granados de "Groucho Marx" imaginárselo "avanzando
suavemente, silbando, hasta la entrada" hubiera sido cosa digna de ver: uno de los
momentos cumbres de la Historia de España.
El caso es que, situado frente al "guripa" de turno le espeta:
"En
nombre del pueblo español, declaro la guerra a Inglaterra. Queda establecido el estado de
sitio de Gibraltar. Good Morning"
Vuelve a Córdoba en
el mismo vagón de tercera y de allí marcha a Aguilar de la Frontera, donde encuentra de
nuevo a su amigo Hilario Ayuso. Suelta el mitin de rigor y al terminarlo le detiene
"in continenti" la Guardia Civil, muy educada, eso sí. Una vez en el talego,
allí se le informa de que es preso gubernativo "por algo que ha hecho usted en San
Roque, la Línea, o Gibraltar...". No necesita más informes Granados, por lo que
pide recado de escribir y encabeza una misiva al Ministro de Gobernación, a la sazón,
pásmense, su dilecto profesor de Derecho Internacional...
"Excelentísimo
Señor don Antonio Goicoechea:
Mi querido,
entrañable y admirado maestro: Me encuentro detenido por órdenes de la autoridad
gubernativa, y a disposición del Exmo. Sr. Ministro de la Gobernación, en esta cárcel
de Aguilar de la Frontera, desde donde le escribo. Mi delito consiste, al parecer, según
me han dicho, en haber explicado a un grupo de españoles, y con gran emoción, todo
cuanto usted me explicó, también emocionadamente, en la cátedra de Derecho
Internacional, última asignatura de mi carrera, que estudié con usted, sobre el
ignominioso Tratado de Utrecht, y de sus peripecias ulteriores que culminaron con la
pérdida para España, de un trozo de nuestro territorio nacional. Como no ignoro las
excelentes relaciones (!) que usted tiene con el excelentísimo Señor Ministro de la
Gobernación, ¿quiere tener la bondad de recomendarme a él y rogarle si así lo
tiene a bien que se sirva ponerme en libertad? Con el mayor afecto, respeto y
consideración, y mi mejor saludo, queda a su disposición su discípulo, Mariano
Granados".
La salida de Granados de la cárcel fue bastante rápida, y el director de la misma,
admirado, no pudo más que despedirlo de esta guisa:
"- Le felicito,
señor abogado, por el primer éxito obtenido en su carrera. Se ha defendido muy
requetebién.
-A mí no. A España
¡Viva España con honra!
Y me despedí de
él, tirando al aire mi sombrero"
Muestra preclara
esta actitud de rebeldía y vigor juvenil la de nuestro Granados, entroncada directamente
en esa larga tradición de libertades y rebeldías que es la Historia, la verdadera
historia, de España...
©
Antonio
Ruiz Vega
publicado en este número
Retablo, una obra juvenil de Mariano Granados Aguirre
Bibliografía de Mariano Granados.-
Derecho:
- Leyes Penales (Madrid
1934)
- Enjuiciamiento Criminal (Madrid 1934)
- Leyes Sociales (Madrid 1934)
- Leyes Religiosas (Madrid 1935)
- Leyes Mercantiles (Madrid 1935)
- Código de Comercio (Madrid
1936)
- Código Penal (Madrid 1936)
- El Seguro Social (México 1943)
Política:
- Un Partido Agrario
(Soria 1916)
- La Reforma Agraria en Europa y el Proyecto Español (Madrid 1932)
- La Democracia Inglesa (México 1944)
- Marruecos en la Política Europea (México 1946)
- La Extradición de los refugiados españoles (México 1946)
- Una Solución Española (México 1947)
- Mendizábal, un momento del liberalismo Español (México 1949)
- España y las Españas (México 1950)
Literatura:
- Vidas Rotas (Madrid
1916)
- Las Novias, poesías (Madrid 1926)
- Retablo (Madrid 1926)
- Martingala (Madrid 1928)
- Pájaros Perdidos (París 1939)
- Tránsito, poesías (México 1944) |