In Memoriam - Antonio Machado

José TudelaAntonio Machado
por José Tudela

Mi amistad con los Machado
Visita a Antonio Machado
Soria y Machado

 

El primer escrito de Machado sobre Soria. Un raro impreso. Comentarios

Machado y el árbol

Pensando en Machado
Antonio Machado, dibujo de Picasso

(esperamos vuestras
machadianas colaboraciones)

 

Mi amistad con los Machado

 He pensado que aunque el tema de Antonio Machado ha sido pródigamente expuesto en lecciones y conferencias podría interesar el conocer recuerdos personales de uno de sus mejores amigos y único superviviente de los que tuvo Soria.

Se trata de un mero relato de esos recuerdos y unos comentarios sobre mi amistad con don Antonio y sus hermanos.

De Machado en Soria tengo muy pocos recuerdos, pues al llegar él aquí, a comienzos de 1908, estaba yo terminando el bachillerato en el Colegio de PP. Jesuitas de Tudela (Navarra)

Tan sólo recuerdo haber asistido a una lectura de sus versos que dio en el modesto y amplio salón de la “Sociedad de Socorros Mutuos de Obreros”, único edificio que había entonces en el gran campo del Ferial y de aquella lectura recuerdo la composición sobre “Las moscas”.

Pasaron los años, y ya en Madrid tuve la fortuna de asistir, como “oyente”, a la famosa tertulia del café “El Gato Negro”, que “regía con mano hábil”, al decir de Ortega, “don José María Soltura”, donde conocí y traté a los más famosos escritores y artistas del comienzo del siglo. Allí debí oír hablar de don Antonio. En el verano de 1912, aquí en Soria, pocas semanas antes de morir Leonor, mostré a José María Palacio mi deseo de conocerle personalmente y él me acompañó en esta visita. Leonor ya no salía de casa, ni en aquel sillón de ruedas que empujaba don Antonio camino del Mirón; su mal se había agravado y su esposo apenas salía tampoco.


Antonio Machado, Gregorio Marañón, Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala. 1931

En la conversación debió hablar don Antonio con Palacio de Bergson y como yo había traído de Madrid los dos tomos de “La evolución creadora” que acababa de editar “Biblioteca Renacimiento”, al mostrar su curiosidad por conocerlos, volví otra vez con Palacio para regalárselos.

Esta fue entonces mi última entrevista con don Antonio. A las pocas semanas murió Leonor, el 1º de agosto de 1912, y como no recuerdo nada de este triste acontecimiento, ni de la marcha de don Antonio pocos días después, me hace suponer que entonces estaba en Ágreda, pues solía pasar parte del verano con mi familia paterna.

Pasó otra tanda de años. Hice oposiciones al Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios y en febrero de 1919 fui destinado a Segovia, al Archivo de la Delegación de Hacienda. En Segovia me encontré con un grupo de jóvenes cultos, con inquietudes y entonces fundamos un buen periódico “Tierra de Segovia” y más tarde la “Universidad Popular”.

En algunos de los viajes a Madrid durante las vacaciones coincidí con don Antonio, al que iba a ver en el Café Varela o en el Café Español. En noviembre del mismo año fue trasladado de Baeza a Segovia; fui un domingo a verle al café, donde concretamos el viaje de exploración de la bella ciudad castellana para el día siguiente y allí fuimos, paseando por ella buscando alojamiento para su estancia.

Este relato de nuestra revivida amistad en esta preciosa ciudad y la convivencia cotidiana con los consabidos paseos extramuros de la villa en silencio con nuestro entrañable poeta, la he dado a conocer en la Revista del Instituto Diego de Colmenares, titulada “Segovia y Machado”. Después y respecto a los años 1920 a 1924 y 1925, también he dado a conocer mi correspondencia y personales entrevistas con don Antonio en CELTIBERIA, número 6, año 1953.

Pasó otra tanda de años y en 1931 se prepara un nuevo homenaje en Soria. Bienvenido Calvo, don Pelayo Artigas y otros buenos amigos sorianos organizan un acto, descubrirían una cabeza de bronce de don Antonio en relieve, sobre las rocas de la Sierra de Santa Ana, en la plazoleta del Santo Patrón de Soria, San Saturio.


Homenaje a Antonio Machado en Soria, el 5 de octubre de 1932, en la plazoleta frente a la ermita de San Saturio, con motivo de su nombramiento como hijo adoptivo de la ciudad. De pie, hablando, Antonio Machado; a la izquierda, sentado, Bienvenido Calvo

No pude evitar lo que pasó. El homenaje fue muy cordial, tanto por parte del Ayuntamiento como del pueblo de Soria; pero... pasó lo que temía... que no encontró Soria como era a comienzos de siglo y su alma tampoco era la misma y se deshizo la cristalización que a fuerza de sueños y evocaciones había logrado.

