El primer escrito de
Machado sobre Soria
En un
raro impreso, poco conocido ni aun de los que nos interesamos por las
viejas cosas de Soria, se publicó en 1908 el primer escrito de don
Antonio Machado sobre Soria.
En un
artículo que aparece en el homenaje que la prensa soriana dedicó a los
héroes de la Guerra de la Independencia, en una publicación del 2 de
mayo de 1908, de la que luego hablaremos, comentando después la
ideología inspiradora de dicho artículo.
El
artículo con el que don Antonio Machado rindió su homenaje al
patriotismo de los españoles de 1808, es el siguiente:
Nuestro patriotismo y
la marcha de Cádiz
“Los
últimos años de vida española han cambiado profundamente nuestra
psicología. Acabamos de cosechar muy amargos frutos; y el recuerdo del
reciente desastre nacional, surge en nuestro espíritu como una nube
negra que nos vela el épico sol de otros días.
Tras un
largo período de profunda inconsciencia, en que no faltaron lauros para
los viejos héroes, ni patrióticas charangas, ni cantos de cuartel,
perdimos –como todos sabéis- los preciosos restos de nuestro imperio
colonial. Fue éste un golpe previsto por una minoría inteligente y que
sorprendió a los más. Imaginaos al pueblo español como a un hombre que,
inesperadamente, recibiera un fuerte garrotazo en la cabeza, cayera a
tierra sin sentido y, al recobrarlo, le levantara preguntando: ¿Dónde
estoy?
Comenzamos a despertar y a mirar en torno nuestro. Acaso, el golpe
recibido nos pondrá en contacto con nuestra conciencia.
Por lo
pronto, nuestro patriotismo ha cambiado de rumbo y de cauce. Sabemos ya
que no se puede vivir ni del esfuerzo, ni de la virtud, ni de la fortuna
de nuestros abuelos; que la misma vida parasitaria no puede nutrirse de
cosa tan inconsciente como el recuerdo; que las más remotas
posibilidades del porvenir distan menos de nosotros que las realidades
muertas en nuestras manos. Luchamos por libertarnos del culto
supersticioso del pasado.
¿Nos
sirvió, acaso, el heroísmo de Castro y Palafox, defensores de Gerona y
Zaragoza, para salvar nuestro prestigio en jornadas recientes que no
quiero recordar? ¿Vendría en nuestra ayuda la tizona de Rodrigo, si
tuviéramos que luchar otra vez con la morisma? No creemos ya en los
milagros de la leyenda heroica.
Somos los
hijos de una tierra pobre e ignorante, de una tierra donde todo está por
hacer. He aquí lo que sabemos.
Y
preferimos esta triste verdad a las estrofas fanfarronas de aquel poeta,
que encarándose con España, le decía, entre otras cosas:
... porque
indómitos y fieros,
saben hacer sus
vasallos
frenos para sus
caballos
de los cetros
extranjeros.
Sabemos
que esto no es verdad. Y cuando en versos del mismo poeta leemos:
... que no puede
esclavo ser
pueblo que sabe
morir...
Sonreímos
amargamente pensando que, si nuestro pueblo no sabe otra cosa, será
siempre esclavo; porque la libertad se basa en la virtud contraria; en
saber vivir, precisamente en lo que pretenden ignorar esos vasallos
indómitos y fieros.
Sabemos
que la patria no es una finca heredada de nuestros abuelos; buena no más
para ser defendida a la hora de la invasión extranjera. Sabemos que la
patria es algo que se hace constantemente y se conserva sólo por la
cultura y el trabajo. El pueblo que la descuida o la abandona, la
pierde, aunque sepa morir. Sabemos que no es patria el suelo que se
pisa, sino el suelo que se labra: que no basta vivir sobre él, sino para
él; que allí donde no existe huella del esfuerzo humano, no hay patria,
ni siquiera región, sino una tierra estéril, que tanto puede ser nuestra
como de los buitres o de las águilas que sobre ella se ciernen.
