No pude
evitar lo que pasó. El homenaje fue muy cordial, tanto por parte del
Ayuntamiento como del pueblo de Soria; pero... pasó lo que temía... que
no encontró Soria como era a comienzos de siglo y su alma tampoco era la
misma y se deshizo la cristalización que a fuerza de sueños y
evocaciones había logrado.
Fui con
él en la delantera del autobús de línea, para que él viera mejor el
paisaje. Dentro iba Pepe Machado. Paseamos juntos por la ciudad y no
encontró los jardines de evónimos, con telas de araña, los jardines
viejos del Parque de la Dehesa, como él los había visto, y encontró
calles cambiadas con nuevas edificaciones.
Ya no era
una ciudad silenciosa, tranquila... y se esfumó el recuerdo de la vieja
Soria.
Tengo que
decir que en junio de 1936 coincide con mi mujer, en los Tribunales del
Instituto de Segunda Enseñanza “Cervantes”, para examinar los Colegios
llamados “reconocidos”. Al terminar los exámenes, después de las
jornadas agotadoras de tanto estudiante y tanto verbo irregular francés,
le preguntaba a mi mujer: ¿Qué hay por Soria? ¡Cuénteme cosas de Soria!
Ahora hablaremos de Soria ¿no...? Soria, Soria siempre en su recuerdo.
Una tarde
salía el Tribunal, tras terminar las calificaciones, a la calle, y justo
en ese momento apareció una mujer con una niña, jadeante y agobiada,
suplicándoles hicieran el gran favor de examinar a su hija, pues el
ómnibus que las traía a Madrid desde el pueblo se había averiado en el
camino y tenían que volverse esa misma noche. Don Antonio la tranquilizó
y volvieron a entrar, a subir al Aula, a sentarse de nuevo en el estrado
y preguntarle a la niña los verbos irregulares franceses y la
conjugación española.
Aprobado
el examen, la madre se deshacía en frases de agradecimiento y efusiones
hacia don Antonio, que dulcemente le sonreía.
Y otra
tarde, también finalizada la tarea, llegaron a verle la Vda. de José
María Palacio con su hija. Don Antonio dio muestras de viva alegría y
felicidad, sobre todo, al ver a la hija de Palacio, a la que quería como
su propia sobrina y se quedaron de tertulia después de salir los demás
profesores.
Respecto
a mis últimos momentos con Manuel Machado, he de recordar con gran
tristeza y emoción, mi encuentro en la Estación del Mediodía, en Madrid,
en enero de 1947, cuando recibimos los restos mortales de Marquina.
Después del acto fúnebre, salimos los dos camino del Prado, despacio, le
acompañé hasta la Plaza de Neptuno, donde, algo indispuesto, decidió
tomar un taxi, quise acompañarle en el coche hasta su casa, él se negó y
temí molestarle si insistía. Al día siguiente me telefonearon para darme
la noticia de su muerte.
Mi viaje
a América de 1954 a 1955, completó la amistad con los hermanos Machado;
en Chile pasé inolvidables días con Joaquín y José; en Santiago di unas
conferencias, ellos asistieron y alterné con ellos en los días primeros
de julio de 1956. Vuelto a España unos meses después cumplí el deseo de
Pepe Machado de visitar a Azorín; así lo hice en compañía del Dr. Vega y
a la vez sugerí el deseo de Pepe de que se publicara una autobiografía
de su hermano Antonio que suponía poseía Azorín. Seguí ya después en
Madrid muy habitual correspondencia con ellos. Acordó por entonces la
Real Academia Española de la Lengua el intento de traer los restos de
don Antonio a España y por encargo de mi entrañable amigo Gerardo Diego
y de José María Cossío, escribí a Pepe Machado explicándole el asunto;
su carta de contestación fue negativa al deseo de la Academia.
Después
me envió una biografía de su hermano Antonio escrita por él. En fin, así
acaba mi amistad con la muerte del último Machado, Pepe, en 1959.
Tengo en
preparación unos estudios sobre el gran poeta; algún día los podré dar a
conocer.
©
José Tudela
Publicado en CELTIBERIA, nº 49, 1975
Visita a Machado
Días pasados se organizó en Madrid un sencillo homenaje en
honor del gran poeta Antonio Machado. Este homenaje consistió en una
visita que sus admiradores de la Corte le hicieron a Segovia, donde
Machado tiene su residencia.
Un grupo de escritores y de artistas, todos jóvenes –pues
entre la juventud están los más devotos admiradores del poeta- llegó a
la bella ciudad castellana para pasar unas horas en su apacible
compañía. Como embajador improvisado de la ciudad hermana y de los
amigos de Soria, figuré con gozo en esta visita donde todo fue
cordialidad y sencilla efusión.