Fui con él en la delantera del autobús de línea, para que él viera mejor el paisaje. Dentro iba Pepe Machado. Paseamos juntos por la ciudad y no encontró los jardines de evónimos, con telas de araña, los jardines viejos del Parque de la Dehesa, como él los había visto, y encontró calles cambiadas con nuevas edificaciones.

Ya no era una ciudad silenciosa, tranquila... y se esfumó el recuerdo de la vieja Soria.

Tengo que decir que en junio de 1936 coincide con mi mujer, en los Tribunales del Instituto de Segunda Enseñanza “Cervantes”, para examinar los Colegios llamados “reconocidos”. Al terminar los exámenes, después de las jornadas agotadoras de tanto estudiante y tanto verbo irregular francés, le preguntaba a mi mujer: ¿Qué hay por Soria? ¡Cuénteme cosas de Soria! Ahora hablaremos de Soria ¿no...? Soria, Soria siempre en su recuerdo.

Una tarde salía el Tribunal, tras terminar las calificaciones, a la calle, y justo en ese momento apareció una mujer con una niña, jadeante y agobiada, suplicándoles hicieran el gran favor de examinar a su hija, pues el ómnibus que las traía a Madrid desde el pueblo se había averiado en el camino y tenían que volverse esa misma noche. Don Antonio la tranquilizó y volvieron a entrar, a subir al Aula, a sentarse de nuevo en el estrado y preguntarle a la niña los verbos irregulares franceses y la conjugación española.

Aprobado el examen, la madre se deshacía en frases de agradecimiento y efusiones hacia don Antonio, que dulcemente le sonreía.

Y otra tarde, también finalizada la tarea, llegaron a verle la Vda. de José María Palacio con su hija. Don Antonio dio muestras de viva alegría y felicidad, sobre todo, al ver a la hija de Palacio, a la que quería como su propia sobrina y se quedaron de tertulia después de salir los demás profesores.

Respecto a mis últimos momentos con Manuel Machado, he de recordar con gran tristeza y emoción, mi encuentro en la Estación del Mediodía, en Madrid, en enero de 1947, cuando recibimos los restos mortales de Marquina. Después del acto fúnebre, salimos los dos camino del Prado, despacio, le acompañé hasta la Plaza de Neptuno, donde, algo indispuesto, decidió tomar un taxi, quise acompañarle en el coche hasta su casa, él se negó y temí molestarle si insistía. Al día siguiente me telefonearon para darme la noticia de su muerte.

Mi viaje a América de 1954 a 1955, completó la amistad con los hermanos Machado; en Chile pasé inolvidables días con Joaquín y José; en Santiago di unas conferencias, ellos asistieron y alterné con ellos en los días primeros de julio de 1956. Vuelto a España unos meses después cumplí el deseo de Pepe Machado de visitar a Azorín; así lo hice en compañía del Dr. Vega y a la vez sugerí el deseo de Pepe de que se publicara una autobiografía de su hermano Antonio que suponía poseía Azorín. Seguí ya después en Madrid muy habitual correspondencia con ellos. Acordó por entonces la Real Academia Española de la Lengua el intento de traer los restos de don Antonio a España y por encargo de mi entrañable amigo Gerardo Diego y de José María Cossío, escribí a Pepe Machado explicándole el asunto; su carta de contestación fue negativa al deseo de la Academia.

José Tudela en tierras americanas

Después me envió una biografía de su hermano Antonio escrita por él. En fin, así acaba mi amistad con la muerte del último Machado, Pepe, en 1959.

Tengo en preparación unos estudios sobre el gran poeta; algún día los podré dar a conocer.

© José Tudela
Publicado en CELTIBERIA, nº 49, 1975

Visita a Machado

Días pasados se organizó en Madrid un sencillo homenaje en honor del gran poeta Antonio Machado. Este homenaje consistió en una visita que sus admiradores de la Corte le hicieron a Segovia, donde Machado tiene su residencia.


Machado con sus alumnos de Segovia 1922-23

Un grupo de escritores y de artistas, todos jóvenes –pues entre la juventud están los más devotos admiradores del poeta- llegó a la bella ciudad castellana para pasar unas horas en su apacible compañía. Como embajador improvisado de la ciudad hermana y de los amigos de Soria, figuré con gozo en esta visita donde todo fue cordialidad y sencilla efusión.