¿Llamaréis patria a los calcáreos montes, hoy desnudos, y antaño
cubiertos de espesos bosques, que rodean esta vieja y noble ciudad? Eso
es un pedazo de planeta por donde los hombres han pasado, no para hacer
patria, sino para deshacerla. No sois patriotas pensando que algunos
sabréis morir por defender estos pelados cascotes; lo seréis acudiendo
con el árbol o con la semilla, con la reja del arado o con el pico del
minero a esos parajes sombríos y desolados, donde la patria está por
hacer.
Hoy que
removemos las nobles cenizas de los héroes de 1808, rindámosles el
homenaje serio y respetuoso que merecen. Ellos conservaron, a costa de
su sangre, la tierra que hoy debemos labrar. No insultemos su memoria
con vanidosas fanfarronadas, ni hagamos resurgir aquella profunda
inconsciencia que, al son de la marcha de Cádiz nos llevó a perder
nuestras colonias. Convencidos de que sabemos morir –que ya es saber-
procuremos ahora aprender a vivir, si hemos de conservar lo poco que aún
tenemos”.
Antonio Machado
Un raro impreso
soriano
Este
impreso titulado: La Prensa de Soria al
2 de mayo de 1808,
se compone de tres hojas grandes de doble folio, con pie de imprenta de
los tres periódicos que en 1908 se publicaban en la capital: “Avisador
Numantino”, “Noticiero de Soria” y “Tierra Soriana”. Lleva la fecha de 2
de mayo de 1908, fue número único y era su precio 10 céntimos.
Se trata
del homenaje que la prensa soriana rindió a los héroes de la Guerra de
la Independencia en su centenario. El texto va a cinco columnas con
cuatro grabados en la página primera: los retratos de Daoiz y Velarde y
del Teniente Ruiz, la “Defensa del Parque” (cuadro de Sorolla) y “Los
fusilamientos de la Florida” (de la Moncloa, de Goya).
Hemos
conocido este raro impreso, gracias a la amabilidad de nuestro curioso y
culto amigo don Joaquín Arjona y García-Alhambra, que lo conserva con
otros viejos impresos sorianos coleccionados por su padre don Joaquín,
que fue colaborador en la prensa soriana y en el “Recuerdo de Soria” y
fundador y director del “Diario de Soria”, de efímera vida.
En esta
conmemorativa publicación colaboraron todos los que solían hacerlo en
los periódicos citados y en el “Recuerdo de Soria”, que se publicaba por
aquellos años.
En este
impreso figura el interesantísimo artículo de Antonio Machado, aquí
reproducido por segunda vez, es decir, la primera después de su
aparición en este homenaje y que, sin duda, fue el primer escrito
publicado por él en esta ciudad y al que haremos, a continuación,
algunos comentarios.
Merece
conocerse esta rara publicación soriana de 1908, pues, a pesar de no ser
muy antigua no teníamos noticia de ella los que ahora nos interesamos
por las viejas cosas de Soria; por esta razón numeramos, reseñamos y
clasificamos, por temas, estas colaboraciones:
1º
“Alocución de la Alcaldía”, firmada por el alcalde Ramón de la Orden. 2º
“El 2 de Mayo”, por F. Las Heras. 3º “A través de un siglo”, por Benito
Artigas. 4º “El tío Jacinto de Medinaceli”, por Pascual P. Rioja. 5º “De
momento”, por Luis Posada. 6º “Salutación”, por Santiago Ruiz Lería. 7º
“A la picota del campo de Santa Bárbara (Soria)”, por Bonifacio Sanz. 8º
“Documento notable” (Es un acta del Ayuntamiento de Soria, de 13 de
octubre de 1812). 9º “Ante el Centenario”, por G.S. 10º “Autógrafo de la
Independencia”. (Es el expediente de José Monclús, cabo 1º, solicitando
ascenso por méritos de guerra, firmado en Zaragoza el 22 de septiembre
de 1808). 11º “Nuestro Patriotismo y la Marcha de Cádiz”, por Antonio
Machado. 12º “Aprendiendo de la Historia”, por José María Palacio. 13º
“Remembranzas”, por Dionisio Sanz. 14º “Soria hace un siglo”, por
Enrique G. Noguerol. 15º “Pro Patria”, por Joaquín Arjona. 16º “Napoleón
el insidioso”, por Santiago Aparicio. 17º “Justicia”, por Pedro de San
Martín. 18º “Acta de junta general de la Cuadrilla de San Esteban”, por
la copia Luis Peña. 19º “¡Qué lástima!” (poesía), por Philipo
(Felipe Las Heras). 20º “Un recuerdo de familia”, por J. José García.