Juntos los amigos viajeros y los amigos segovianos, comimos
a la sombra del Pinarillo, frente a la fuerte y elegante mole de la
Catedral, presididos por la bondad del poeta amigo. Una comida sin
brindis ni discursos, unas cuantas adhesiones de hombres ilustres y para
remate de aquel amistoso ágape, la ofrenda y el regalo de una
maravillosa poesía leída por Machado y escuchada por todos con el mayor
recogimiento.
Después un breve y delicioso paseo por las calles y
plazuelas de Segovia, un paseo reposado y tranquilo, al paso lento del
poeta, después la despedida cordial en la estación y la vuelta a Madrid
cruzando la Sierra de Guadarrama, entre pinares olorosos y jaras y
retamas florecidas.
Y al dejar en Segovia al amigo bueno y paternal, al maestro
humilde y venerable en su juventud y al excelso poeta, sentía, más que
nunca, su ausencia de esta otra ciudad mía, la Soria de sus amores y de
sus dolores, ungida para siempre con el sagrado crisma de su emoción
poética.
Con un poco de egoísmo, de sano egoísmo, lamentaba al
despedirme de él su ausencia de entre nosotros, pues Antonio Machado
hubiera sido hoy en Soria, sin él quererlo ni pretenderlo, la norma y la
guía de un grupo de jóvenes que hoy añoramos el manso amparo de su
bondad y de su comprensión, el consuelo de su paz, un tanto melancólica
y el gozo de su charla pausada, ingeniosa y cordial.
Machado, el poeta admirado y predilecto, el amigo fiel y
paternal, hubiera sido además para nosotros, inconscientemente, un gran
maestro, pues su corazón y su inteligencia tienen la alta y profunda
intuición del universo, y por lo tanto, la virtud prolífica de hacer
fecundas para el bien y la belleza a las almas que reciben los dones de
su alto espíritu.
©
José Tudela
Publicado en “La Voz
de Soria”, 29-5-1923
Soria y Machado
Porque
era yo entre un grupo de redactores de “La Voz de Soria”, el más viejo
amigo de don Antonio Machado, y por haber convivido con él en Segovia,
fui encargado de pedirle colaboración para dicho periódico.
La carta
con la que me envió los primeros originales de sus apuntes “De mi
cartera”, no tiene fecha; pero seguramente sería poco anterior al 8 de
agosto de 1922 en que comenzaron a publicarse en el periódico dice así:
“Queridísimo
Tudela: Le envío esas cuartillas para que publique de ellas lo que más
le guste y para que me las conserve todas. Son apuntes un poco livianos;
pero únicos, alguno de los cuales utilizaré para un nuevo libro.
En breve,
publico un libro de versos. Se lo enviaré. Un fuerte abrazo de su viejo
amigo, A. Machado”.
Después,
también sin fecha, recibí una postal de don Antonio, que es el grabado
de un dibujo de su hermano Pepe, muy característico.
En esta
postal me decía:
“Querido
Tudela: Mil gracias por esa “Voz de Soria”, que me envía y leo con
deleite.
Le mando
esas cuartillas y fuerte abrazo de su buen amigo, A. Machado”.
P.D.
Ruégole cuide que no salgan tantas erratas.
Los
apuntes “De mi cartera” que nos enviaba, según la carta, los destinaba
su autor para un nuevo libro; este libro era el de “Los
Complementarios”, cuyo original fue publicado por “Cuadernos
Hispano-Americanos”, Revista del Instituto de Cultura Hispánica, en el
volumen homenaje que dedicó a don Antonio, en 1949, con la colaboración
de conocidos escritores y de amigos del poeta.
De haber tenido con
tiempo noticia de su preparación, y holgura para hilvanar unas
cuartillas, hubiera colaborado con gusto en el homenaje y mi aportación
se hubiera reducido a lo que ahora traigo a “Celtiberia” para dar cuenta
de unos apuntes “De mi cartera” no publicados por “Cuadernos
Hispano-Americanos” en la colección de “Los Complementarios” que dieron
a conocer y unas cartas que recibí de don Antonio referentes a Segovia y
Soria, que ilustran el modo de ser del gran poeta y en una de ellas, su
entrañable cariño por nuestra tierra.
Tan sólo
tres apuntes de los publicados en “La Voz de Soria” aparecen en
“Cuadernos Hispano-Americanos” con algunas correcciones y variantes que
interesa examinar a historiadores y críticos para deducir de la
confrontación de sus textos la cuantía, modalidad e interés de ellas.
Para ver
la relación que existe entre unos y otros apuntes, se enumeran a
continuación los artículos con las fechas en que aparecieron.