Juntos los amigos viajeros y los amigos segovianos, comimos a la sombra del Pinarillo, frente a la fuerte y elegante mole de la Catedral, presididos por la bondad del poeta amigo. Una comida sin brindis ni discursos, unas cuantas adhesiones de hombres ilustres y para remate de aquel amistoso ágape, la ofrenda y el regalo de una maravillosa poesía leída por Machado y escuchada por todos con el mayor recogimiento.

Después un breve y delicioso paseo por las calles y plazuelas de Segovia, un paseo reposado y tranquilo, al paso lento del poeta, después la despedida cordial en la estación y la vuelta a Madrid cruzando la Sierra de Guadarrama, entre pinares olorosos y jaras y retamas florecidas.

Y al dejar en Segovia al amigo bueno y paternal, al maestro humilde y venerable en su juventud y al excelso poeta, sentía, más que nunca, su ausencia de esta otra ciudad mía, la Soria de sus amores y de sus dolores, ungida para siempre con el sagrado crisma de su emoción poética.

Con un poco de egoísmo, de sano egoísmo, lamentaba al despedirme de él su ausencia de entre nosotros, pues Antonio Machado hubiera sido hoy en Soria, sin él quererlo ni pretenderlo, la norma y la guía de un grupo de jóvenes que hoy añoramos el manso amparo de su bondad y de su comprensión, el consuelo de su paz, un tanto melancólica y el gozo de su charla pausada, ingeniosa y cordial.

Machado, el poeta admirado y predilecto, el amigo fiel y paternal, hubiera sido además para nosotros, inconscientemente, un gran maestro, pues su corazón y su inteligencia tienen la alta y profunda intuición del universo, y por lo tanto, la virtud prolífica de hacer fecundas para el bien y la belleza a las almas que reciben los dones de su alto espíritu.

© José Tudela
Publicado en “La Voz de Soria”, 29-5-1923

Soria y Machado

Porque era yo entre un grupo de redactores de “La Voz de Soria”, el más viejo amigo de don Antonio Machado, y por haber convivido con él en Segovia, fui encargado de pedirle colaboración para dicho periódico.

La carta con la que me envió los primeros originales de sus apuntes “De mi cartera”, no tiene fecha; pero seguramente sería poco anterior al 8 de agosto de 1922 en que comenzaron a publicarse en el periódico dice así:

Queridísimo Tudela: Le envío esas cuartillas para que publique de ellas lo que más le guste y para que me las conserve todas. Son apuntes un poco livianos; pero únicos, alguno de los cuales utilizaré para un nuevo libro.
En breve, publico un libro de versos. Se lo enviaré. Un fuerte abrazo de su viejo amigo, A. Machado”.

Después, también sin fecha, recibí una postal de don Antonio, que es el grabado de un dibujo de su hermano Pepe, muy característico.

En esta postal me decía:

Querido Tudela: Mil gracias por esa “Voz de Soria”, que me envía y leo con deleite.
Le mando esas cuartillas y fuerte abrazo de su buen amigo, A. Machado”.
P.D. Ruégole cuide que no salgan tantas erratas
.

Los apuntes “De mi cartera” que nos enviaba, según  la carta, los destinaba su autor para un nuevo libro; este libro era el de “Los Complementarios”, cuyo original fue publicado por “Cuadernos Hispano-Americanos”, Revista del Instituto de Cultura Hispánica, en el volumen homenaje que dedicó a don Antonio, en 1949, con la colaboración de conocidos escritores y de amigos del poeta.

De haber tenido con tiempo noticia de su preparación, y holgura para hilvanar unas cuartillas, hubiera colaborado con gusto en el homenaje y mi aportación se hubiera reducido a lo que ahora traigo a “Celtiberia” para dar cuenta de unos apuntes “De mi cartera” no publicados por “Cuadernos Hispano-Americanos” en la colección de “Los Complementarios” que dieron a conocer y unas cartas que recibí de don Antonio referentes a Segovia y Soria, que ilustran el modo de ser del gran poeta y en una de ellas, su entrañable cariño por nuestra tierra.

Tan sólo tres apuntes de los publicados en “La Voz de Soria” aparecen en “Cuadernos Hispano-Americanos” con algunas correcciones y variantes que interesa examinar a historiadores y críticos para deducir de la confrontación de sus textos la cuantía, modalidad e interés de ellas.

Para ver la relación que existe entre unos y otros apuntes, se enumeran a continuación los artículos con las fechas en que aparecieron.

