El
26 de julio de 1875 nace en la casa de las Dueñas de Sevilla, Antonio
Machado. El poeta nos lo apunta en su retrato.
“Mi
infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero”.
Pero la
familia pronto se traslada a Madrid y Antonio, con su hermano Manuel,
asiste a los cursos de la “Institución Libre de Enseñanza”.
Su
juventud transcurre entre las estrecheces de una vida familiar y sus
tertulias literarias, sus aficiones al teatro y recitales poéticos,
donde hará oír sus primeros balbuceos literarios que alternará con
trabajos periodísticos.
Pero al
llegar la terrible fecha para España, de 1898, toma conciencia y decide
marcharse a París con un ventajoso trabajo de traductor en la casa
editorial Garnier.
Parecía
estar Machado encajado en la vida parisién, ya sin problemas económicos,
pero añora Madrid, sus tertulias y sobre todo su familia. “Deja el París
de sus correrías por el barrio latino, el París de sus encuentros en Pío
Baroja y Rubén Darío y retorna a Madrid.
En
1906, al fin se centra en preparar oposiciones a cátedra de Francés de
Institutos de Segunda Enseñanza y ya entrado el año 1907, gana la
vacante de Soria con un sueldo de 12.000 reales al año.
Viene a tomar posesión de su cátedra el 4 de mayo
de ese mismo año y de este brevísimo viaje tenemos algo que ha hecho
vibrar ya su pluma “Orillas del Duero”.
“Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario
girando en torno a la torre y al caserón solitario.
Es una tibia mañana
El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana
El Duero corre, terso y mudo mansamente,
El campo parece, más que joven, adolescente.
¡Chopos del camino blanco,
álamos de la ribera
espuma de la montaña
ante la azul lejanía,
sol del día, claro día!
¡Hermosa tierra de España!
Al
empezar el curso siguiente Don Antonio se instala en la pensión que Dª
Isabel Cuevas tiene en la calle de los Estudios. Allí, con los huéspedes
fijos tendría sus buenos ratos de charla sobre temas locales, que tanto
llenan las horas de una provincia.
¿Cómo era Soria en estos momentos?
Soria tenía 7.000 habitantes, con varios casinos, entre ellos el de
Numancia, que eligirá el profesor de Francés para sus tertulias, y allí
pasaría con sus amigos largas horas en días lluviosos. Los contertulios
desconocían quién era el nuevo catedrático y un día le dicen:
“¡Pero qué callado se lo tenía Vd., don Antonio, nos hemos enterado
de que es Vd. Hermano de Manuel Machado, el que escribe en El
Liberal”.
Este
entretenimiento no le aparta de su puntual asistencia a los cursos del
Instituto, como profesor tiene pocas dotes, sus clases son monótonas y
los alumnos repetirán una y mil veces mil las reglas de Gramática
Francesa. Igual que los discípulos esperan con ansia la voz del bedel
que canta el final de la clase.
Después, si la tarde es buena, subirá de paseo hasta la ermita del Mirón
o el cerro del Castillo.
Don
Antonio colabora en los periódicos de Madrid, y no es extraño que pronto
se interesara por los que entonces representaban a Soria y sus problemas
–“La Verdad”, “El Noticiero de Soria”, “El Ideal Numantino”, “La Voz de
Soria”, “Tierra Soriana”, “El Avisador Numantino” y más tarde “El
Porvenir Castellano”-.
Hacia finales de abril de 1908 y después de una serie de batallas
periodísticas entre dos bandos, se quedó como Director de “Tierra
Soriana” José María Palacio, amigo fiel de Don Antonio, así pues el
poeta le siguió en su empresa y hasta primeros de mayo de 1911 no deja
de colaborar con él, sirviéndonos este periódico para rastrear la
soriana vida de don Antonio.
Machado continua llenando sus horas provincianas, enseñanzas, tertulias,
prensa y sobre todo sus paseos. De su educación juvenil en la
Institución Libre de Enseñanza, como antes dijimos, quedará huella
perenne en el alma de don Antonio: el amor a la naturaleza, al campo,
precisamente de Castilla.
Soria es ahora fuente de inspiración para el encuentro del poeta con las
Sierras de Urbión y de Moncayo, y se llena de emoción con los robles y
los pinos.
Sus
paseos por los alrededores de la capital en los atardeceres o en las
luminosas mañanas del invierno, así como el deambular de noche por las
callejas sorianas, van encontrando respuesta al estado de su alma,
compenetrándose con tierra y ciudad y es cuando el poeta exclama:
"Soria fría, Soria pura"
Y
todo este mundo va encontrando respuesta al estado de su alma y el poeta
se compenetra con la tierra de Soria, lejos han quedado sus olivos
andaluces, sus fuentes con surtidores, el olor a azahar y “el huerto
claro donde madura el limonero”.
Y
cuando en 1912 aparece el libro “Campos de Castilla” ya se ha logrado el
milagro, los protagonistas de sus poemas son:
El pedregal
El serrijón
Y el
paseante de estos cerros y pedregales olerá las hierbecitas del monte en
lugar de los jazmines sevillanos... y atravesará “verdes pradillos donde
el merino pasta” y todo el campo de Castilla se encontrará metido en el
pequeño entorno del paisaje soriano.