El
primero de los artículos de Machado publicado en “La Voz de Soria” salió
en el número 20 el día 8 de agosto de 1922 y constaba de dos apuntes “El
señor importante y los que soplan fuera”, que no ha sido publicado más
que en dicho periódico, y “Tabou”, que figura entre los complementarios
de “C.H.A.”.
El
segundo salió en el número 21 de 11 de agosto del mismo año y constaba
de tres apuntes: “Política”, “Pragmáticas y estetas” y “El dogma de la
acción”, no incluidos en “Los complementarios”.
El
tercero salió en el número 27 de 1 de septiembre: “El amor tuerto” y
“Werther en España”, fechado en Segovia, 1920, que figuran en la
colección de “C.H.A.” y otros dos apuntes, “Leyendo a Valera” y “Leyendo
a Unamuno” fechados en Segovia, 1921, sólo publicados en “L.V. de S.”.
El cuarto
salió en el número 29 de 8 de septiembre, compuesto del apunte
“Extensión universitaria” que publica “C.H.A.” y además “La carta de un
poeta” referente a Gerardo Diego y “El simbolismo” sólo publicados en
“L.V. de S.”.
El quinto
salió en el número 31 del 15 de septiembre y era un artículo más que
apunte, titulado “Crítica” sólo publicado en “L.V. de S.”.
El sexto
salió en el número 39 del 29 del mismo mes, que es otro artículo
titulado “Gerardo Diego, poeta creacionista”, último de la colaboración
de don Antonio Machado en “L.V. de S.”.
Aunque no
tiene relación con estas cartas y apuntes de don Antonio, referentes a
“Los Complementarios” publicados en “La Voz de Soria”, doy a
continuación la copia de otras cartas, con las explicaciones necesarias
para comprender mejor su contenido. La carta más antigua, de las
recibidas de don Antonio Machado, está fechada en Madrid el 28 de
noviembre de 1919. Me la dirigió a Segovia donde estaba yo entonces
destinado de Archivero de Hacienda. Don Antonio acababa de ser
trasladado allí desde Baeza y había hecho una visita de exploración a su
nuevo destino.
“Señor don José Tudela.
Segovia.
Querido
Tudela: Mil gracias por su amable carta. Siento no estar en su casa por
de pronto, y espero que tal vez pueda ser para después de Pascua, aunque
sospecho que los precios de ese hotelero han de exceder a mis recursos.
Como V. conoce tantos rincones de Segovia le ruego, y perdone esta
molestia, que vea si es posible algún pupilaje relativamente económico
–aunque sea en la Posada del Toro- para mi vuelta a ésa, que será el
lunes. Una pensión de 5 pts. con habitación independiente, aunque
modesta, resolvería el problema, por de pronto.
En fin,
yo le buscaré a V. a mi vuelta a esa. Perdone tanta impertinencia y
reciba un fuerte abrazo de su buen amigo, Antonio Machado.
Madrid,
28 de noviembre 1919”.
Le
acompañé en aquella visita de exploración, comimos en el Hotel de la
Unión, que aún está en el rincón aportalado de la Plaza, donde me
hospedaba y aunque se llamaba Hotel, era entonces, más bien, una Fonda o
un Parador, donde se conservaba la mesa redonda para los huéspedes
permanentes y otras pequeñas para los eventuales. Era un alojamiento
modesto, pero don Antonio aún lo quería de mayor modestia.
La
“Posada del Toro”, a que se refiere en su carta, estaba en una calleja
inmediata a los soportales de la Plaza Mayor.
Después
de pasar breves días en esta Posada, encontró su alojamiento definitivo
en la casita donde vivió en la calle de la Canongía hasta su traslado a
Madrid, en 1931.
De los
amigos de Machado en Segovia, ya habló Manuel Cardenal en el volumen de
homenaje de “C.H.A.” y, aunque se refiere a unos años después, eran casi
los mismos amigos.
Por
conocer a don Antonio desde sus tiempos de Soria y por haber conservado
siempre con él una gran amistad, fui yo su introductor en Segovia, su
guía por sus calles y callejas y por las carreteras y caminos de su
contorno. Poco tiempo conviví allí con él, pues a mediados de marzo de
1920 fui trasladado a Soria.
Volví a
Segovia en mayo de 1921, con los jóvenes poetas que desde Madrid fueron
a visitarle, visita que él agradeció dedicándoles la poesía “En tren.
Flor de verbasco” que leyó al final de la comida que se celebró en el
Pinarillo. En “Tierra de Segovia” de aquella fecha, habrá más detalles
de aquella visita.
Siempre
que venía por Madrid solía visitarle, bien en casa de su madre, General
Arrando, 4, o bien en algún café; el Varela, por ejemplo, donde tuvo sus
tertulias.