El primero de los artículos de Machado publicado en “La Voz de Soria” salió en el número 20 el día 8 de agosto de 1922 y constaba de dos apuntes “El señor importante y los que soplan fuera”, que no ha sido publicado más que en dicho periódico, y “Tabou”, que figura entre los complementarios de “C.H.A.”.

El segundo salió en el número 21 de 11 de agosto del mismo año y constaba de tres apuntes: “Política”, “Pragmáticas y estetas” y “El dogma de la acción”, no incluidos en “Los complementarios”.

El tercero salió en el número 27 de 1 de septiembre: “El amor tuerto” y “Werther en España”, fechado en Segovia, 1920, que figuran en la colección de “C.H.A.” y otros dos apuntes, “Leyendo a Valera” y “Leyendo a Unamuno” fechados en Segovia, 1921, sólo publicados en “L.V. de S.”.

El cuarto salió en el número 29 de 8 de septiembre, compuesto del apunte “Extensión universitaria” que publica “C.H.A.” y además “La carta de un poeta” referente a Gerardo Diego y “El simbolismo” sólo publicados en “L.V. de S.”.

El quinto salió en el número 31 del 15 de septiembre y era un artículo más que apunte, titulado “Crítica” sólo publicado en “L.V. de S.”.

El sexto salió en el número 39 del 29 del mismo mes, que es otro artículo titulado “Gerardo Diego, poeta creacionista”, último de la colaboración de don Antonio Machado en “L.V. de S.”.

Aunque no tiene relación con estas cartas y apuntes de don Antonio, referentes a “Los Complementarios” publicados en “La Voz de Soria”, doy a continuación la copia de otras cartas, con las explicaciones necesarias para comprender mejor su contenido. La carta más antigua, de las recibidas de don Antonio Machado, está fechada en Madrid el 28 de noviembre de 1919. Me la dirigió a Segovia donde estaba yo entonces destinado de Archivero de Hacienda. Don Antonio acababa de ser trasladado allí desde Baeza y había hecho una visita de exploración a su nuevo destino.

Señor don José Tudela.
Segovia.

Querido Tudela: Mil gracias por su amable carta. Siento no estar en su casa por de pronto, y espero que tal vez pueda ser para después de Pascua, aunque sospecho que los precios de ese hotelero han de exceder a mis recursos. Como V. conoce tantos rincones de Segovia le ruego, y perdone esta molestia, que vea si es posible algún pupilaje relativamente económico –aunque sea en la Posada del Toro- para mi vuelta a ésa, que será el lunes. Una pensión de 5 pts. con habitación independiente, aunque modesta, resolvería el problema, por de pronto.
En fin, yo le buscaré a V. a mi vuelta a esa. Perdone tanta impertinencia y reciba un fuerte abrazo de su buen amigo, Antonio Machado.

Madrid, 28 de noviembre 1919”.

Le acompañé en aquella visita de exploración, comimos en el Hotel de la Unión, que aún está en el rincón aportalado de la Plaza, donde me hospedaba y aunque se llamaba Hotel, era entonces, más bien, una Fonda o un Parador, donde se conservaba la mesa redonda para los huéspedes permanentes y otras pequeñas para los eventuales. Era un alojamiento modesto, pero don Antonio aún lo quería de mayor modestia.

La “Posada del Toro”, a que se refiere en su carta, estaba en una calleja inmediata a los soportales de la Plaza Mayor.

Después de pasar breves días en esta Posada, encontró su alojamiento definitivo en la casita donde vivió en la calle de la Canongía hasta su traslado a Madrid, en 1931.

De los amigos de Machado en Segovia, ya habló Manuel Cardenal en el volumen de homenaje de “C.H.A.” y, aunque se refiere a unos años después, eran casi los mismos amigos.

Por conocer a don Antonio desde sus tiempos de Soria y por haber conservado siempre con él una gran amistad, fui yo su introductor en Segovia, su guía por sus calles y callejas y por las carreteras y caminos de su contorno. Poco tiempo conviví allí con él, pues a mediados de marzo de 1920 fui trasladado a Soria.

Volví a Segovia en mayo de 1921, con los jóvenes poetas que desde Madrid fueron a visitarle, visita que él agradeció dedicándoles la poesía “En tren. Flor de verbasco” que leyó al final de la comida que se celebró en el Pinarillo. En “Tierra de Segovia” de aquella fecha, habrá más detalles de aquella visita.

Siempre que venía por Madrid solía visitarle, bien en casa de su madre, General Arrando, 4, o bien en algún café; el Varela, por ejemplo, donde tuvo sus tertulias.

