Oscurecida
por su posterior pictórica la faceta de militante socialista es sin duda
importante en la trayectoria vital de este valenciano que vino a vivir al
Alto Llano Numantino.
Como pintor es conocido en
Soria y fuera de ella y de esta faceta vamos a ocuparnos.
Retratista notable, ante todo,
será la figura humana el motivo que más se repita en los lienzos y dibujos
de Enrique García Carrilero, llegando a obtener un peculiar poder de
penetración en la personalidad del retrato.
De técnica vigorosa y
franca, suelta y vibrante, calificaría el crítico Bernardino de Pantorba
la pincelada de Carrilero, y Camón Aznar añadiría,
una obra penetrante, tránsida de intimidad, de
hondura psicológica.
Manuel Faraldo describiría
así sus cuadros: Trabaja en plena pasta,
con una violenta modulación del pincel, apurando las tonalidades metálicas,
las plenas luces, los brillos íntimos. Trata un rostro o un cabello, como el
paisaje, como el mar, con la misma briosa estría y la misma factura
dadivosa.
Pese a que Guillot
Carratalá dejara dicho de su obra que pertenece a la solera del buen arte
del pasado siglo valenciano, lo cierto es que Carrilero consiguió
entrañarse en buena hora en la tierra soriana y que parte de sus lienzos
reflejarán no sólo las personas que conoció en esta Tierra Alta, sino a
otras significativas del ambiente popular, a cuyo reflejo pictórico
contribuyó a enriquecer.
Gran captador de la atmósfera,
precisa con sus pinceles, de la periferia al centro, del ambiente al rostro,
hasta captar de un modo peculiar el aire del retratado.
Así lo hizo con retratos como
el inefable del Abad Gómez de Santacruz, que, a decir de algunos, parece
delatar la falta del habitual veguero en las comisuras de los labios del
tonsurado.
Pero ¿Cómo llega este pintor
valenciano hasta la tierra soriana?
Habría que decir: desandando el
camino cidiano...
Hubo un comerciante de
sombreros que mantuvo comercio abierto a la sombra del Miguelete, inconclusa
torre de la catedral valencia. Tuvo un hijo que, no queriendo limitarse a la
artesanía paterna, cursó estudios de Bellas Artes en la Escuela de San
Carlos. Becado, visitó Roma, Nápoles, Urbino, Verona, Florencia, Asís. Y
luego, Bélgica, Holanda, Alemania, Francia...
Arribó
luego a Soria, a la vieja escuela de Artes y Oficios y, no conforme con la
mediocre existencia del funcionario de provincias, quiso conocer los pueblos
y las tierras sorianos. Covaleda, Osma, Duruelo, Vinuesa, Burgo de Osma,
Santa María de Huerta, Medinaceli, Numancia, y todos estos paisajes los
recorrió captando acá y acullá personajes, caracteres, peculiaridades. Hasta
un total de 31 retratos.
Tras la guerra, y por motivos
escasamente pictóricos, abandona Soria y pasa a Madrid. Pero dejará en esta
tierra toda una etapa de su labor pictórica. Cuadros como Viejo soriano,
La Cañí, El tío Eustaquio, Campesinos de Soria, El velatorio, El tío
Tomás, etc.
Carrilero no fue, desde luego,
un pintor de su tiempo. Ni lo pretendió. Confiesa a menudo en las
entrevistas que le hacen que no entiende, que no comprende el nuevo arte,
que no ha sido educado para ello. No es un hombre de los "ismos". Y llega a
ser incluso extremadamente crítico, poco comprensivo, con las tendencias
modernas que contempla en sus viajes a las capitales europeas, como París.
Afirma a veces que este arte le divierte, que le parecen esbozos de obras
inconclusas, etc. Paradojas, pues, de un hombre que antes de la contienda
civil se nos muestra como avanzado políticamente.
Su galería de retratos de lo
que hoy ya podemos llamar "sorianos ilustres" forma parte del imaginario
colectivo de nuestra cultura de sorianos. José Tudela, Ricardo de Apraiz (el
director del Museo Numantino), Gervasio Manrique, Teodoro Rubio, todos
quedaron inmortalizados por sus dibujos, captando su expresión para la
posteridad. Una posteridad, hoy podemos ya calibrarlo con la perspectiva del
tiempo, que tan avara se ha mostrado con ellos en lo que se refiere a
reconocimientos y homenajes. Y el propio Carrilero es ahora mismo casi un
desconocido en nuestra ingrata tierra.
Sin embargo, su aporte icónico
no puede ser ignorado. Junto a Gustavo de Maeztu, Valeriano Bécquer,
Maximino Peña y un etcétera no muy largo recoge en sus lienzos una Soria del
ayer que ya sólo conoceremos a su través.
"Campesinos sorianos", Enrique
García Carrilero
(pulsar para ampliar)
© Antonio
Ruiz Vega
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