Este soriano residente en Barcelona es conocido
en la provincia por sus frecuentes colaboraciones periodísticas en los medios locales
(SORIA SEMANAL, CAMPOS DE SORIA, SORIA 7 DIAS
).
Tenemos entre nuestras manos este, más corto y mucho menos ambicioso que los anteriores.
Lo hemos leído con interés, como todo lo que tiene un autor, un tema y hasta una mera
vocación soriana.
Estamos ante una trayectoria humana que adopta la forma autobiográfica como recurso
literario. Porque la vida de este campesino soriano que nos habla en primera persona no
es, no puede ser, la del propio autor (por obvias razones cronológicas, entre otras).
Aunque, cómo no, el material literario haya sido extraído imaginamos- del bagaje
vital que aporta una intensamente vivida infancia rural
La limitación en cuanto al tema elegido, así como la estilización del discurso
narrativo se han visto acompañados de una depuración sintáctica y léxica. El resultado
es mucho más feliz que los anteriores, aunque todavía observemos ciertas desarmonías y
perturbaciones que hubiera sido fácil evitar.
En cuanto a la temática quizá sobraría algo de tremendismo y de recrearse en las
inevitables miserias humanas del agro. No le discutiremos a Leopoldo pericia en la
materia, sobre todo si comenzamos por reconocer por nuestra parte- el haber caído
en el otro extremo, en el de la idealización, pero imaginamos que en algún punto entre
estos dos extremos deberá andar el justo medio.
En todo caso no podemos negar que nos disgusta cierto culto a lo escatológico que ronda
este libro, lo mismo que rondaba la
Calladas rebeldías de
Carmelo Romero. ¿Es en verdad el campesino soriano tan ruin? ¿Lo fue recientemente al
menos? Otros autores de más edad, que conocieron generacionalmente aquellos años nos
insisten en que no. Que generalmente se solían impartir lecciones de decoro y dignidad al
citadino, salvo excepciones que siempre las habrá.
No llegaremos a decir, como Corneille del Quijote ("Un gran libro que ha
hundido a un gran país"), que aquí se abomina de toda noción de dignidad o
heroísmo, pero casi.
Esta crítica no invalida, claro, el muy importante esfuerzo que se ha hecho en estas
Albarcas (*) para el camino, que
suponen un notable progreso en la incipiente narrativa de este todavía joven autor
soriano.
La coincidencia de dos inquietudes, la literaria y la etnológica (de la que dan fe las
colaboraciones del autor en publicaciones como CUADERNOS DE ETNOLOGÍA SORIANA, y también
los de Guadalajara o FOLCLORE de Valladolid) hacen que Albarcas para el camino sea
también un documento etnológico de primera mano que nos habla de costumbres y
aconteceres que han sido demasiado deprisa aventados (si para bien o para mal es tarea del
sociólogo) por el viento de la historia.
Es perceptible para el lector cómo, a partir del primer tercio del libro, el autor parece
tomar las riendas de la narración con mucha mayor comodidad y seguridad, como en terreno
conocido y bien trillado. Es, creo, a partir de este punto aproximado cuando Leopoldo
comienza a disfrutar escribiendo y, por ende, nosotros leyendo.
Tras el progreso que supone respecto a obras anteriores este Albarcas para el camino
auguramos, si persiste en los aciertos, depura los escasos errores que seguimos
atribuyendo a cierto apresuramiento- y se mantiene firme en lo que parece una fuerte y
sincera vocación literaria, la aparición de obras de fuste y peso provenientes de la
misma pluma, lo que esperamos con impaciencia.
(*) La palabra académicamente correcta es abarcas,
pero esta forma familiar está admitida siendo propia de ambientes rurales y obedece sin
duda a razones de comodidad fonética.