Muerte a mano airada

(Vida y Leyenda del Tío Melitón)

Pedro Sanz Lallana

Pedro Sanz
Edita:
Centro Soriano de Estudios Tradicionales
Colección: Cosas de Soria Nº 7
Páginas: 109
SORIA 2000

Leyendo este libro de Sanz Lallana - soriano de la diáspora -, uno se persuade de que la Soria del siglo pasado tenía mucho más que ver con el Far West que con los tópicos del 98.

Ya Baroja se fijó en este atrabiliario desperado de Pinares que, por lo visto, no necesitaba armas de fuego para desembarazarse de un cristiano.

Melitón Llorente Rioja, que así se llamaba "el angelito", sale por las páginas del "Mayorazgo de Labraz" y su presencia fantasmal dicen que todavía se siente por ciertas veredas que llevan a la Piedra Andadera.

Era, entre otras cosas, un emboscado a la manera de Jünger, un ser libre a quien no le cuadraban las leyes de la tribu ni sus imposiciones.

La saga pinariega que nos propone Sanz Lallana no le va a la zaga a la que Machado imaginó en parecidos exteriores. en cuanto a este barbazul pinariego, pasa ya a formar parte del imaginario soriano popular, junto al espectro del Tío Chupina y otros proscritos de trueno...

Las razones que llevan a un hombre a lanzarse al monte, a volver al cálido abrigo de la naturaleza, lejos de las ciudades y sus instituciones, son variadas. En el caso del brutal y atrabiliario Melitón, (un hombre de hacha y morral, le define Sanz Lallana) con todas las características de animal mitológico, el disparadero fue fútil, no le costó mucho desprenderse de la costra de la civilización.

Por desgracia la pareja que formaba junto a la Cabrejana resultó estéril. De lo contrario hoy habitarían las umbrías pinariegas una raza de lobishomes bretos, de basajaúns u ojancanus pelendones, de "busgosus" celtíberos...

El cuento de Sanz Lallana tiene el sabor de las cosas de antaño, de los sucedidos que las abuelas pinariegas - custodias de la Tradición - contarían bajo la cónica chimenea a los atónitos nietos en noches de cierzo, cuando al lobo, augurando el invierno, le tocara ya descender de sus reales en la Sierra de Urbión...

© F. Sánchez Dragó (del prólogo del libro)

Primer capítulo de Muerte a mano airada

Comentario de Muerte a Mano Airada (2ª edición)

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