21º “1808” (poesía) por Descartes (¿?). 22º “Siempre vive con
grandeza quien hecho a grandeza está” (verso de José Zorrilla como
título), por Lucas Abad. 23º “Mayo de 1908” (poesía), por Ricardo Tovar.
24º “Un niño patriota y mártir. Tradición soriana de la Guerra de la
Independencia”, por Enrique Ramírez. 25º “Pericón, coronel de las tropas
imperiales” (tradición soriana), por Mariano Granados. 26º “Diálogo”
(poesía), por Antonio Carrillo de Albornoz. 27º “Dominguín”, por Jesús
López Gómez. 28º “La Torca de Fuencaliente”, por Manuel Ayuso Iglesias.
29º “Pensamiento”, por H. 30º “Patriotismo” (poesía), por C.
31º “El barranco de los franceses”, por L.H.
Se pueden
clasificar estas colaboraciones por sus temas en tres grupos:
patrióticas, históricas y económicas.
Las
patrióticas son dieciséis: 1, 2, 5, 6, 7, 9, 12, 16, 17, 19, 21, 22, 23,
26, 29 y 30, y de ellas, cinco son poesías y once artículos, en los que
se recuerda y ensalza, en forma más o menos tópica, la gesta del pueblo
español contra las tropas de Napoleón.
Las
históricas son doce: 4, 8, 10, 14, 15, 18, 20, 24, 25, 26, 28 y 31, de
ellas tres reproducen documentos de aquél tiempo; ocho relatan curiosas
tradiciones sorianas de aquella guerra, y en una tan sólo se ha hecho
investigación histórica local del mismo tema.
Las
económicas son tres: 3, 10 y 13, aunque dos de ellas, la 3 y la 13,
pudieran haber sido clasificadas como patrióticas, pero las incluimos
aquí porque ambas terminan propugnando la necesidad de impulsar el
resurgimiento nacional después del “Desastre” de 1898; y, por tanto,
queda una sola colaboración dedicada íntegramente al aspecto económico
de este resurgimiento, que es la colaboración de Antonio Machado. Su
título –“Nuestro Patriotismo y la Marcha de Cádiz”- ya muestra un nuevo
modo de entender este sentimiento.
Comentarios al
artículo de Machado
Es muy
significativo que sea un poeta, uno de los más grandes poetas españoles,
el que, en lugar de conmemorar poéticamente, con un poema, la gesta
española contra los franceses, lo haga con un artículo en prosa
exaltando ¡temas económicos!, y no los grandes temas económicos
nacionales, sino su proyección provincial, local, conminando a los
sorianos, con graves y doloridos acentos, para que labren las tierras
yermas susceptibles de cultivo, para que dejen de talar sus montes, y
para que repueblen de árboles sus desnudos páramos y serrijones,
conmemorando así, en forma digna y duradera, en su centenario, a los
héroes de aquella guerra, haciendo y levantando la Patria en ruinas, en
lugar de ensalzarla y glorificarla con infecundos cánticos.
No
importa que estas ideas regeneradoras de Machado, que ha de repetir
luego en versos magníficos, sean, en parte, confusas y hasta erróneas.
La
ideología de este soberbio artículo de Antonio Machado, está
directamente influida por la llamada literatura del “Desastre” y aun por
la precursora de este “cambio de psicología”, al que alude el poeta.