Si
la clave de la Generación del 98 es Castilla, pues bien, Machado la
avanza aún más hasta concentrarla en Soria.
Y
esta Castilla con “estos chopos que tienen alma” serán para toda su vida
el símbolo del poeta.
Ya
desde el recuerdo nos dirá:
“En la desesperanza y en la melancolía
de tu recuerdo Soria, mi corazón se abreva,
tierra de alma, toda, hacia la tierra mía
por los floridos valles, mi corazón le lleva”.
Al
mismo tiempo que el paisaje y que la ciudad, don Antonio, siente dentro
de su sencilla casa de huéspedes algo que le envuelve y le atrae con
emoción. Es la presencia de la hija de sus patrones, la joven Leonor.
Leonor recibe de don Antonio la misteriosa luz del poeta, la bondad de
su gesto y pronto inician un corto noviazgo, que finalizará con la boda
el 30 de Julio de ese mismo año de 1909, en la iglesia de Santa María la
Mayor. En la fotografía que conocemos de los novios, Leonor viste un
sencillo traje negro con encajes, como esposa de catedrático y don
Antonio, muy guapo, se nos aparece con un cierto aire romántico y
melancólico.
El
viaje de novios es a Pamplona y San Sebastián y de allí vuelven a
Madrid, para disfrutar de la vida familiar entre los Machado. El
matrimonio a primeros de octubre está ya en Soria. Ahora los jóvenes
esposos pasean juntos por los alrededores de la ciudad y tanto
disfrutarán que después, en la distancia, el recuerdo será casi físico y
don Antonio nos dirá:
¿No ves Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame tu mano
Y paseemos.
En
1910 don Antonio quiere ver más lejos de lo que es esta pequeña Soria,
ir más lejos del Castillo, el Mirón o San Saturio y con unos amigos
subir al nacimiento del Duero. Leonor no le acompaña.
De
Soria van a Cidones en el coche correo, en la posada de Cidones don
Antonio toma unos vinos en la venta y pasados muchos años, viudo ya, ha
de recordar en preciosos versos dedicados a su amigo Azorín este alto en
el camino a Urbión:
“La venta de Cidones está en la que va de Soria a Burgos. Leonarda,
la ventera, que llaman la Ruiperez, es una viejecita que aviva el
fuego donde borbolla la marmita. Ruiperez, el ventero, un viejo
diminuto –bajo las cejas grises, dos ojos de hombre astuto-
contempla silencioso la lumbre del hogar. Se oye la marmita al fuego
borbollar”.
Desde Cidones van a Vinuesa y en Vinuesa organizan la subida a caballo
hasta Covaleda. Al salir de Covaleda tuvieron que aguantar una fuerte
tormenta y mojados suben al Pico de Urbión.
Pensamos un instante la impresión que don Antonio tendría ante este
maravilloso panorama y ya siempre a lo largo de toda su vida y en sus
recuerdos el Pico de Urbión será su más alto motivo de entusiasmo.
Los
excursionistas bajaron por la Laguna Negra y el valle del Revinuesa para
alcanzar otra vez la villa de Vinuesa.
Feliz llega don Antonio a Soria repleto de visiones. Se ha abierto para
él una gran etapa de trabajo poético, plasma todas sus emociones
recibidas de los cerros y de las gentes y surge su libro titulado
“Campos de Castilla”.
Así
transcurre la vida del matrimonio Machado en el hogar apacible de la
Plaza de Teatinos.
Pero
a comienzos de 1911 don Antonio recibe una beca para ampliar estudios en
París. El matrimonio deja Soria y marcha a la capital francesa. París
tenía muchos atractivos para Leonor, teatros, bulevares, almacenes y
para don Antonio tertulias con escritores, filósofos y artistas famosos.
Aún
dentro de este mundo el poeta no deja su cotidiano trabajo de artículos
para la prensa madrileña y en el bullicioso París escribe el poema “La
Tierra de Alvargonzález”, sobre gentes y paisajes de las tierras
pinariegas de Soria:
“Siendo mozo Alvargonzález
dueño de mediana hacienda,
que en otras tierras se dice
bienestar y aquí opulencia,
en la Feria de Berlanga
prendose de una doncella,
y la tomó por mujer
al año de conocerla”.
Pasada la Primavera y comenzado el mes de julio, los Machado preparan un
viaje por el Norte de Francia después del día 14 de julio en el que
irían a ver los desfiles y festejos de la Fiesta Nacional. Pero la misma
tarde de ese 14 de julio, Leonor sufre un vómito de sangre y don Antonio
busca en París ayuda de médicos y de amigos.
En
París, en plena euforia y frenesí con la conmemoración de su segunda
República es difícil la asistencia sanitaria y después de momentos
angustiosos entra Leonor en un sanatorio.