En 1924,
al publicar su libro “Nuevas Canciones” me lo envió dedicado:
“A Pepe
Tudela con el cariño entrañable de su viejo amigo. Antonio Machado.
Madrid 14 de julio de 1924”, y con él recibí, en media octavilla, que
pegué delante de la guarda del libro, esta breve carta.
“Querido
Tudela: perdone que antes no le haya enviado mi libro.
Aguardaba
a tenerlo encuadernado. Ha quedado fuera una sección que dedicaba a V.
que encabezará mi próximo libro.
Gracias
mil por las hondas y atinadísimas palabras de “La Voz de Soria”.
Siempre
suyo, A.M.”.
El nuevo
libro anunciado no se publicó, sino sus “Poesías Completas” en 1928
editadas por “Espasa Calpe”, y en las nuevas poesías aportadas a esta
compilación no se acordó de su promesa; pero me dedicó su último libro
con la más cariñosa y apreciada dedicatoria que yo podía apetecer:
“A
Pepe Tudela con el fraternal afecto de su viejo amigo, Antonio Machado”.
Por fin,
doy a la publicidad la última y mejor de las cartas que tengo de don
Antonio Machado, referente a un proyectado homenaje en Soria.
“Querido
Tudela: Recibí su amable carta, tan llena de bondad y de inteligencia.
Nada tiene usted que agradecer, sino yo a usted por la cariñosa acogida
a mis “Nuevas Canciones”, simple miscelánea de lírica dispersa por
diarios y revistas, en la cual no creo haber añadido mucho esencial a mi
obra.
En
efecto, supe, aunque con algún retraso, el homenaje propuesto por “El
Porvenir Castellano”. Reconozco la bondad y pureza de la intención, y
esto me coloca en una actitud dolorosa y difícil, porque mi primer deber
es agradecerlo –y yo quisiera que así lo hiciera usted presente a esos
buenos amigos- pero, al mismo tiempo, pienso como usted; es imposible
dar proporciones de homenaje público a estos impulsos de íntima
cordialidad sin que el mismo delicado sentimiento que inicia el acto,
quede totalmente desvirtuado por la solemne teatralidad que habría, por
necesidad, de revestir en lo externo. Porque usted ha comprendido esto
tan bien como yo y, en consecuencia, con su buen tacto ha enmendado el
error: su carta fue para mi de gran consuelo. Sólo le queda a usted para
completar su buena obra, convencer a esos buenos amigos de que yo sé
bien la santidad de su propósito y que, en el fondo de mi corazón, les
pago con el mismo amor.
Y en
cuanto a homenaje al poeta... yo me pregunto si en realidad lo merezco.
Mi amor a Soria es grande; y el tiempo, lejos de amenguarlo, lo depura y
acrecienta. Pero en ello no hay nada que Soria tenga que agradecerme.
¿Quién en mi caso no llevaría a esa tierra en el alma? Por lo demás
usted sabe bien que ni fiesta ni solemnidad alguna tienen para mi el
valor de ese buen cariño de ustedes, del cual yo no dudo y al que no
menos sinceramente correspondo.
Mis
sentimientos hacia esa tierra son de tal índole, tan ajenos a cuanto se
relaciona con el amor propio, que quisiera conservarlos puros de toda
mezcla con las satisfacciones y halagos de la vanidad literaria.
Pero
¿para qué predicar a un convencido? En efecto, usted ha penetrado en lo
más hondo de mi sentir: para que vuelva yo a vivir entre ustedes –y éste
es sin duda mi íntimo anhelo- huelgan estatuas, lápidas y escenarios;
que encuentre y ¡si fuera posible! esa amada tierra y esa diminuta
ciudad tal como fue para mí cuando viví en ella. Y si esto ya no puede
ser, lo que más se le acerque.
Recibí
una cariñosa carta de nuestro poeta Gerardo Diego. Me dice que irá a
Soria este verano. Si está con ustedes abrácelo en mi nombre; y que le
escribiré cuando sepa su paradero. También tendrán ustedes, de paso, al
gran Ortega, con algunos amigos de “Occidente”.
Creo que
antes de que termine el verano, para septiembre, podré ir a Soria a
pasar unos días con ustedes y con la familia que por cierto me tiene
algo olvidado. También les escribiré uno de estos días.
Reciba el
cordial afecto de su viejo amigo
Antonio
Machado”
Madrid,
23 de julio 1924.
El
homenaje se redujo a reunirnos una tarde de agosto un grupo de amigos y
admiradores de don Antonio, junto a la tumba de Leonor, a depositar allí
unas flores, y a unos momentos de recogimiento y de oración.
©
José Tudela
Publicado en “CELTIBERIA”, nº 6. 1953
José
Tudela en Páginas de Etnología Soriana