Es bien
sabido que la pérdida de los últimos restos de nuestro imperio colonial,
como consecuencia de las catastróficas batallas navales de Santiago de
Cuba y de Cavite, en 1898, provocó toda una literatura del “Desastre”.
Esta denominación de “Desastre”, la dio Sagasta a aquel hecho histórico,
al dar cuenta de él al Congreso y, luego, se generalizó para designar
sus consecuencias.
Esta
literatura se caracteriza por la crítica acerba de aquellos
acontecimientos; por su violenta reacción contra la ideología ignara y
orgullosa que los provocó, por el cambio en la manera de enfocar la
política, por el distinto modo de sentir el patriotismo y estuvo
representada por varios escritores que reflejaron en sus campañas este
estado de opinión, como Joaquín Costa, Damián Isern, Alzola, Pompeyo
Gener y otros.
La
ideología de esta literatura había tenido sus antecedentes inmediatos
antes de la guerra de Cuba y mediatos en los siglos XVII, XVIII y
primera mitad del XIX. Sin entrar en el análisis que de ella han hecho,
entre otros, Azorín, Laín Entralgo, Fernández Almagro, Angel del Río y
Dolores Franco de Marías, sólo nos interesa señalar los dos autores que
más directamente pudieron influir en la ideología de este artículo de
don Antonio.
Hay un
autor, olvidados de todos estos tratadistas del “Noventa y ocho”, que
fue un precursor del cambio de ideas respecto del concepto de España:
Lucas Mallada, ingeniero de Minas, que publicó ocho años antes del
“Desastre”, en 1890, su famosa obra “Los Males de la Patria y la futura
revolución española”. Este libro debió ser leído por Machado, pues sus
ideas respecto al patriotismo, a la pobreza de España, a los efectos de
las talas y de los incendios de los bosques, a la necesidad de cultivar
mejor la tierra y de buscar en las minas nuevas fuentes de riqueza, son
los temas esenciales del artículo de don Antonio, y luego de algunas de
sus poesías, y constituye la base ideológica del libro de Mallada.
Comienza
Mallada en su introducción por hablar de las distintas maneras de
entender el patriotismo: unos, “que todo lo ven de color de rosa, cantan
las excelencias del país donde nacieron, evocan, sin cesar, las glorias
de los tiempos pasados”, y otros, en cambio, lo ven todo sombrío.
“Queremos (añade el ingeniero), juzgar a la patria de hoy, puestos los
ojos en la patria de mañana”. “No éramos muchos ni muy creídos (dice en
1890) los que (en 1880 y 1881) asegurábamos que nuestro país es más
pobre de lo que generalmente se supone”.
Hoy ya es
bien conocida, sobre todo por geógrafos y economistas, su tesis sobre la
pobreza del suelo español, así como la clasificación y porcentaje por
calidades, de las tierras de España que, aunque algo exagerada,
contribuyó a abrir los ojos de los políticos avisados y a desengañar a
muchos ilusos españoles.
Las ideas
de Machado sobre el paisaje castellano y sus prematuros y erróneos
juicios sobre el campesino soriano (que luego rectifica) pudieran tener
su origen en las afirmaciones de Mallada: “La sequedad del suelo
engendró la sequedad del espíritu y produjo la rudeza y los feroces
instintos... Rechazan (los campesinos) cuanto tienda a mejorar sus
condiciones sociales y se consideran dichosos en su abandono y en su
estado próximo al idiotismo” (página 21) y en otro lugar (página 23), al
increpar a los campesinos que tienen aversión al árbol, prorrumpe
indignado en esta exclamación, que es casi un verso: “¡Bárbaros países
de rudos moradores!”.
¿Acaso no
tienen estas frases su eco en las poesías que escribe Machado poco
después de este inicial artículo?
La
denudación de la tierra y la desolación del paisaje es otro de los temas
predilectos de las increpaciones de Mallada que, a su condición de
geólogo prestigioso, quizás el más famoso de su tiempo, unía su
sensibilidad patriótica y su talento literario, como puede verse por las
pequeñas muestras que aquí se insertan.
