El
último viaje de Avelino
Hace
ya tiempo que todos sabíamos el estado de gravedad de Avelino, también él,
pues en la carta que recibimos el mes de febrero, sólo cinco meses atras,
decía que seguía manteniéndole el pulso “al jodido cáncer”, y se despedía
enviando un abrazo y “a ver si es posible que sea hasta pronto”.
La verdad
es que nosotras le tratamos muy poco, apenas le conocíamos, y la carta a la
que hacemos referencia era de agradecimiento por el trato dado en nuestra
página a sus libros y de petición de un enlace a su recién estrenada web,
regalo de su sobrina. Pero eso poco importa, pues en general a los
escritores se les conoce por su obra.
De todos
sus libros, (algunos comentados en nuestra sección de Biblioteca) recordamos
con especial cariño el de La Sierra del Alba:
" A veces,
por la noche, me despierto sobresaltada. Oigo que por las calles desiertas
del pueblo abandonado vaga el lamento de una mujer.
Me levanto,
y desde la ventana de la casa que hemos reconstruido escucho en silencio. Se
siente sólo el rumor constante del viento en las encinas del monte y, en la
fuente, el caer del agua.
Pero yo sé
que por las calles desiertas del pueblo abandonado vaga por las noches el
llanto afligido de una mujer.
Es la
Sierra del Alba que llora porque no ha podido alimentar a sus hijos".
Así
finaliza el libro, y ese último capítulo, de belleza cautiva, nos confesó,
una tarde en El Burgo de Osma, que era uno de sus textos preferidos.
Gracias a
él nos empeñamos en conocer los pueblos deshabitados sobre los que tanto
hemos escrito. Con el tiempo, junto con Antonio Ruiz y su Lada, llegamos a
hacernos fieles de esa zona y algo egoístas con el descubrimiento, pues a
pesar de escribir sobre ellos y mostrar imágenes, evitamos dar excesivos
datos sobre la ubicación, como si sólo nosotros fuésemos sabedores del lugar
exacto del tesoro. En fin, cosas de niños, de esos niños a los que Avelino
Hernández le gustaba dirigirse y a los que fascinaba.
Se ha
escrito, y se escribirá, mucho sobre él, personas que le conocieron y que
conocen a fondo su obra. Nosotras, desde aquí, sólo queremos recordarle y
saludar a la familia. Dicen que nadie muere mientras alguien le recuerde,
por lo tanto los libros de Avelino estarán siempre para recordarle y para
recordarnos que amó a su tierra y murió, como hombre libre, frente al mar,
pero siempre con Soria en el corazón y, sobre todo,
con su Valdegeña natal, de donde también era oriundo su tío, don Florentino
Zamora Lucas, otro personaje soriano.
Buen viaje, Avelino.
Isabel y Luisa Goig
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Avelino Hernández Lucas
Nació en Valdegeña, Soria, en septiembre de
1944, (y en julio de 2003, no volvió de su último viaje)
fue secretario general de la consejería de Educación y Cultura de la Junta de
C. y León, director técnico del programa "Culturalcampo", director de
actividades del Municipio de Aranjuez y director de estudios y promoción cultural de
Castilla y León. Era miembro del consejo de dirección de la Universidad Rural
Europea.
Ha publicado, entre otros, Donde la vieja Castilla se acaba (1985), La
historia de San Kildán (1986), Aún queda sol en las bardas (1984), Crónicas
del poniente castellano (1986), La Sierra del Alba (1990), Campodelagua:
sonata en cuatro movimientos, (1989), Viaje a Serrada (1992), El día que lloró
Walt Whitman (1994), Una casa en la orilla de un río (1998)...
La trayectoria de este narrador soriano es ya bastante dilatada, desde que, en 1981, su Una
vez había un pueblo le lanzara a una cierta notoriedad local y regional (este libro,
la editorial Soria Edita, lo ha vuelto a poner en circulación en una nueva edición con
fotografías de Joan Bennasar). Desde entonces parece haberse especializado en la
literatura infantil, aunque muchas de sus obras son dirigidas a adultos y tienen, a
nuestro juicio, entidad literaria más que suficiente. El salto a la primera línea de la
narración nacional no obstante no se ha producido todavía. Cierto es que, aparte de los
campos citados, Avelino ha coqueteado con la teoría social y es uno de los introductores
en nuestro país de la llamada "animación sociocultural" concepto del que, por
cierto, discrepamos cordialmente, como él bien sabe. Hay que tener en cuenta también los
libros de viajes, donde quizá Avelino alcanza su mejor tranco, un poco en la tradición
de Ferrer Vidal y otros. Nos referimos, como no, a Donde la vieja Castilla se acaba
donde se trenzan los itinerarios con
las meditaciones literarias. De este tenor son también sus Crónicas del poniente
castellano su Viaje a Serrada y un par de guías, la última de las cuales Soria,
está publicada por la editorial Júcar.
Nuestra provincia aparece, entre otros, en La sierra del Alba
(donde, por cierto, tiene la humorada de incluir a
Antonio Ruiz Vega como personaje literario) o El Aquilinón libro éste último
donde quizá se fuerce algo la nota del tipismo a toda costa y que ha dado lugar a cierto
epigonismo no muy brillante.
Desde hacía un tiempo Avelino parecía haber dado un giro copernicano a su carrera
literaria y personal trasladándose a vivir a la isla de Mallorca, lo que no resulta
baladí, según explicaba él mismo en una carta publicada en ABANCO/COSAS DE SORIA. Veíamos
a Avelino ya muy alejado de pasadas veleidades políticas, mucho más centrado en lo
literario y en busca de un intimismo, dedicado a la vida contemplativa y a ir plasmando,
con un ritmo creciente, sus vivencias, a juzgar por los libros que nos
iban llegando...
Antonio Ruiz Vega
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