Albarcas para el camino

Leopoldo Torre y García

Edición propia
Páginas: 148
Barcelona, 1996

Este soriano residente en Barcelona es conocido en la provincia por sus frecuentes colaboraciones periodísticas en los medios locales (SORIA SEMANAL, CAMPOS DE SORIA, SORIA 7 DIAS…).

Tenemos entre nuestras manos este, más corto y mucho menos ambicioso que los anteriores. Lo hemos leído con interés, como todo lo que tiene un autor, un tema y hasta una mera vocación soriana.

Estamos ante una trayectoria humana que adopta la forma autobiográfica como recurso literario. Porque la vida de este campesino soriano que nos habla en primera persona no es, no puede ser, la del propio autor (por obvias razones cronológicas, entre otras). Aunque, cómo no, el material literario haya sido extraído –imaginamos- del bagaje vital que aporta una intensamente vivida infancia rural…

La limitación en cuanto al tema elegido, así como la estilización del discurso narrativo se han visto acompañados de una depuración sintáctica y léxica. El resultado es mucho más feliz que los anteriores, aunque todavía observemos ciertas desarmonías y perturbaciones que hubiera sido fácil evitar.

En cuanto a la temática quizá sobraría algo de tremendismo y de recrearse en las inevitables miserias humanas del agro. No le discutiremos a Leopoldo pericia en la materia, sobre todo si comenzamos por reconocer –por nuestra parte- el haber caído en el otro extremo, en el de la idealización, pero imaginamos que en algún punto entre estos dos extremos deberá andar el justo medio.

En todo caso no podemos negar que nos disgusta cierto culto a lo escatológico que ronda este libro, lo mismo que rondaba la Calladas rebeldías de Carmelo Romero. ¿Es en verdad el campesino soriano tan ruin? ¿Lo fue recientemente al menos? Otros autores de más edad, que conocieron generacionalmente aquellos años nos insisten en que no. Que generalmente se solían impartir lecciones de decoro y dignidad al citadino, salvo excepciones que siempre las habrá.

No llegaremos a decir, como Corneille del Quijote ("Un gran libro que ha hundido a un gran país"), que aquí se abomina de toda noción de dignidad o heroísmo, pero casi.

Esta crítica no invalida, claro, el muy importante esfuerzo que se ha hecho en estas Albarcas (*) para el camino, que suponen un notable progreso en la incipiente narrativa de este todavía joven autor soriano.

La coincidencia de dos inquietudes, la literaria y la etnológica (de la que dan fe las colaboraciones del autor en publicaciones como CUADERNOS DE ETNOLOGÍA SORIANA, y también los de Guadalajara o FOLCLORE de Valladolid) hacen que Albarcas para el camino sea también un documento etnológico de primera mano que nos habla de costumbres y aconteceres que han sido demasiado deprisa aventados (si para bien o para mal es tarea del sociólogo) por el viento de la historia.

Es perceptible para el lector cómo, a partir del primer tercio del libro, el autor parece tomar las riendas de la narración con mucha mayor comodidad y seguridad, como en terreno conocido y bien trillado. Es, creo, a partir de este punto aproximado cuando Leopoldo comienza a disfrutar escribiendo y, por ende, nosotros leyendo.

Tras el progreso que supone respecto a obras anteriores este Albarcas para el camino auguramos, si persiste en los aciertos, depura los escasos errores –que seguimos atribuyendo a cierto apresuramiento- y se mantiene firme en lo que parece una fuerte y sincera vocación literaria, la aparición de obras de fuste y peso provenientes de la misma pluma, lo que esperamos con impaciencia.

(*) La palabra académicamente correcta es abarcas, pero esta forma familiar está admitida siendo propia de ambientes rurales y obedece sin duda a razones de comodidad fonética.

© Antonio Ruiz Vega
(Publicado en ABANCO/COSAS DE SORIA Nº 16)

Los pichones del campanario

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