“Aquellas
montañas coronadas de flores en pasados siglos tienen sus rocas al
descubierto; antes eran cruzadas, en todos sentidos, por inmensos
rebaños, albergaban felices moradores, las surcaban sendas en todas
direcciones: hoy no encontraréis más que ruinas, enormes peñascos y
grandes cantaleras. ¡Nada que pueda alterar el silencio más absoluto!”
(pág. 22). ¿Acaso no podría Machado haber incluido este párrafo en su
artículo sin que se notara la diferente pluma que traza estas
imprecaciones?
Otro
ejemplo más: A los pueblos que talan sus montes les dice, después de
llamarles bárbaros y rudos: “Merecéis, en cambio, no tener ni una flor,
ni una gota de agua en vuestros campos asolados por millones de voraces
insectos... Seguid, incultos labriegos, seguid calentando vuestros
tristes hogares con paja y con los excrementos de vuestras bestias”.
(página 23).
En su
artículo, Machado sólo se refiere a las talas de los bosques, pero no a
los incendios de pinares, porque aún no había pasado un verano en Soria,
ya que llegó a esta ciudad en octubre de 1907 y este artículo debió de
escribirlo en abril de 1908, ya que tenía que publicarse el 2 de mayo
siguiente.
Esto
explica este silencio; pero luego, en alguno de los veranos que allí
pasó, contemplaría, desde su observatorio predilecto, el castillo, el
tristísimo y dramático incendio de los pinares sorianos que todos los
veranos contemplaban, contristados e indignados, los habitantes de la
ciudad.
Este
triste espectáculo nos era familiar a quienes vivíamos en Soria a
principios de siglo.
Una negra
cortina de humo cubría el horizonte occidental de aquel paisaje, entre
las sierras de Frentes y Urbión y, por la noche, se veía el trágico
resplandor de las llamas.
Esto
explica los fuertes y magníficos versos con que comienza el poeta su
soberbio poema “Por tierras de Castilla”, título de la primera vez que
lo publicó, cambiando luego por el de “Por tierras de España”.
La
reacción apasionada de Machado no podía ser más justa ni más nobles;
pero se equivocó lamentable y profundamente, al atribuir al campesino
soriano, en general, estos incendios, así como las otras terribles taras
y maldades que, ligeramente, le atribuyó.
Intentaré, en otra ocasión, explicar estos errores del poeta, que él
mismo comenzó a rectificar al cambiar el título del poema y al expresar
luego su admiración por las virtudes de estos mismos campesinos,
rectificación que puede verse después en sus propios versos y en algunos
de sus escritos en prosa.
Pero,
ahora, hemos de seguir mostrando la influencia del libro de Mallada en
el alma de nuestro poeta.
Los duros
apóstrofes de este poema tienen su enlace con el párrafo de Mallada: “Y
llegados a este punto... viene a nuestra memoria el triste espectáculo
de tantos bosques incendiados todos los veranos. ¿Se observan, en nación
alguna tan numerosos ni tan grandes atentados contra la propiedad?”.
Nos queda
por señalar la influencia que en Machado ejercieron los escritos de
Joaquín Costa; pues creemos que fueron estos dos autores los que más
directamente influyeron en su ideología.
Es
extraño que no se haya señalado que en Joaquín Costa debieron influir
los escritos de su paisano y coetáneo Lucas Malla, que era también de
Huesca y tenía tan sólo cuatro años más que él; pues por su profesión,
ingeniero de Minas, había publicado la “Descripción del mapa geológico”
de ocho provincias, entre 1880 y 1881, la “Explicación del mapa
geológico de España” y una serie de artículos que luego reunió en
folleto, procedente del libro ya citado, titulado “Causas de la pobreza
en España”; por lo tanto, había andado, pisoteado pudiéramos decir,
muchas provincias de España; de modo que, en su tiempo, no había ningún
otro español mejor conocedor del territorio nacional.
