Antonio Machado y el
árbol
El
interés y el amor de Antonio Machado por el paisaje y por el árbol
especialmente, deriva de su educación en la Institución Libre de
Enseñanza que, en ciertos aspectos pedagógicos, siguió las ideas de Juan
Jacobo Rousseau, a quien generalmente se le atribuye la introducción en
la literatura del sentimiento del paisaje.
Dicha
Institución fue la iniciadora de las excursiones a la Sierra de
Guadarrama, tan cerca de Madrid, y cuando nadie pensaba en ella,
imbuyendo en sus educandos el gusto por el paisaje y el sentido de la
belleza del árbol.
Recuérdese que su poema “Las Encinas”, en el que no sólo canta a este
árbol sino al roble, al pino, la palmera, el haya, a los chopos, a los
olivos, al manzano, al eucalipto, naranjo, el ciprés..., está dedicado a
los señores Masriera, profesores de dibujo de dicha Institución “en
recuerdo de una expedición al Pardo” y recuérdese también que Joaquín
Costa, el apóstol de los riegos y de la repoblación forestal, que
escribió tan bellas páginas sobre el árbol, fue profesor de Derecho en
la misma Institución.
Esto
explica la reacción de Antonio Machado ante el paisaje de los
alrededores de Soria, que aunque salpicado de “oscuros encinares” y
“grisientos breñales”, predominan en él los “ariscos pedregales”,
“calvas sierras”..., “y otra vez roca y roca”, “cárdenas roquedas”,
“desnudos pedregales”..., “pelados serrijones”, “tierras de las águilas
caudales”..., “malezas jarales”, “hierbas monteses, zarzas y cambrones”.
Unamos a
esto el que don Antonio conocía bien la literatura francesa y la
inglesa, y no podemos dudar que gustara de la lectura de William
Shakespeare, pues bien, en las obras de este gran escritor el paisaje
aparece como telón de fondo en casi todas ellas, completando y
circundando escenas trágicas, dramáticas o más o menos alegres. Pero hay
una tragedia, quizás la más terrible, llena de ambición y venganza,
crueldad y odios, con restos de creencias y vaticinios medievales:
“Macbeth”.
Y aquí en
la tragedia shaesperiana, aparece el árbol como personaje. El castillo
de Macbeth sobre una colina circundada de hayedos y con un bosque,
repito, que nos sirve para sostener una intriga: el vaticinio de las
brujas al traidor, el regicida.
Don
Antonio estaría impresionado por las tremendas frases que unas sombras
en un conjuro dentro del antro de las brujas, en medio de una caldera
hirviendo y en una noche de tempestad proclaman:
Sé fuerte como un león,
no desmayes un punto tu audacia: no cedas ante los enemigos. Serás
invencible, hasta que venga contra ti la selva de Birnam y cubra
con sus ramas a Dunsidania.
Pero
Macbeth se ríe de este vaticinio ¡Eso es imposible! clama ¿Quién puede
mover de su lugar los árboles y ponerlos en camino?
Efectivamente la tragedia transcurre, el ejército realista prepara la
venganza, llega a la selva de Birnam, cada soldado corta una rama y
enarbolándolas como estandartes, cubriéndose con ellas para que las
largas y finas ramas de las hayas taparan la totalidad del monte avanzan
hacia el castillo. La estratagema militar se logra: la punta de las
ramas, de las ramas que en las hayas son casi paralelas alcanzan los
muros de la fortaleza, se inclinaría cubriendo el foso y descubriendo a
los guerreros, que rápidamente actuarían para asesinar a Lady y Lord
Macbeth.
Logramos
aquí quizás, la explicación de lo que para don Antonio en su poema a
“Las Encinas”, dice de las hayas:
Las hayas son la
leyenda
alguien en las viejas
hayas
leía una historia
horrenda
de crímenes y
batallas.
El roble,
otro querido árbol de nuestro poeta, es mimado en sus versos, como el
álamo. Pero al roble le atribuye calidades y cualidades viriles:
El roble, es la
guerra, EL ROBLE
dice el valor y el
coraje...
y continúa, es: más
altivo y más señor.
Pero
fijémonos en lo referente y alusivo a la guerra. ¿Sería en recuerdo del
famoso robledal de Corpes, donde taimadamente fueron azotadas las hijas
del Cid por sus cobardes maridos y atadas al simbólico árbol viril que
podía representar a nuestro gran héroe Rodrigo Díaz de Vivar?
Hoy non puedes fablar
don Elvira e dona Sol;
Por muertas las
dexaron en el robredo de Corpes
Levaron les los
mantos et las pieles armidas
...
Los ynfantes de
Carrión en el robredo de Corpes
Por muertas las
dexaron.
El título
del poema “Las Encinas” podemos pensar que es debido a la predilección
por este árbol, gris, triste, sumiso, dispuesto al sacrificio para que
el campesino lo corte y se caliente con sus ramas, la ternura que el
poeta siente por ellas nos recuerda también y viene a nuestra mente
rápidamente la maravillosa poesía a “La Higuera” de Juana de Ibarbourou,
poetisa uruguaya.
“... porque todas sus
ramas son grises...
Porque es
áspera y fea.
Porque
todas sus ramas son grises
Yo le
tengo piedad a la higuera...
Y en “Las Encinas”:
¿Qué
tienes tú, negra encina
campesina
con tus
ramas sin color...
con tu
tronco ceniciento
...
con tu
vigor sin tormento
y tu
humildad que es firmeza?
...
Brotas
derecha o torcida
con esa
humildad que cede
sólo a la
ley de la vida
que es
vivir como se puede.
©
José Tudela
Escrito en Madrid,
1945
Publicado en “Revista
de Soria”, 1ª época, nº 27
José
Tudela en Páginas de Etnología Soriana