Pasado un mes mejora la enferma y vuelven a Madrid, donde pasan casi el
mes de septiembre. A primeros de octubre ya están de nuevo en Soria,
aquí con los aires puros va mejorando Leonor, pero en diciembre recae y
ya no tiene fuerzas para poder pasear con su marido.
Don
Antonio manda hacer un cochecito de ruedas para pasearla.
El
matrimonio alcanza de esta forma, lentamente, las metas de sus viejos
paseos, su subida al Mirón, a los altos de Santa Bárbara. Su paso por
las calles sería advertido con profundo dolor por los curiosos sorianos
con los consabidos comentarios de lástima.
Al
llegar la primavera de 1912, don Antonio recibe desde Madrid su libro
“Campos de Castilla”, Leonor y él se llenan de júbilo; es un gran
acontecimiento, que les servirá una temporada de motivo de comentarios
entre familiares y amigos.
Pero
Leonor empeora y el 1 de agosto se apaga su vida en un sueño tranquilo.
El
poeta, en plena desolación y amargura exclama:
“Señor ya me arrancaste lo que más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía,
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar”.
O en
otra emocionante poesía:
“Una noche de verano
-estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa-
la muerte en mi casa entró,
se fue acercando a su lecho
-ni siquiera me miró-
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme
la muerte otra vez pasó
delante de mí, ¿qué has hecho?
La muerte no respondió
mi niña quedó dormida
dolido mi corazón
¡Ay lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!
Don
Antonio, después de los funerales, se marcha a Madrid, y Soria seguirá
dentro de su desgarrado corazón.
La
ciudad de momento ha perdido su gran cantor, pero se da cuenta que
gracias a él sus gentes y paisajes harán mella, tendrán eco entre los
pueblos de fina sensibilidad, no solo de dentro de España sino también
fuera de ella y más allá de los mares.
Los
sorianos de algún modo quieren guardar el hechizo de su pluma al cantar
sus árboles, sus calles, su Duero y en las rocas del “camino entre San
Polo y San Saturio, tras las murallas viejas de Soria” graban en letras
de bronce estrofas de sus versos y colocan la efigie del poeta en el
muro de piedra de la ermita de San Saturio, para que contemple
eternamente correr aguas abajo al Duero, al mismo tiempo que el eco de
sus versos dirá a los sorianos:
“Gentes del alto llano numantino
conmigo vais, mi corazón os lleva”.
El
poeta va después de una corta estancia en Madrid, destinado al Instituto
de Baeza y luego a Segovia.
En
1922 vuelve don Antonio, cediendo a delicadas peticiones, a colaborar en
el periódico soriano “La Voz de Soria”. A través de sus artículos
podemos continuar la vida literaria del poeta. Entabla alguna
correspondencia con los redactores, entre ellos con mi padre. Poseemos
hermosas cartas que guardamos con gran cariño, todas están llenas de
sencillez y bondad, impregnadas de nostalgia hacia esta ciudad de sus
amores.
La
última carta que tenemos es una fechada el 23 de julio de 1924, en
contestación a una de mi padre con motivo de un homenaje que un grupo de
amigos preparaba en su honor.
Leemos algunos trozos:
“Querido Tudela: Recibí su amable carta, tan llena de bondad y de
inteligencia. Nada tiene Vd. que agradecer, sino yo a Vd. por su
cariñosa acogida a mis “Nuevas Canciones” (...) En efecto, supe,
aunque con retraso, el homenaje propuesto por “El Porvernir
Castellano”. Reconozco la bondad y la pureza de la intención y esto
me coloca en una actitud dolorosa y difícil, porque mi primer deber
es agradecerlo..., pero pienso como Vd. que es imposible dar
proporciones de homenaje público a estos impulsos de íntima
cordialidad sin que el mismo delicado sentimiento que inicia el
acto, quede totalmente desvirtuado por la solemne teatralidad que
habría, por necesidad, de revestir en lo externo (...) Mi amor a
Soria es grande, y el tiempo, lejos de amenguarlo, lo depura y
acrecienta. Pero en ello no hay nada que Soria tenga que agradecerme
¿Quién en mi caso no llevaría a esa tierra en el alma?”.
El
homenaje re redujo a visitar una tarde de agosto con un grupo de amigos
y admiradores la tumba de Leonor y a depositar con fervor y recogimiento
unas flores.
En
1931 se prepara un nuevo homenaje en Soria promovido por don Bienvenido
Calvo y don Pelayo Artigas para descubrir la cabeza de bronce en relieve
del poeta en la entrada de la ermita de San Saturio.
Mucho le costó a don Antonio ceder a los deseos de los organizadores.
Vino a Soria acompañado de su fiel hermano Pepe y de mi padre. El viaje
lo hicieron en el autobús de línea, don Antonio ocupó un asiento
delantero que mi padre se preocupó de elegir para que disfrutara viendo
mejor el panorama. El acto de homenaje fue como se había proyectado y
después repitió algunos paseos de sus épocas felices. Paseó con mi padre
y su hermano por la ciudad y no encontró los jardines de evónimos, con
telas de araña, los jardines viejos del Parque de la Dehesa, como él los
había visto y encontró calles cambiadas con nuevas edificaciones.