Antes que
Costa, habló Mallada del nuevo patriotismo, antes que él clamó contra el
hacha devastadora y denunció el desbarajuste de la Administración; y aún
le precede también en los apóstrofes, en su estilo oratorio, que ambos
imitan de Castelar y de los oradores de su tiempo.
Aunque
parezca extraño, es Joaquín Costa menos lírico, menos apasionado que su
amigo y paisano Lucas Mallada, al atacar los males de la destrucción
forestal. En el capítulo sobre “El arbolado y la patria”, de su famosa
obra “Fórmula de la Agricultura en España”, no vemos los apasionados
apóstrofes de Mallada, sino una larga serie de explicaciones; primero de
los beneficios del arbolado, y después de los desastrosos efectos que
produce su destrucción. Todo, con un gran afán educador; y aunque la
pintura de estas calamidades es elocuente, faltan en ella la
indignación, el arrebato lírico que en otras ocasiones muestra el verbo
profético del “león de Graus” y que, en cambio, vemos en esta ocasión en
la prosa del ingeniero oscense, al que pudiéramos llamar “apóstol de la
pobreza de España”, porque fue quien la predicó como realidad incógnita.
Se
invierten aquí los papeles: es Costa, el político, el jurista, el
sociólogo, quien analiza y explica con razones, hechos y ejemplos, los
beneficios del arbolado y los perjuicios de su tala; y es el ingeniero,
el geólogo y el geógrafo, Mallada, quien, en proféticas imprecaciones,
tonantes de indignación, amenaza a incendiarios y taladores.
Por esto
creemos que en este artículo de Antonio Machado es más clara y está más
marcada la influencia de Mallada que la de Costa.
Hay que
tener en cuenta, además, para comprender mejor la realidad de estos dos
influjos, la vinculación de estos dos escritores a la Institución Libre
de Enseñanza; Costa como profesor, y, como protector, Mallada y, además,
que en ella se educaron don Antonio Machado y todos sus hermanos, y que
el amor al árbol fue una de las normas educativas de la Institución.
Bajo el
influjo de estas lecturas y de esta orientación pedagógica, se explica
el modo de reaccionar de don Antonio, ante el paisaje de los alrededores
de Soria.
Le
impresionan profundamente su grandeza, su sobriedad, su austero y fuerte
colorido... y, aunque lo ve salpicado de “oscuros encinares”, lo que en
él predominan son las “cárdenas roquedas”, “desnudos pedregales y
pelados serrijones”, “calvas sierras”, “malezas y jarales, yerbas
monteses, zarzas y cambrones”...
Con unos
erróneos prejuicios que, entonces y aún ahora, se manejan con ligereza
sobre la deforestación de España, culpa al campesino de la denudación
del paisaje, sin tener en cuenta que el hombre de todos los tiempos y
lugares, desde que tuvo un hacha en la mano, abatió los árboles que,
para sus distintos usos, necesitó; pero, en climas más propicios que el
nuestro, la naturaleza repuso fácilmente el gasto de esta depreciación,
mientras que en las zonas áridas de todo el globo terráqueo, no se
vuelven a repoblar artificialmente y sólo en tiempos actuales, muy poco
a poco, por ser titánica empresa y únicamente como misión estatal,
cedida y seguida por esporádicas repoblaciones, debidas a la iniciativa
privada.
El mismo
error cometió Machado, como hemos dicho, al atribuir al campesino
soriano los frecuentes incendios de pinares; pero no es esta ocasión de
analizar este y otros puntos de la ideología de don Antonio, que hemos
de tratar alguna vez, así como la explicación de su amor a Leonor, y la
evolución de sus ideas y sentimientos, frente al campesino, que no
encajan aquí en estos comentarios al primer escrito de Machado sobre
Soria.
Por hoy,
bastan lo que hemos hecho a tan magnífico artículo.
©
José Tudela
Publicado en “CELTIBERIA”, nº 21, 1961
José
Tudela en Páginas de Etnología Soriana