En 1924, al publicar su libro “Nuevas Canciones” me lo envió dedicado:

“A Pepe Tudela con el cariño entrañable de su viejo amigo. Antonio Machado. Madrid 14 de julio de 1924”, y con él recibí, en media octavilla, que pegué delante de la guarda del libro, esta breve carta.

Querido Tudela: perdone que antes no le haya enviado mi libro.
Aguardaba a tenerlo encuadernado. Ha quedado fuera una sección que dedicaba a V. que encabezará mi próximo libro.
Gracias mil por las hondas y atinadísimas palabras de “La Voz de Soria”.
Siempre suyo, A.M.
”.

El nuevo libro anunciado no se publicó, sino sus “Poesías Completas” en 1928 editadas por “Espasa Calpe”, y en las nuevas poesías aportadas a esta compilación no se acordó de su promesa; pero me dedicó su último libro con la más cariñosa y apreciada dedicatoria que yo podía apetecer:

A Pepe Tudela con el fraternal afecto de su viejo amigo, Antonio Machado”.

Por fin, doy a la publicidad la última y mejor de las cartas que tengo de don Antonio Machado, referente a un proyectado homenaje en Soria.

Querido Tudela: Recibí su amable carta, tan llena de bondad y de inteligencia. Nada tiene usted que agradecer, sino yo a usted por la cariñosa acogida a mis “Nuevas Canciones”, simple miscelánea de lírica dispersa por diarios y revistas, en la cual no creo haber añadido mucho esencial a mi obra.
En efecto, supe, aunque con algún retraso, el homenaje propuesto por “El Porvenir Castellano”. Reconozco la bondad y pureza de la intención, y esto me coloca en una actitud dolorosa y difícil, porque mi primer deber es agradecerlo –y yo quisiera que así lo hiciera usted presente a esos buenos amigos- pero, al mismo tiempo, pienso como usted; es imposible dar proporciones de homenaje público a estos impulsos de íntima cordialidad sin que el mismo delicado sentimiento que inicia el acto, quede totalmente desvirtuado por la solemne teatralidad que habría, por necesidad, de revestir en lo externo. Porque usted ha comprendido esto tan bien como yo y, en consecuencia, con su buen tacto ha enmendado el error: su carta fue para mi de gran consuelo. Sólo le queda a usted para completar su buena obra, convencer a esos buenos amigos de que yo sé bien la santidad de su propósito y que, en el fondo de mi corazón, les pago con el mismo amor.
Y en cuanto a homenaje al poeta... yo me pregunto si en realidad lo merezco. Mi amor a Soria es grande; y el tiempo, lejos de amenguarlo, lo depura y acrecienta. Pero en ello no hay nada que Soria tenga que agradecerme. ¿Quién en mi caso no llevaría a esa tierra en el alma? Por lo demás usted sabe bien que ni fiesta ni solemnidad alguna tienen para mi el valor de ese buen cariño de ustedes, del cual yo no dudo y al que no menos sinceramente correspondo.
 Mis sentimientos hacia esa tierra son de tal índole, tan ajenos a cuanto se relaciona con el amor propio, que quisiera conservarlos puros de toda mezcla con las satisfacciones y halagos de la vanidad literaria.
Pero ¿para qué predicar a un convencido? En efecto, usted ha penetrado en lo más hondo de mi sentir: para que vuelva yo a vivir entre ustedes –y éste es sin duda mi íntimo anhelo- huelgan estatuas, lápidas y escenarios; que encuentre y ¡si fuera posible! esa amada tierra y esa diminuta ciudad tal como fue para mí cuando viví en ella. Y si esto ya no puede ser, lo que más se le acerque.
Recibí una cariñosa carta de nuestro poeta Gerardo Diego. Me dice que irá a Soria este verano. Si está con ustedes abrácelo en mi nombre; y que le escribiré cuando sepa su paradero. También tendrán ustedes, de paso, al gran Ortega, con algunos amigos de “Occidente”.
Creo que antes de que termine el verano, para septiembre, podré ir a Soria a pasar unos días con ustedes y con la familia que por cierto me tiene algo olvidado. También les escribiré uno de estos días.
Reciba el cordial afecto de su viejo amigo
Antonio Machado”
Madrid, 23 de julio 1924
.

El homenaje se redujo a reunirnos una tarde de agosto un grupo de amigos y admiradores de don Antonio, junto a la tumba de Leonor, a depositar allí unas flores, y a unos momentos de recogimiento y de oración.

© José Tudela
Publicado en “CELTIBERIA”, nº 6. 1953

José Tudela en Páginas de Etnología Soriana

 

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